Era finales del verano del 2000 cuando Charly García decidió inmortalizarse, como si su música no lo hubiera puesto ya en la historia del rock argentino y mundial, con un salto desde un noveno piso hacia una pileta.
Era finales del verano del 2000 cuando Charly García decidió inmortalizarse, como si su música no lo hubiera puesto ya en la historia del rock argentino y mundial, con un salto desde un noveno piso hacia una pileta.
A lo James Dean (vive rápido, muere joven y deja un lindo cadáver), Charly García subió a la terraza del hotel Aconcagua en la ciudad de Mendoza y, con un bañador rojo y el dorso descubierto, se paró en el borde de unos 30 centímetros para desde allí saltar en caída libre, porque como Hunter Thompson decía: a la muerte se llega derrapando, destruido, y que al mirar atrás solo nos quede decir "vaya viajecito".
Antes de lanzarse al abismo, Charly lanzó los dos objetos que llevaba encima: una repisa de madera para CDs con la cabeza de gato siamés y un inflable del gato Silvestre. El primero se destrozó a un lado de la pileta y el segundo cayó bien. Era una prueba, o más bien parte del happening.
“No te tires”, gritó uno de los miembros del hotel.
Charly saltó.
Ya había hecho el cálculo, 16 metros de caída, no había marcha atrás. Además, cuando una parte grita "stop", la otra, la que cala en la esencia de García, no puede detenerse. Él va. Él vive. Él salta.
¿Miedo? Por supuesto, se lo confesó a una cronista que lo esperaba, junto a otros periodistas para hacerle la nota después del salto.
"Estaba muy aburrido en la Mendoza fatal. Dije: ¿Qué me falta ahora?... ¡sólo aprender a volar!”, canta en “Me tiré por vos”, parte del disco "Sinfonías para adolescentes" (2000) de Sui Generis.