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El escritor vio caer la ciudad que, como lo dijo en París era una fiesta, lo había hecho feliz. Y no podía con eso. Y tampoco podía con la importancia que Philippe Leclerc, cabeza del ejército de las fuerzas de Francia Libre durante la ocupación nazi, tenía dentro de la ofensiva aliada contra los alemanes.
Hemingway participó en el desembarco de Normandía y repetía cada vez que podía que sería <>. No fue fácil. Leclerc lo trató con frialdad cuando el escritor trató de explicarle las razones por las que lo primero que había que liberar era el bar del Ritz.
Molesto, intentó llegar por su cuenta separándose del pelotón junto a otros hombres. Pero no pudo avanzar ante los tanques nazis y retrocedió para reunirse con los demás.
El 25 de agosto llegó en un jeep al Ritz, entró con un fusil ametralladora y anunció que venía a liberar en persona al hotel. El Ritz había sido requisado en 1940 por las fuerzas alemanas. Claude Auzello, director del hotel, corrió a atender al escritor. <<señor, los="" alemanes="" se="" marcharon="" hace="" tiempo="" y="" yo="" no="" lo="" puedo="" dejar="" entrar="" con="" un="" arma="">>, señaló Auzello a Hemingway. </señor,>
El ganador del Nobel no lo pensó dos veces. Alzó los hombros, regresó al jeep, dejó la ametralladora, volvió a entrar y pidió un Dry Martini.