Hay un gol de Racing y es de casualidad, por un descuido o torpeza del arquero. Nadie se relaja. La pelota va y viene en la cancha, de a ratos en un arco y por momentos en el otro.
Ahora aprendo sobre qué hace que un gol se convierta en un “golazo”. Entiendo que hay algunas variables: si la jugada es difícil y el delantero logra sacarse a todos los defensores de encima, es un golazo. Si es pateando como de espaldas y tirándose al piso, es un golazo. Si es con mucha retención de la pelota sin que el contrincante se la saque al equipo, es un golazo. Por otro lado y casi de forma opuesta: si es de media cancha, es un golazo. A veces, si es con la cabeza y en un ángulo difícil, es un golazo. Y si es muy fuerte, con una patada que se ve sacrificada en cámara lenta, es un golazo también. Esa es la parte técnica del golazo, después está el sufrimiento: si el gol tarda en llegar, si demora en hacerse, si se sufre su espera, también se siente distinto. El de Solari, entonces, no fue ni cerca un golazo pero un gol es un gol. Y se festeja.
Tanto el partido de Defensa como el de Racing tienen un alargue de ¡SEIS! minutos. Siento una épica, un sudor frío. Hay algo que va a marcar un antes y un después en muchísima gente en una historia que me acabo de desayunar. Tengo la sensación de estar viendo historia. Y cuando concluyen esos minutos interminables, que dan vuelta ambos partidos pero que aún así consolidan a Racing campeón, me pongo las zapatillas, agarro la mochila y salgo para el Obelisco. Quiero abrazar a Lisandro, darle un beso eterno a Cvitanich y hacerle ojitos a Arias. Quiero decirle a Coudet que la vida es hermosa y que su Racing positivo me cambió, me hizo parte de algo que aún no termino de comprender pero que me fascina.
Los vagones del subte me abrazan, estamos todos cantando, algunos se sacan la remera, cantan “traigan vino, juega la Acadé” y siento amor. En el Obelisco, bailamos, saltamos, sentimos. Hay un sudor compartido, banderas que nos abrazan a todos. Logro acercarme al micro pero estoy lejos de los jugadores. Quiero que seamos amigos pero eso no va a ser posible. Ahora entiendo: esto es más grande que yo, que mi grupo, incluso que los hinchas. Es la construcción colectiva más sufrida y más alegre que vi. Me pregunto ahora qué sigue, me explican que la Libertadores, pero mi pregunta era más emocional. Qué se hace después de formar parte de la historia, quién me duerme ahora. Llego a casa, me saco la camiseta y la miro: estuve ahí.