Emocionante

#RacingCampeón | Cómo formar parte de la historia sin darte cuenta

Agustina Gewerc
por Agustina Gewerc |
#RacingCampeón | Cómo formar parte de la historia sin darte cuenta

Esta es la última nota que voy a escribir sobre Racing. Ese fue el acuerdo. Empecé a ver los partidos en noviembre del año pasado, al principio sin entender demasiado la dinámica y algo distraída. En estos meses aprendí el trabajo enorme que tienen los periodistas deportivos. Entender la dinámica en la cancha es dificilísimo, pero me tomó poco tiempo percibir la mística: en Racing estaba pasando algo difícil de explicar para una hinchada tan sufrida. Iba ganando, jugando bien, pero sufriendo, como si hubiese algo inherente en ese pueblo que no les permite relajarse del todo. Ahora, con el diario del lunes, comprendo que en el fútbol nunca nadie se relaja.  

Desde entonces, los fines de semana cobraron otro color, otro sentido. Nunca me había pasado de tener algo tan importante que hacer un domingo a las 6 de la tarde, esperar todo el fin de semana para ir a la cancha o para armar una picada para ver el partido. Es como si el fin de semana empezase el domingo a las 17 y terminase a las 20. Y cuando juega Racing, ese día me levanto como con una sonrisa. Si tengo entradas para ir a la cancha, la noche anterior me cuesta dormirme.

Y desde noviembre, entonces, que vengo esperando a que Racing esté a punto de definir el campeonato, que vengo esperando que llegue este día. Me entero de que el árbitro (¿quién podría querer ser árbitro, juez de línea?) es el mismo que estuvo en la final del mundial, me pregunto qué significará eso. Coudet tiene la bufanda en la mano, su cábala, y se la pone para que el partido arranque, en paralelo al de Defensa y Justicia.

Estuve toda la semana analizando el cuadrito de combinaciones de posibles resultados. Según comprendo, hay muy pocas chances de que en este partido no se defina el campeonato. Me duelen los hombros, ya comí facturas y budín. Tengo helado en el freezer. Temo que sea un partido lleno de patadas, porque Tigre está jugado, complicado en el torneo. Siento que la transmisión oficial, comentada por Matías Martin, es algo anti-racing. Sé que probablemente esto no sea así y me pregunto si mi sensación tendrá que ver con que ahora soy hincha de Racing y ya no puedo ver con claridad las cosas. Cambié, me siento irreconocible.

Hay un gol de Racing y es de casualidad, por un descuido o torpeza del arquero. Nadie se relaja. La pelota va y viene en la cancha, de a ratos en un arco y por momentos en el otro.

Ahora aprendo sobre qué hace que un gol se convierta en un “golazo”. Entiendo que hay algunas variables: si la jugada es difícil y el delantero logra sacarse a todos los defensores de encima, es un golazo. Si es pateando como de espaldas y tirándose al piso, es un golazo. Si es con mucha retención de la pelota sin que el contrincante se la saque al equipo, es un golazo. Por otro lado y casi de forma opuesta: si es de media cancha, es un golazo. A veces, si es con la cabeza y en un ángulo difícil, es un golazo. Y si es muy fuerte, con una patada que se ve sacrificada en cámara lenta, es un golazo también. Esa es la parte técnica del golazo, después está el sufrimiento: si el gol tarda en llegar, si demora en hacerse, si se sufre su espera, también se siente distinto. El de Solari, entonces, no fue ni cerca un golazo pero un gol es un gol. Y se festeja.

Tanto el partido de Defensa como el de Racing tienen un alargue de ¡SEIS! minutos. Siento una épica, un sudor frío. Hay algo que va a marcar un antes y un después en muchísima gente en una historia que me acabo de desayunar. Tengo la sensación de estar viendo historia. Y cuando concluyen esos minutos interminables, que dan vuelta ambos partidos pero que aún así consolidan a Racing campeón, me pongo las zapatillas, agarro la mochila y salgo para el Obelisco. Quiero abrazar a Lisandro, darle un beso eterno a Cvitanich y hacerle ojitos a Arias. Quiero decirle a Coudet que la vida es hermosa y que su Racing positivo me cambió, me hizo parte de algo que aún no termino de comprender pero que me fascina.

Los vagones del subte me abrazan, estamos todos cantando, algunos se sacan la remera, cantan “traigan vino, juega la Acadé” y siento amor. En el Obelisco, bailamos, saltamos, sentimos. Hay un sudor compartido, banderas que nos abrazan a todos. Logro acercarme al micro pero estoy lejos de los jugadores. Quiero que seamos amigos pero eso no va a ser posible. Ahora entiendo: esto es más grande que yo, que mi grupo, incluso que los hinchas. Es la construcción colectiva más sufrida y más alegre que vi. Me pregunto ahora qué sigue, me explican que la Libertadores, pero mi pregunta era más emocional. Qué se hace después de formar parte de la historia, quién me duerme ahora. Llego a casa, me saco la camiseta y la miro: estuve ahí.

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