De hecho, Landon consigue un delicado equilibrio entre los momentos que nos retrotraen de forma inevitable a lo que ya habíamos visto y los sucesivos cambios que va creando en el universo de la saga. Además, se introduce un elemento emocional bastante más marcado que en su predecesora que permite demostrar a Jessica Rothe una mayor versatibilidad y confirmar que Hollywood ya está tardando en ofrecerle papeles en producciones con mayor presupuesto.
En cierta medida esa es la forma de la película de diferenciarse, ya que aquí se esquiva la mecánica de ensayo y error, llegando a convertirlo en recurso para una solución cómica bastante inspirada. Eso no impide que durante su segundo acto haya ciertos altibajos de interés, aunque a mi juicio de forma menos pronunciada que en su predecesora.