Supervivencia

La historia completa del sensacional rescate de los chicos que estuvieron 17 días atrapados en una cueva

Los chicos quedaron atrapados junto con su entrenador el 23 de junio de 2018 y recién fueron hallados el 2 de julio. Jamás imaginaron del peligro que la naturaleza le tenía preparados. Un deseo desesperado por vivir que terminó de la mejor manera. Así fue la hazaña que mantuvo en vilo al mundo.
Marcos Marini Rivera
por Marcos Marini Rivera |
Los chicos rescatados en Tailandia formaban parte del equipo de fútbol Jabalíes Salvajes. 

Los chicos rescatados en Tailandia formaban parte del equipo de fútbol Jabalíes Salvajes. 

Las lluvias llegaron de manera inesperada y cambiaron los planes. Había que actuar rápido. Era el 23 de junio de 2018 cuando doce chicos estaban de paseo con su entrenador de fútbol en la provincia de Chiang Rai, en Tailandia. Ese día terminaron atrapados en un sistema de cuevas dentro de una montaña. Y se pensó lo peor.

Faltaba una semana para que comenzara la fuerte temporada de lluvias en Tailandia. Los doce chicos tenían entre 11 y 16 años y jugaban al fútbol en el equipo llamado Jabalíes Salvajes.

Ekkaphon Chanthawong, de 25 años, era uno de los profesores. Al finalizar el entrenamiento, como lo habían hecho tantas veces, era muy común que vayan juntos a la cueva Tham Luang, en el norte de Tailandia, en la frontera con Myanmar. Era el lugar favorito de los chicos que les gustaba aventurarse en la profundidad de esas cuevas.

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Así estaban las bicicletas de los chicos a la entrada a la cueva.

Así estaban las bicicletas de los chicos a la entrada a la cueva.

En la entrada dejaron sus bicicletas y sus mochilas. El horror estaba empezando de manera silenciosa.

Una cuevas que conocían de memoria

Para los chicos era un desafío poder estar en esas cuevas que conocían de memoria. Ellos se desafiaron que tan lejos podían llegar dentro de un camino de cuevas que se extiende por 10 kilómetros. Era parte de un ritual escribir los nombres de los nuevos miembros en las rocas.

Sin darse cuenta, los chicos estaban construyendo su propio infierno. Iban todos juntos con sus linternas a cuestas alumbrando el camino.

Ese 23 de junio planeaban quedarse una hora, pero recién saldrían dos semanas después.

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Para los chicos era un desafío poder estar en esas cuevas que conocían de memoria.

Para los chicos era un desafío poder estar en esas cuevas que conocían de memoria.

Las cuevas se llaman Tham Luang Non, que significa "la gran cueva y fuente de agua de la montaña de la dama durmiente". Jamás imaginaron del peligro que la naturaleza le tenía preparados.

Cuando comienza la temporada de lluvias en julio, la cueva pasa de ser un lugar tranquilo a uno muy peligroso. Las mismas se pueden inundar hasta cinco metros en apenas minutos y sólo se debe entrar en ella entre noviembre y abril.

Leyeron el cartel que advertía que desde el 1 de julio la cueva sería cerrada porque empezaba la temporada de lluvias. Nada los detuvo.

Cuando los chicos se dieron cuenta y quisieron dar marcha atrás, ya no pudieron. Incluso tuvieron que adentrarse cada vez más para escapar del agua que les pisaba los talones. La cueva ya estaba tan inundada que no había salida posible por donde habían entrado.

Con las cuevas inundadas, era hasta muy peligroso para los buzos experimentados. Los padres de los Jabalíes Salvajes imaginaban el peor desenlace.

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El entrenador era un ex monje que les enseñó técnicas de meditación para ayudarlos a permanecer en calma y usar el menor aire posible.

El entrenador era un ex monje que les enseñó técnicas de meditación para ayudarlos a permanecer en calma y usar el menor aire posible.

Determinados a sobrevivir

Envueltos por la implacable montaña y rodeados por la oscuridad, los chicos y su entrenador perdieron todo sentido del tiempo. El temor se apoderó de ellos, pero estaban determinados a sobrevivir: usaron rocas para excavar cinco metros en esa isla seca y crear una caverna donde pudieran estar juntos y mantener el calor.

El entrenador era un ex monje que les enseñó técnicas de meditación para ayudarlos a permanecer en calma y usar el menor aire posible. Les habló uno a uno y les dijo que permanecieran quietos para conservar la fuerza. No tenían comida pero sí contaban con un abastecimiento de agua potable en forma de humedad que goteaba de las paredes de la cueva. Estaba oscuro pero ellos no soltaban sus linternas. También tuvieron suficiente aire gracias a las grietas en las rocas por donde podía entrar aire.

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Tenían las condiciones adecuadas para sobrevivir, al menos por un tiempo. Lo más importante es que los Jabalíes Salvajes se tenían unos a otros. El grupo estaba muy unido. Lo más difícil era esperar que los rescataran.

Así fue el rescate

Las autoridades habían llamado con urgencia a las fuerzas de élite de la Marina de Tailandia, la policía nacional y otros equipos de rescate. Las primeras investigaciones dieron con huellas en una de las cámaras de la cueva, pero nadie aseguraba de que los chicos estuvieran con vida. ¿Los motivos? Lo creían imposible.

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El temor se apoderó de las familias que todos los días se juntaban a rezar.

El temor se apoderó de las familias que todos los días se juntaban a rezar.

¿Cómo se podía llegar hasta ellos?, era la pregunta que rondaba en la cabeza de los expertos. Explorar la cueva era un desafío, incluso la mayoría de los buzos de la Marina tenían poca experiencia de buceo en esas geografías. Afuera de la cueva, la naturaleza se imponía con fuertes lluvias y había que actuar con rapidez. El nivel de agua seguía aumentando, inundando las cámaras y separando a los rescatistas en distintos lugares de la cueva.

Los ingenieros trataban de bombear el agua fuera de la cueva, pero tenían dificultades. Con pequeñas bombas de agua, tubos largos, cuchillos y palas no pararon hasta conseguirlo y trataron de perforar la montaña. Desesperados por encontrar grietas en las cuevas para poder entrar. Hasta se llegaron a usar drones con sensores térmicos para tratar de localizar a los niños.

Buzos especialmente seleccionados (4 británicos, 2 médicos/buzos australianos y 5 navy seals tailandeses) entraron en la caverna con el objetivo de ir evacuando de a uno a cada integrante del equipo. Los rescatistas batallaron con el clima. Tenían que nadar contra la corriente y muchas veces se vieron forzados a regresar debido a la crecida del agua.

El domingo 1 de julio, poco más de una semana después de que desaparecieran los niños, los rescatistas lograron cierto progreso. Llegaron a una caverna grande que después la llamarían como la "cámara tres". Esa fue la base para los buzos expertos.

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El pedido desesperado de uno de los chicos para que lo saquen de la cueva.

El pedido desesperado de uno de los chicos para que lo saquen de la cueva.

Sonrisas iluminadas

La mayor parte del resto del mundo todavía no conocía la historia. Hasta el día siguiente, cuando dos buzos británicos hicieron un hallazgo increíble.

John Volanthen y Rich Stanton fueron los salvadores de todos los integrantes. Los buzos habían estado desafiando los estrechos de la cueva durante varios días, colocando cuerdas de guía y buscando signos de vida. Cuando al día siguiente los dos finalmente llegaron a Playa Pattaya, no encontraron nada. Pero continuaron en la oscuridad hasta que encontraron una cavidad de aire.

"Donde quiera que había espacio con aire salíamos a la superficie, gritábamos, olíamos", explicaría John, uno de los buzos. Se trataba de un procedimiento estándar en ese tipo de operaciones de rescate.

De la luz de la linterna de John, se iluminaron un montón de sonrisas. Los chicos se abrazaron a ellos. Los buzos comenzaron a contar a los chicos. "¿Cuántos son?". "¡Trece!", fue la respuesta en inglés.

"¿Trece? ¡Genial!".

Ninguno de los buzos pudo comprender lo que estaban viendo. Los chicos estaban todos vivos. Ahora faltaba sacarlos.

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Los dos buzos que llegaron hasta donde estaban los chicos no podían comprender lo que estaban viendo.

Los dos buzos que llegaron hasta donde estaban los chicos no podían comprender lo que estaban viendo.

Los dos buzos pasaron un tiempo con los chicos. Les dejaron linternas y prometieron regresar más tarde con comida. El emotivo encuentro fue grabado en las cámaras de los buzos y publicado en internet. La historia ya daba la vuelta al mundo. Literal.

Los padres de los chicos estaban eufóricos al ver que sus hijos habían sobrevivido de milagro. Se veían delgados pero estaban en buen estado de salud. A las horas llegó al lugar un médico militar y buzos de las fuerzas de élite de la Armada tailandesa para acompañar a los chicos durante el resto de su permanencia.

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La historia de los chicos de Tailandia dio la vuelta al mundo.

La historia de los chicos de Tailandia dio la vuelta al mundo.

Además, los padres de los chicos decidieron apoyar moralmente al entrenador. “Entrenador, no te culpes. Los padres, las madres y todos queremos que estés relajado. Ninguno está enojado con vos. Todos te entienden y te envían los mejores deseos y coraje. Gracias por ayudarnos a cuidar de nuestros hijos. Vos entraste ahí con ellos y tenés que salir con ellos. Y debes salir sano”, era el mensaje que los padres.

Obstáculos en el rescate

Para el osado rescate, se diseñó un plan. La única forma en que podrían sacar a los chicos vivos era sedándolos. Usaron una mezcla de ketamina, xanax y atropina para tratar de secar los líquidos para que no se ahogaran con su propia saliva. Los pequeños jabalíes fueron dormidos. Pero con esas pastillas, solo los mantendría sedados durante 45 minutos. Y el camino para salir era complejo.

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Cuando salían de las cuevas, a cada uno de los chicos se los subía a una ambulancia rumbo al hospital.

Cuando salían de las cuevas, a cada uno de los chicos se los subía a una ambulancia rumbo al hospital.

A cada chico se le colocaba una máscara que le cubría toda la cara y luego se lo colocaba atado de pies y manos, dentro de una camilla que se movilizaba a través de cables. El equipo estableció un sistema de relevos por el cual los buzos los llevaban, a veces manteniéndolos cerca de sus cuerpos, a veces empujándolos por las curvas de las cuevas.

Para trasladarlos, instalaron un sistema de poleas en el techo de la cueva y los arrastraron. Uno por uno, los chicos fueron sacados.

Cuando salían de las cuevas, a cada uno de los chicos se los subía a una ambulancia rumbo al hospital. El martes 10 de julio se dio la noticia de que el rescate se había completado con éxito. Ninguno llegó a tener nada grave y todos se quedaron en el hospital en observación. Ningún padre culpó al entrenador. Todas las familias afirmaron que fue la llave necesaria para mantenerlos fuertes, decididos y con vida.

El resultado final fue exitoso: todos los chicos y su entrenador pudieron salir sanos y salvos de la trampa natural en la que habían ingresado.