Al arribar, la policía encontró signos de fuego, con un fuerte olor a quemado y gas, que dificultó el ingreso a la casa. Una vez dentro, descubrieron una garrafa abierta y los cuerpos de Eduardo Romero, de 50 años, y Susana Pereyra, de 35 años, tendidos en una cama de una de las habitaciones.
De acuerdo a las primeras pericias, ambos cuerpo presentaban signos de violencia, que corresponderían a la hipótesis de la fiscal de turno, Albertina Chichi, sobre un femicidio seguido de suicidio.
La autopsia al cuerpo de Pereyra estableció que la mujer no tenía heridas y que su muerte, previa a la de Romero, fue consecuencia de una asfixia mecánica. Por otro lado, Romero sí tenía heridas de arma blanca pero no fueron las causantes de su muerte sino que falleció por aspirar monóxido.
Para corroborar la caratula de femicidio seguido de suicidio, la fiscal ordenó una serie de estudios complementarios, entre ellos el análisis de elementos y evidencias recolectados dentro de la vivienda y los resultados anatomapatológicos de los órganos de Romero.