“Yo le digo ‘loco, pará, no me hagás nada. Yo tengo dos hijos, puedo ser tu mamá…’”, le dijo, intentando generar empatía en su agresor. Aquellas palabras fueron el primer quiebre. El delincuente vaciló. Estaba entre continuar con su plan o escuchar.
Marisa insistió: “No me violes, no seas boludo. ¿Por qué hacés esto?”. Y entonces, el hombre respondió algo que marcaría el inicio de un giro insólito en la historia.
Una conversación inesperada con el agresor
El atacante, identificado por las fuerzas de seguridad como B.D.G., le confesó que robaba porque no tenía trabajo y porque su madre estaba enferma de leucemia. La mujer, lejos de amedrentarse, redobló su estrategia.
“Le digo: ‘Pero boludo, vas a ir en cana de nuevo. Vamos a tomar un café, dejame que me voy a cambiar’”, recordó Marisa.
Sorprendentemente, el joven aceptó. Ya más calmado, le dijo: “Sí, yo no le quiero hacer nada, señora”.
Durante los siguientes minutos, Marisa le ofreció algo de comer y de beber, e incluso compartieron un cigarrillo. Su objetivo no era otro que ganar tiempo, ganarse su confianza y, si podía, desactivar su amenaza.
Una serie como estrategia de distracción
En un momento, Marisa recurrió a un recurso impensado: le encendió la televisión y le propuso mirar una serie en Netflix. Con una calma que hoy parece irreal, le preguntó: “¿Viste El Eternauta?”, el clásico de la historieta argentina, y comenzaron a ver algo juntos en la plataforma de streaming.
Fue ahí cuando vio su oportunidad. Mientras el joven comenzaba a dormitar en el sillón, ella tomó su teléfono celular a escondidas y comenzó a enviar mensajes por WhatsApp a sus vecinos y conocidos. El miedo seguía latente: “Dije: ‘O corro y abro, pero me puede matar’”, recordó.
Al notar el movimiento, el atacante le preguntó qué hacía. Entonces, Marisa improvisó: “Escuchá, cambiate porque la Policía no se va a ir. Vamos, que yo te llevo al médico. Digo que sos mi hijo”.
Un abrazo insólito y una salida estratégica
Después de casi una hora de tensión ininterrumpida, Marisa logró que B.D.G. saliera con ella de la vivienda. Salieron abrazados, una imagen tan surrealista como estremecedora, que dejó en evidencia el nivel de control que la mujer había alcanzado sobre su agresor.
Lo que él no sabía es que, en paralelo, Marisa había logrado alertar a la Policía y que varias patrullas lo buscaban desde hacía rato. Según fuentes policiales, el joven había intentado ingresar a otra casa momentos antes, sin éxito.
La detención a dos cuadras de la escena
Una vez en la calle, Marisa ejecutó su plan final: hizo señas discretas a los efectivos de la Policía de Santa Fe, quienes lograron detener al sujeto a solo dos cuadras de su casa.
Al requisarlo, encontraron una mochila con objetos robados, entre ellos una notebook, dos juegos de sábanas, un celular, una campera roja y una calculadora, todos pertenecientes a robos previos cometidos esa misma madrugada.
La causa judicial y los delitos imputados
La fiscal Luciana Escobar Cello, especialista en delitos contra la integridad sexual, imputó al detenido por robo, abuso sexual simple y privación ilegítima de la libertad. Además, dispuso que las actuaciones fueran elevadas a la Comisaría de la Mujer y que peritos forenses trabajaran en la escena para reconstruir el recorrido del agresor dentro del domicilio.
Las autoridades aseguraron que B.D.G. ya tenía antecedentes penales y había cumplido una condena previa. Su reincidencia, sumada a la gravedad del episodio, podría agravar su situación procesal.
El Eternauta como símbolo de resistencia
Uno de los aspectos más llamativos del caso fue la elección de Marisa de usar “El Eternauta” como punto de conexión con su agresor. Aquella historieta, símbolo de lucha y resistencia ante la opresión, se transformó —aunque de forma fortuita— en una herramienta para desactivar uno de los crímenes más aberrantes.
No es descabellado pensar que la elección de esa historia de supervivencia haya sido un reflejo del mismo espíritu que Marisa encarnó esa madrugada: el de una persona común enfrentando una amenaza extraordinaria.
El poder de la palabra como salvación
Este hecho, más allá de su carácter criminal, dejó al descubierto una dimensión poco explorada en los relatos policiales: la del poder de la palabra, de la empatía y del ingenio como métodos de supervivencia frente al horror.
Lejos de resignarse al pánico, Marisa usó su historia, su rol de madre y su capacidad de diálogo para proteger su vida. Transformó una situación de vulnerabilidad extrema en una jugada maestra de contención emocional.
Un ejemplo de temple y estrategia bajo presión
El caso ya comenzó a generar repercusiones en redes sociales y medios nacionales, donde la figura de Marisa emerge como símbolo de inteligencia emocional y coraje. Organizaciones feministas y de derechos humanos destacaron su actitud, al tiempo que reclamaron más políticas públicas para prevenir estos hechos.
Santa Fe, una ciudad sacudida frecuentemente por hechos de inseguridad, vuelve a estar en el centro del debate. Pero esta vez, el rostro que emerge no es el del delito, sino el de una mujer que, en el peor momento, encontró en la palabra su mejor defensa.