La hipótesis de los investigadores es que Pequeño Jota está prófugo, posiblemente refugiado en una estructura en Jujuy y con destino final Perú. Detrás de él, se esconde una organización con larga historia: durante años, el control de la cocaína en el sur porteño estuvo en manos de personajes vinculados a Sendero Luminoso y, paradójicamente, también de militares que decían combatirlos.
Valverde sería sobrino de Marcos Estrada —histórico jefe narco de la 1-11-14— y primo de su sucesor, conocido como Dumbo. Con apenas 23 años, intentaba quedarse con lo que consideraba “la herencia de la familia”. Todo este entramado fue encubierto por efectivos de la Policía Federal y de la Ciudad, que disimulaban muertes similares al triple crimen enviando los cuerpos, a veces descuartizados, a diferentes hospitales para diluir responsabilidades.
El viernes también declaró un chofer de aplicación ante el fiscal Adrián Arribas. Contó que transportó a dos hombres embarrados desde la casa de Florencio Varela, donde mataron a las jóvenes, hasta otra vivienda cercana. En ese lugar apareció la pala con la que cavaron el pozo donde enterraron los cuerpos.
El relato confirma que el crimen estaba planificado: la camioneta usada para llevar a Brenda, Morena y Lara había sido robada y el pozo cavado antes de su llegada, pasada la medianoche.
La grabación del femicidio fue realizada por Miguel Ángel Villanueva Silva, detenido junto a su pareja en un hotel alojamiento. Villanueva, oriundo del mismo pueblo que Pequeño Jota, admitió haber filmado la masacre y transmitido las imágenes a unos 45 integrantes de la banda. Según la hipótesis del fiscal, el ataque fue una venganza: una de las chicas se habría quedado con dinero o droga.