PERPETUA

Qué pasa con Máximo Thomsen y por qué tuvieron que cambiarlo de lugar en la cárcel

rutina diaria dentro de la Alcaidía N°3 de Melchor Romero, donde están alojados los ocho jóvenes condenados por el asesinato de Fernando Báez Sosa, se despliega entre espacios de recreación, talleres educativos y estrictos controles penitenciarios.

Qué pasa con Máximo Thomsen y por qué tuvieron que cambiarlo de lugar en la cárcel

La rutina diaria dentro de la Alcaidía N°3 de Melchor Romero, donde están alojados los ocho jóvenes condenados por el asesinato de Fernando Báez Sosa, se despliega entre espacios de recreación, talleres educativos y estrictos controles penitenciarios. A casi seis años del crimen ocurrido en Villa Gesell, el caso continúa ocupando un lugar central en la agenda mediática argentina. La reciente aparición del caso en Netflix volvió a poner el foco sobre la vida carcelaria de los responsables, especialmente sobre Máximo Thomsen, uno de los principales condenados, cuya presencia y notoriedad dentro del penal generan tensiones, miradas internas y reacciones externas.

Este jueves 13 de noviembre llegó al catálogo de la plataforma la serie documental “50 segundos: el caso de Fernando Báez Sosa”, dirigida por Martín Rocca y producida por Fábula. La ficción documental reconstruye, con recursos narrativos y testimoniales, la noche del 18 de enero de 2020 en Villa Gesell, donde el país fue testigo de uno de los crímenes más impactantes de los últimos años. “En enero de 2020, Fernando, de 18 años, fue asesinado a golpes a la salida de un boliche por un grupo de chicos de su misma edad”, anticipa la descripción oficial de Netflix. El estreno, como era de esperarse, reavivó el interés público y renovó la discusión sobre el presente de los ocho condenados, quienes hoy transitan su vida tras las rejas bajo diferentes regímenes, rutinas y niveles de convivencia.

En medio de ese clima, un episodio ocurrido el 12 de octubre volvió a exponer la frágil dinámica de convivencia en el penal. Máximo Thomsen protagonizó una pelea con otro interno que derivó en su inmediato traslado a otro sector del establecimiento. Según fuentes penitenciarias, la decisión del Servicio Penitenciario Bonaerense fue preventiva: se buscaba evitar represalias, calmar el ambiente del pabellón y reducir la tensión entre los detenidos. La medida incluyó la aplicación de un “régimen de aislamiento preventivo”, un protocolo habitual cuando se advierte riesgo de conflicto o cuando se considera que la presencia de un interno puede generar alteraciones significativas en la convivencia.

Desde el entorno carcelario aseguran que parte del conflicto se originó en la notoriedad pública que Thomsen mantiene desde el juicio y que se potenciaba en esta instancia con el próximo estreno del documental. “Su nombre vuelve a estar en los medios, y eso acá adentro genera malestar”, señalan fuentes consultadas. Para muchos internos, la exposición mediática de un detenido influye directamente en su vida dentro del penal: despierta recelos, envidia, comentarios hostiles o intentos de provocación. En algunos casos, incluso puede ser utilizado como excusa para iniciar confrontaciones que nada tienen que ver con el caso judicial.

A pesar de su traslado, Thomsen continúa participando de diversas actividades promovidas por el Servicio Penitenciario. Los voceros confirmaron que asiste a talleres de alfabetización jurídica, un espacio destinado a que los internos comprendan mejor sus procesos judiciales, trámites y recursos legales. También participa en actividades relacionadas con derechos humanos, talleres que incluyen debates, análisis de casos y espacios de reflexión colectiva. Estas actividades, aseguran desde el penal, no solo son obligatorias en algunos casos, sino que forman parte de los programas de reinserción que busca implementar el sistema penitenciario bonaerense en distintos establecimientos.

En el mismo complejo se encuentra alojado Ciro Pertossi, aunque en otro pabellón. Pertossi recibe visitas periódicas de su familia y mantiene un régimen de convivencia estable. Desde el entorno de la familia Báez Sosa, en tanto, insisten en que la condena debe quedar firme y definitiva, y remarcan que el seguimiento de cada uno de los condenados forma parte de su pedido de justicia y de su reclamo constante por la memoria de Fernando.

Distinta es la situación de Luciano Pertossi, quien permanece aislado luego de que circularan versiones sobre un presunto intento de autolesión. Su familia negó categóricamente ese episodio, aunque la medida de separación del resto de los internos se mantuvo por recomendación profesional y por decisión de las autoridades correspondientes. En paralelo, otros condenados como Enzo Comelli y Matías Benicelli participan activamente de actividades recreativas y educativas que incluyen talleres de oficios, ejercicios físicos y cursos formativos. Según fuentes oficiales, ambos se adaptaron sin mayores conflictos a la dinámica del penal y mantienen una rutina estable.

Por su parte, los tres condenados por participación secundaria —Blas Cinalli, Ayrton Viollaz y Lucas Pertossi— cumplen sus 15 años de prisión bajo un régimen que combina estudios, tareas físicas y actividades compartidas. La rutina para ellos es similar: levantarse temprano, asistir a talleres disponibles, participar de las actividades educativas propuestas y mantener un orden estricto en los horarios de recreación y descanso. Todos ellos se encuentran en sectores diferentes dentro de la Alcaidía, aunque comparten espacios comunes según la organización del penal.

En el caso particular de Thomsen, el contexto personal también genera comentarios tanto dentro como fuera del establecimiento. Conocido en Zárate con el apodo de “Machu”, su historia dentro del deporte fue tema de debate público durante el juicio. Desde joven jugaba al rugby en el Club Arsenal Náutico de Zárate, para luego incorporarse al Club Atlético San Isidro (CASI), institución que lo expulsó tras el crimen. Hoy, con 25 años, Thomsen cumple la condena en medio de restricciones, medidas disciplinarias temporales y la atención mediática que nunca dejó de acompañarlo. Su madre, arquitecta y exempleada municipal de Zárate, lo crió sola, un dato que se mencionó durante el proceso judicial y volvió a circular a partir de los reportajes que surgieron con el estreno de la serie documental.

La producción de Netflix está compuesta por tres capítulos que suman en total 149 minutos. El objetivo del documental es reconstruir, de manera minuciosa y cronológica, cada paso de aquella noche en Villa Gesell que terminó con la muerte de Fernando Báez Sosa. El estreno coincidió, en los hechos, con el traslado de Thomsen dentro de la Alcaidía, un hecho que alimentó interpretaciones mediáticas. Aunque desde el penal aseguran que la pelea no tuvo relación directa con la serie, la coincidencia en las fechas provocó que se multiplicaran las especulaciones y que la atención pública se dirigiera nuevamente hacia la vida carcelaria de los ocho condenados.

En el interior de la Alcaidía N°3, la convivencia está marcada por reglas estrictas y por una estructura pensada para evitar conflictos. Sin embargo, la presencia de presos con alta exposición pública no siempre pasa desapercibida entre los internos. La llegada del documental sumó un componente de tensión adicional, tanto por el contenido como por el renovado interés en la figura de los condenados. Para las autoridades penitenciarias, el desafío es mantener el orden y garantizar la seguridad de todos los internos, especialmente aquellos cuya notoriedad puede generar situaciones imprevistas.

Mientras tanto, el caso sigue generando reflexiones sociales sobre la violencia, la nocturnidad, el deporte amateur y las consecuencias de la brutalidad colectiva. El crimen de Fernando fue un punto de quiebre en la opinión pública y aún hoy, casi seis años después, resuena en el debate social. Con cada novedad judicial, mediática o penitenciaria, la historia vuelve a ocupar un espacio central en los medios y en la memoria colectiva.

En este contexto, la vida cotidiana en la Alcaidía N°3 continúa atravesada por la rutina carcelaria, por los conflictos inevitables de convivencia y por la mirada insistente de una sociedad que no olvida. La serie de Netflix busca aportar nuevas miradas, testimonios y reconstrucciones, mientras dentro del penal los condenados siguen día a día el curso de sus vidas en un encierro marcado por sanciones, talleres, traslados internos y silencios obligados. La historia continúa escribiéndose tanto en los pasillos de la Alcaidía como en la memoria pública de un caso que marcó profundamente a la Argentina.