Durante ese viaje, Laura publicó una serie de imágenes de su familia en la playa, pero lo que captó la atención fue su mención a un libro: “Crímenes en familia”, una obra que recopila siete casos reales de asesinatos intrafamiliares ocurridos en Argentina. En ese contexto, la mujer ironizó en un comentario: “Ivo se porta horrible. Desarma castillos serial es Ivo”, en referencia a su hijo pequeño.
A simple vista, la frase podría parecer una broma maternal sobre un niño travieso en la playa. Sin embargo, con el correr de los días y el desenlace trágico, la lectura de aquel libro y esa frase adquieren una inquietante resonancia retrospectiva.
La escena del horror
El jueves por la mañana, la tranquilidad habitual de Villa Crespo fue interrumpida por un despliegue policial en una vivienda particular. Cuatro cuerpos fueron hallados sin vida en una de las habitaciones, en lo que fue inmediatamente catalogado como un filicidio seguido de suicidio.
La alarma no fue dada por un familiar ni por un vecino. Fue Lucía Alejandra López, la empleada doméstica de la familia, quien al llegar a su lugar de trabajo y no recibir respuesta, descubrió la escena del crimen y llamó de inmediato al 911. La policía arribó minutos después.
Fue la periodista Mercedes Ninci quien reveló en el programa Mujeres Argentinas el testimonio preliminar de la trabajadora: “Lucía me dijo que notaba a Laura muy rara desde hacía unos 15 días. La veía apagada, distante, distinta”. Según Ninci, trató de contactarla luego de conocerse el hecho, pero Lucía no quiso hablar, abrumada por la situación traumática que presenció.
Un posible brote psicótico y un tratamiento interrumpido
Con el correr de las horas, las primeras pericias psicológicas comenzaron a dibujar un posible perfil de lo ocurrido. La licenciada en Psicología Carolina Sorondo brindó detalles sobre la principal hipótesis de los investigadores: “Esto se llama felicidio-suicidio. La primera teoría indica que se trataría de un brote psicótico breve, reactivo y de corta duración”, explicó.
Según Sorondo, la madre de familia habría abandonado recientemente un tratamiento psiquiátrico, lo cual podría haber sido el detonante del episodio.
“Cuando se deja de tomar medicación psiquiátrica, se puede entrar en lo que llamamos un fenómeno psiquiátrico excitatorio y alucinatorio. Es ahí donde pueden cometerse actos impulsivos y extremos como este”, agregó la profesional.
De confirmarse esta teoría, el caso se encuadraría dentro de una patología mental aguda, más que en un crimen planificado. Sin embargo, lo que inquieta es la presencia de antecedentes, tanto en términos de literatura leída como en señales de alerta, que podrían haberse detectado a tiempo.
¿Se pudo evitar la tragedia?
Uno de los interrogantes más difíciles de responder gira en torno a la posibilidad de prevención. ¿Hubo señales que fueron pasadas por alto? ¿Pudo el entorno familiar o social intervenir antes de que se desencadenara el desenlace fatal?
Amigos y conocidos de la familia han declarado que Laura era una mujer “intensa”, aunque muchos no notaron conductas alarmantes. Sin embargo, algunos allegados mencionaron que había mostrado episodios de angustia y aislamiento en los últimos meses, lo cual coincide con lo señalado por la empleada doméstica.
La lectura de un libro centrado en asesinatos dentro del núcleo familiar no constituye, por sí sola, una señal inequívoca. No obstante, la fijación con el tema, la posterior crisis emocional y la interrupción del tratamiento configuran un cóctel peligroso que pudo haber sido abordado por profesionales con mayor anticipación.
La vida antes del horror
Hasta hace poco, la familia era considerada “normal”. Salidas al parque, fotos de cumpleaños, vacaciones en la costa. Dos hijos pequeños, un matrimonio estable a los ojos del barrio, y una rutina que no dejaba entrever lo que se avecinaba.
“Era una familia tranquila, los chicos jugaban siempre afuera. Laura saludaba cuando nos cruzábamos. Nunca imaginé algo así”, comentó un vecino del edificio. Otro testigo afirmó que Laura “tenía altibajos emocionales, pero nada que hiciera prever esto”.
Las redes sociales, hoy silenciadas, aún conservan imágenes de aquellos veranos en la playa, donde los chicos construyen castillos de arena y la madre sonríe a cámara. Esa misma cámara que hoy está ausente, reemplazada por el lente frío de los peritos forenses.
Una historia que estremece y obliga a reflexionar
El caso de Laura Leguizamón es más que una crónica policial. Expone con crudeza la fragilidad de la salud mental, la importancia del tratamiento adecuado y sostenido, y el silencio que muchas veces rodea a quienes padecen trastornos psicológicos.
También plantea una deuda de la sociedad: la invisibilización del sufrimiento psíquico, que muchas veces es minimizado o ignorado. En este caso, el precio fue altísimo. Cuatro vidas truncadas. Una comunidad conmocionada. Y un libro, aparentemente inofensivo, que quizás fue la semilla de un pensamiento oscuro que nunca llegó a recibir el auxilio necesario.