"¿Por qué no podemos nosotros consultar a la gente? Creo que tenemos que hacerlo", dijo el dirigente peronista al proponer un referéndum sobre ese tema en particular. "¿La gente quiere votar cada dos años en la Argentina? No nos damos cuenta de que termina una elección y estamos peleándonos por la que viene", insistió.
Al hablar desde el Movimiento Productivo Argentino (MPA), Duhalde puso como ejemplos los plebiscitos en Uruguay y Chile por la ley de seguridad de Urgente Consideración (LUC), en el primer caso -donde triunfó el no a la derogación de esa normativa-, y por el debate sobre una reforma constitucional en el país trasandino, que se celebró el domingo pasado y en el que se impuso la negativa.
"Estamos instalados en el pasado. Para los argentinos no ha llegado el siglo XXI: todo es pelea. Pero no solo en la política, sino la pelea en todo", alertó.
Sobre ese último punto quizás se equivoque el expresidente: hoy la acumulación de poder y la legitimación de los liderazgos en casi todo el mundo se basa en la confrontación permanente, como demuestran los casos de Donald Trump en Estados Unidos, Boris Johnson en el Reino Unido o Jair Bolsonaro en Brasil, por mencionar solo a los populistas de derecha, que a su vez tomaron el manual de la centroizquierda.
¿Qué es entonces el auge de los movimientos libertarios sino una apuesta pura por el conflicto? Los liderazgos populistas se basan en trazar una línea divisoria y partir a la sociedad en dos, ya sea entre sectores enfrentados ideológicamente (el peronismo y Juntos por el Cambio) o entre una “casta” y quienes amenazan con ponerle fin (Javier Milei y otros emergentes regionales).
¿Puede superarse la grieta?
Desde el peronismo, el senador Pablo Yedlin señaló que “la Argentina tiene muchos problemas" pero "grandes oportunidades”, por lo que “el gran desafío de los dirigentes es ponernos de acuerdo en cómo resolvemos los problemas de la gente”.
Consultado por A24.com, el legislador por Tucumán analizó que “el intento de magnicidio" contra Cristina "no fue un hecho aislado, sino el resultado de una serie de sucesos y una escalada de violencia, de la que no nos hemos hecho cargo ni nos dimos mucha cuenta”.
Por el PRO, el diputado provincial Daniel Lipovetzky se mostró menos optimista. "En el contexto actual no están dadas las condiciones para que se supere la grieta. Hay mucho enojo hoy hacia el Gobierno, pero también hacia la política en general", analizó en diálogo con A24.com.
"El mejor ejemplo de eso es que a los medios, de alguna manera, les resultan atractivas las figuras de la dirigencia que tienen un mensaje de división y grieta, porque generan mayor audiencia, y eso es porque la sociedad quiere consumir eso", analizó el dirigente, que siempre tuvo un marcado perfil dialoguista.
Yedlin llamó entonces a “replantear la situación” para bajar la espuma de los discursos del odio, porque, dijo, “una cosa es tener adversarios políticos e ideas diferentes y otra es esta situación de odio permanente en un país que tiene muchos problemas”.
“Cuando ponemos en el otro todas las culpas, en esta idea maniquea del bien y el mal, perdemos la posibilidad de diálogo”, subrayó el dirigente del PJ, y pidió "hacer una autocrítica para generar los puentes y solucionar los grandes temas nacionales".
Coincide Lipovetzky. "En el futuro vamos a superar la grieta. Porque espero que, en algún momento, si nos toca volver a gobernar, vamos a promover que no haya una división tan profunda, sin dejar de reconocer las diferencias ideológicas", aclaró el exdiputado nacional.
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Ministro de Desarrollo de la Comunidad, Andrés Larroque. (Foto: archivo)
También sorprendió, en ese punto, que uno de los habituales exponentes del kirchenrismo duro, como Andrés "Cuervo" Larroque, secretario general de La Cámpora, hiciera también su autocrítica. "El papa Francisco dice que la paz nace en el corazón de cada uno y se debe sembrar. Desde mí, si cometí errores o cometí exabruptos, pedí disculpas en público y en privado", dijo el dirigente camporista en declaraciones a radio AM 530.
Larroque planteó que “uno debe pensar qué hizo mal o qué hizo para no colaborar con la convivencia, y luego pedir al conjunto que abogue por la misma conducta". Como sea, es un avance.
Con ese mismo tono se expresó, además, el ministro de Seguridad, Aníbal Fernández, en la despedida a la periodista Magdalena Ruiz Guiñazú. “Tuve enorme respeto profesional y una excelente relación personal, independientemente de no coincidir para nada en política (...) Estimada señora, que Dios la bendiga”, publicó el ministro, en otro mensaje antigrieta.
En la misma dirección fue el diputado del Frente de Todos Daniel Arroyo. “Todos tenemos que bajar un cambio, no hay que irse siempre al extremo”, planteó el exministro de Desarrollo Social en declaraciones a AM 530.
El exfuncionario puntualizó que “hay una sociedad agotada y cansada, que la pasa mal porque cuesta llegar a fin de mes”, razón más que suficiente para que los dirigentes busquen "apaciguar e intentar evitar estas situaciones”.
Los ejemplos de la historia
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Raúl Alfonsín, primer presidente de la recuperación democrática. (Foto: archivo)
Olvidó mencionar Duhalde que el primer intento de unidad nacional tras la recuperación de la democracia fue el de Raúl Alfonsín, quien llegó a soñar con un “tercer movimiento histórico” en el que confluyeran las expresiones populares del radicalismo y el peronismo.
Para eso concretó en un momento el nombramiento como ministro de Trabajo del justicialista ortodoxo Carlos Elvio Alderete, sindicalista de Luz y Fuerza. Aunque no logró domar la economía y sus ambiciones quedaron en un limbo.
La alquimia de combinar peronismo con radicalismo volvió a ser ensayada 20 años después, como en un laboratorio, por Néstor Kirchner, quien promovió la conformación de una línea interna del Frente para la Victoria llamada La Concertación Plural e integrada por radicales K. En esas filas se inscribía el nombre de un gobernador a quien la historia le tendría un lugar reservado: el mendocino Julio Cobos.
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Julio Cobos y su momento en la historia. (Foto: archivo)
El nuevo llamamiento de Duhalde podría ser incluido en esa tradición. El expresidente suele decir que implementó este modelo tanto en la intendencia de Lomas de Zamora como en sus dos gestiones como gobernador de la provincia de Buenos Aires, donde ofreció lugares del gabinete y butacas en los organismos de control a dirigentes de la oposición.
Difícil imaginar una integración así en tiempos de grieta. Como buen alfonsinista, Alberto Fernández quiso esa impronta para los comienzos de su gobierno, antes de que su gestión (y el país) se vieran afectados por las siete plagas de Egipto. Acaso esa oportunidad está perdida. El próximo llamado estará reservado al futuro.