historias

La reacción ante una derrota

Jonatan Viale
por Jonatan Viale |
La reacción ante una derrota

Tenía muchas ganas de charlar con ustedes. Siento que estamos viviendo un año de mucho aprendizaje para el país para la sociedad argentina para el fútbol para todos.

La sabia de mi familia era mi abuela Zulema. Ella decía que hay años que están hechos para ganar y hay años que están hechos para perder. El problema no es ganar o perder si no cómo te tomás la victoria o la derrota.

El problema son los giles que se creen reyes del mundo cuando ganan y destratan a los perdedores y el otro problema es cuando te convences de que una derrota política o futbolística es el fin del mundo.

¿Saben cómo nacen los tifones? La mitología nos cuenta que un Tifón era una divinidad griega muy primitiva, muy macho alfa que no pudo soportar la derrota de los titanes a manos de Zeus. Entonces se volvió, emergió del seno de la tierra, sopló con fuerza, destrozó todo. Incluso llegó a arrancarle los tendones hasta el mismísimo rey de los dioses, pero Zeus se recuperó y lo venció con bajo el Monte Etna.

La moraleja es que no podemos reaccionar como primates ante la derrota. La conclusión es que no podemos enloquecernos y sacar nuestra pulsión destructiva elemental cuando no llegamos al objetivo.

La cultura es el elemento distintivo del ser humano. La cultura es lo que nos hace distintos de los animales. La cultura nos permite entender que, salvo que está en riesgo nuestra vida, la derrota de mi club de fútbol, de mi partido político, de mi ideología no puede convertir mi vida en un infierno. Creo que el argentino tiene que aprender la catástrofe.

El kirchnerismo se había acostumbrado a ganar elecciones: 2003, 2005, 2007 y 2011. Hasta que se activaron las primeras señales de un fin de ciclo: la pelea con el campo, la Tragedia de Once, la muerte de Nisman, la pelea furiosa con el periodismo.

Entonces, llegaron dos derrotas consecutivas que sacaron al kirchnerismo del poder. Parecía que era el fin del mundo y la solución que encontraron fue intentar voltear a un gobierno electo democráticamente.

¿Qué pasó? En 2019 terminaron volviendo al poder. Pero estos cuatro años fuera de él resultaron un verdadero infierno (nunca soportan la derrota).

Algo similar pasó con el macrismo. Desde el 2007 hasta el 2015 se convirtió en una máquina de ganar elecciones. Ahora llegó el momento de perder. Macri no perdía una elección desde el 2003, hace 16 años, pero finalmente perdió.

Al principio reaccionó como un chico de cinco años cuando pierde en la Playstation, tiró la consola al piso, pataleó y le echó la culpa a los votantes. Con los días, parece haber sufrido un rapto de lucidez y encaminó la transición hasta cediéndole a Alberto Fernández el Congreso para el traspaso de los atributos de poder.

Es decir que Cambiemos fue desdramatizando su propia derrota y hasta saboreando el 40% de octubre.

Hablemos un poco de River. River se había convertido en una verdadera máquina de ganar con Gallardo en el banco. ¿Y que pasó? River perdió, no pudo ante el poderoso Flamengo.

¿Cómo se reacciona frente a la derrota? ¿De verdad vamos a hablar de fin de ciclo? ¿En serio vamos a liquidar a Pratto y a Pinola por los errores en los goles rivales? Estará en el hincha de River ser maduro, ser racional y poder mirar la película completa.

Pero en algún momento como sociedad, cómo hinchas, cómo periodistas tenemos que aprender a transmitir que la derrota no es el fin de mundo. Sin dudas, habrá muchas cosas para analizar en profundidad que hasta ahora eran tapadas por mieles de éxito.

El mensaje de fondo que intento discutir con ustedes, hoy es otro.

No busca ser de ninguna manera un elogio de la derrota. A todos nos gusta gastar. En el capitalismo nos preparamos para ser exitosos (acá no hay nadie ingenuo). No podemos convertir siempre la derrota en una catástrofe porque sino vamos a seguir viviendo la vida de manera dramática.

No puede ser que la vida en la Argentina sea una tragedia permanente. Nos gusta ganar, pero el gran desafío en la Argentina es aprender a no caer en la locura. En caso de que eso no suceda, no tiene que haber un helicóptero.

La vida es mucho más compleja que ganar o perder la Casa Rosada o la Copa Libertadores.