Por Facundo Garriz (*)
Por Facundo Garriz (*)
Creemos que el principal valor que un familiar nos puede garantizar es la confianza. Como si no hubiésemos visto una cantidad sobrada de series sobre empresas familiares donde se traicionan o de dinastías enteras que caen por peleas internas. No obstante, seguimos pensando que “alguien del riñón” es la opción correcta.
Y la verdad es que siempre hay alguno buscando una posibilidad de crecimiento, que terminó su carrera universitaria, que tiene ganas de un cambio o que se cansó de su trabajo de oficina. Pero cada uno de ellos tendrá sus sueños, sus gustos, sus preferencias e incluso, su formación, su experiencia y saberes; que por más increíbles que sean, la empresa no necesita.
Alguna vez estuve en esta situación. Y no fue difícil desde lo vincular, sino desde lo laboral. Porque lo que estaba haciendo no era elegir lo mejor para la empresa, sino tratando de ajustar la estructura a esa oferta que tenía.
Estaba reflexionando en la empresa como una entidad familiar. Un viaje al pasado de las dinastías monárquicas, pero con aires de capitalismo.
Para conseguir lo más parecido a una respuesta, me pregunté cómo es que yo había entrado en esta trama. Porque trabajar en la empresa familiar es una decisión que se hace a conciencia en algún momento de la juventud. Y yo la hice.
No porque necesitaban a alguien y yo tenía el perfil deseado, sino porque yo quería emprender y había algunas opciones en la cartera de inversiones en las que me podía sumar.
Ese fue el verdadero comienzo de la unidad de negocios gastronómica. Una nueva sociedad, un nuevo negocio, una nueva forma de hacer las cosas.
Analizando eso, entendí que cuando se trata de diversificar, de hacer crecer o de conquistar nuevas tierras, seguramente no haya mejor idea que hacerlo con la familia.
Pero cuando es momento de ordenar, de estructurar o profesionalizar, traer a alguien de afuera es una opción sana y que, muchas veces, trae mejores resultados.
Tengo que entender que la sociedad anónima no es una extensión vincular de la familia. Que ser hermanos o primos no nos hace socio. Porque en los negocios, estamos para otra cosa.
Y la confianza, esa que creemos que la familia garantiza, se combate con buenas prácticas y herramientas como el panel de control y objetivos smart que ya presenté en otras columnas.
Y habiendo entendido esto… me doy la bienvenida al mundo de conseguir esos perfiles. Algo que supongo, les contaré en la próxima columna.
(*) El autor es redactor de Somos Pymes y emprendedor.