- Traslado del cuerpo: si el deceso ocurre fuera de España, la Fuerza Aérea Española trasladará los restos a Madrid.
- Capilla ardiente: se instalaría en un lugar emblemático, posiblemente el Palacio Real, donde autoridades y ciudadanos podrían despedirse.
- Ceremonia religiosa: se celebraría una misa solemne en la Catedral de la Almudena o en otro templo de relevancia.
- Sepultura: aunque el deseo del emérito es El Escorial, podrían considerarse alternativas por cuestiones de espacio o decisiones políticas.
La posibilidad de un funeral de Estado divide a la sociedad. Para algunos, el papel de Juan Carlos I en la transición democrática justifica un homenaje oficial. Otros, en cambio, sostienen que los escándalos financieros y personales que marcaron sus últimos años son motivos suficientes para optar por una ceremonia más discreta.
Tanto el Gobierno como la Casa Real deberán encontrar un equilibrio entre el reconocimiento a su legado institucional y las demandas de transparencia que plantea la sociedad actual.
La preparación anticipada de este protocolo no es solo una cuestión organizativa: también es un acto cargado de simbolismo. Representa el cierre de una etapa crucial en la historia reciente de España y reabre el debate sobre cómo debe recordarse al rey emérito.