La serie coreana de Netflix que te hace pensar en el amor no necesita grandes giros para conmover. La ficción surcoreana Veinticinco, veintiuno, disponible en la plataforma, se convirtió en un fenómeno por varias razones.
Una serie coreana de Netflix te hace pensar en el amor con una mezcla de nostalgia, sueños y vínculos que emocionan. Por qué se convirtió en el mayor éxito de los últimos años.
La serie coreana de Netflix que te hace pensar en el amor no necesita grandes giros para conmover. La ficción surcoreana Veinticinco, veintiuno, disponible en la plataforma, se convirtió en un fenómeno por varias razones.
A diferencia de otras propuestas coreanas que abusan de las fórmulas repetidas, esta producción logra conectar con lo esencial: el deseo de seguir soñando, el amor que deja marca, aunque no dure y los vínculos que definen quiénes fuimos y quiénes queremos ser.
Ambientada a finales de los años 90, en un contexto marcado por la crisis económica asiática, la serie retrata la historia de Na Hee Do, una adolescente apasionada por la esgrima, y Baek Yi Jin, un joven cuya familia se desmorona tras la debacle financiera. Desde ese punto de partida, la narrativa se despliega como una carta agridulce sobre la juventud, la resiliencia y la esperanza. Y ahí está su magia: en la capacidad de tocar fibras profundas sin necesidad de subrayarlas.
Veinticinco, veintiuno pertenece a ese grupo de series coreanas que apelan a la nostalgia sin convertirla en un recurso vacío. El tiempo es parte de la estructura emocional: los recuerdos no son solo un fondo, son protagonistas. La historia viaja entre el pasado y el presente, y en ese vaivén logra reflejar lo que muchos han sentido alguna vez: ese miedo a perderse a uno mismo en el intento de sobrevivir.
En el mundo de los dramas coreanos, donde las producciones se suceden semana tras semana, no todas logran perdurar. Otras, como Veinticinco, veintiuno, trascienden porque apelan a lo más humano: el deseo de amar, de pertenecer, de seguir adelante aun cuando todo parece estar en ruinas.
No es una serie que necesite una segunda temporada. Lo que tenía que contar, lo dijo con claridad y sensibilidad. Y eso es, tal vez, lo más valioso: la certeza de que una buena historia no necesita prolongarse para ser inolvidable.