La cadena de desgracias no terminó ahí. Un hombre que había presenciado la caótica escena comenzó a sentirse mal. A pesar del shock, logró cruzar la avenida Rivadavia y pedir ayuda en una concesionaria de autos ubicada justo enfrente. Allí se descompensó. Fue asistido de inmediato por el personal médico que ya se encontraba en el lugar, pero sufrió un paro cardíaco y murió mientras era trasladado al hospital. Su identidad nunca fue revelada.
La historia se convirtió en noticia nacional. Clarín le dedicó a esta cadena de tragedias un lugar destacado en su tapa al día siguiente, con una crónica escrita por el periodista Enrique Sdrech.
La tragedia urbana, tan absurda como real, que parecía salida de un guion de cine, hasta el día de hoy sorprende a los que la escuchan por primera vez. No fue ficción, fue realidad.