“Ahí nos vamos de after a esa casa y mi amiga, cuidadosa, como que me dice ‘voy con vos al after’. Yo tipo, ‘sí, obvio, dale’. Nada, y la terminé invitando, terminó creciendo ahí por mí”.
El punto de quiebre llegó minutos después, cuando salió a fumar un cigarrillo. Al volver al interior del lugar, lo vio todo: su amiga se estaba llevando a su pareja al cuarto, de la mano, mirándola fijamente, con absoluta indiferencia por su dolor.
“Cuando entré, te lo estaba llevando ahí en mi cara. Y yo la miré… o sea, me miró y lo agarró y se fue de la mano al cuarto con él, mirándome a mí. ¡Mala, mala, mala!”
Ángela confesó que aquella noche fue devastadora. Lloró, se fue sin decir nada, y al día siguiente ni siquiera recibió una disculpa espontánea. Tuvo que ser ella quien tomara la iniciativa, pero no para pedir explicaciones, sino para mandar un texto aniquilador.
“Me fui llorando, triste. Tipo, corté esas noches que decís, ¿por qué a mí? Y al otro día, 5 de la tarde, no me mandaban disculpas. Dije ‘la voy a matar’. Armé un texto... yo te mando un texto y te arruino.”
El vínculo con ambos, por supuesto, se rompió. Y aunque pasaron los años, Torres dejó en claro que el perdón no llegó nunca verdaderamente. Sí recibió un mensaje largo, pero sin el arrepentimiento real que necesitaba escuchar.
“Era una relationship mal. Esta vez me dolió mucho y no creo... yo, que no soy una persona rencorosa, eso no creo perdonarlo. Pasa mucho. A los 3 años me contestó un mensaje muy largo. Un ‘perdón, obvio’. Y sí, porque si no hay un perdón… Muy ‘ay, no puedo creer. Yo nunca creí que podría hacer algo así’”.
“Mirá, saldría a decir el nombre, pero no lo voy a decir. Sí, sí, sí. Me dolió. Me dolió eso. Me dolió.”, indicó, aunque no lo hizo.