Fue en ese contexto cuando surgió la voz de Victoria Bonya, una celebridad de la televisión rusa, quien utilizó sus redes sociales y su espacio en los medios para insistir en que aún había esperanzas de rescatar a la montañista.
Victoria Bonya y su decisión de actuar
Bonya, de 45 años, no es ajena a la exposición mediática. Modelo, actriz y presentadora de televisión, es reconocida en Rusia por su participación en distintos programas de entretenimiento. Sin embargo, en esta ocasión dejó de lado su faceta de celebridad para convertirse en portavoz de una causa humanitaria.
“¡Natalia Nagovitsyna aún tiene una oportunidad! Lancemos el dron. No puedes dejarla. Es cuestión de vida o muerte. Guardé silencio durante cuatro días, pero ya no lo haré”, declaró en un video difundido por el medio ruso MSK1.
La conductora aseguró que había mantenido contactos con autoridades de Kirguistán para ofrecer colaboración directa en los operativos de rescate. Según su testimonio, estaba dispuesta incluso a financiar la misión con más de un millón de rublos, equivalente a casi 12.500 dólares.
La esperanza de las imágenes del dron
En su relato, Bonya reveló que se le informó sobre el uso de un dron que había sobrevolado la zona donde se encontraba la alpinista. De acuerdo con lo que narró, las imágenes mostraban a Natalia agitando la mano, lo que renovó las esperanzas de que estuviera con vida.
“Me contactaron y me dijeron que habían lanzado un dron. Había imágenes nítidas de Natalia agitando la mano; al séptimo día estaba llena de fuerza y vitalidad”, explicó.
Sin embargo, la situación se volvió más compleja cuando se le indicó que para continuar con las operaciones no bastaba un dron, sino que era necesario un helicóptero.
El ofrecimiento económico y la negativa oficial
Consciente de la urgencia, Bonya declaró que estaba dispuesta a invertir su propio dinero en el rescate. Según contó, había preparado una suma millonaria en rublos para costear tanto el uso de drones como el traslado aéreo.
Incluso planteó la posibilidad de utilizar el dron para enviar suministros de supervivencia a Nagovitsyna: una bolsa de dormir, carne seca y un quemador, con la idea de extender sus posibilidades hasta que pudiera organizarse una operación de rescate mayor.
Pese a su insistencia, la presentadora denunció que las autoridades no le permitieron concretar el aporte financiero. No dio detalles sobre los motivos, aunque dejó entrever que la burocracia y la falta de coordinación internacional habían frenado la iniciativa.
El contacto con Simone Moro
Uno de los momentos más llamativos de su relato fue cuando confesó haberse contactado con Simone Moro, un reconocido alpinista italiano con experiencia en rescates a gran altitud.
“Le dije: ‘Si te pidiéramos que salvaras a esta mujer, ¿vendrías?’. Y me respondió: ‘Sí’”, afirmó Bonya.
El interés en Moro no era casual. El italiano es considerado uno de los pocos montañistas en el mundo capaces de realizar operaciones de rescate en condiciones extremas, lo que aumentaba las probabilidades de éxito.
Según la conductora, ella estaba dispuesta a asumir todos los gastos logísticos, desde el traslado del especialista hasta el alquiler de un avión que un empresario de Kirguistán había puesto a disposición.
Dudas y controversias
Más allá de las intenciones de Bonya, el caso estuvo rodeado de controversias. Mientras ella insistía en que Natalia seguía con vida, otras fuentes oficiales aseguraban que las imágenes aéreas y térmicas no mostraban signos claros de supervivencia.
La presentadora expresó su desconfianza hacia las conclusiones del Ministerio de Situaciones de Emergencia de Kirguistán, que había difundido grabaciones captadas con cámaras termográficas. Según Bonya, esas imágenes eran poco claras: “La tienda de campaña parecía un simple punto naranja en la distancia”, cuestionó.
Su postura abrió un debate en redes sociales: ¿se trataba de una muestra de solidaridad real o de un gesto mediático para ganar visibilidad? Lo cierto es que su ofrecimiento fue ampliamente comentado y recibió tanto apoyo como críticas.
Una tragedia que conmueve
El caso de Nagovitsyna no es el primero que enfrenta a la comunidad montañista con los límites humanos y tecnológicos de los rescates en altura. Cada año, decenas de alpinistas quedan atrapados en condiciones extremas en el Himalaya, el Pamir o el Cáucaso, donde las operaciones se vuelven imposibles sin un alto riesgo para los rescatistas.
En este contexto, la aparición de una figura pública como Bonya llamó la atención por la determinación de poner dinero propio y contactos internacionales al servicio de una causa desesperada.
Más allá del desenlace —aún incierto al momento de sus declaraciones—, la historia puso sobre la mesa un debate sobre la responsabilidad de los Estados en la asistencia a sus ciudadanos en el extranjero y la necesidad de contar con protocolos internacionales más ágiles.
Entre la solidaridad y la polémica
La historia de Victoria Bonya es, al mismo tiempo, la de una mujer que se negó a mirar hacia otro lado. Mientras muchos daban por muerta a la alpinista, ella insistió en que aún había una posibilidad.
Consciente de que su voz pública podía generar impacto, grabó videos, mantuvo reuniones y hasta buscó aliados en el extranjero. Su propuesta de financiar la misión demostró que, al menos desde lo económico, estaba dispuesta a hacer lo necesario.
Sin embargo, la falta de coordinación internacional, los permisos oficiales y la complejidad técnica terminaron frustrando el operativo que nunca llegó a concretarse.