“No tengo trabajo fijo. Yo hago colitas, almohadas, peluches... todas cosas de manualidades. Lo que más hago son las colitas y las almohadas, pero a veces no tengo materiales para trabajar”, explicó.
Su rutina es tan desgastante como inquebrantable: cuando puede, sube a los trenes, recorre los vagones y ofrece sus productos “a voluntad”. Es decir, la gente paga lo que puede o quiere.
“Tengo muchos años en los trenes. Hace montones que estoy”, contó, como para dejar en claro que su esfuerzo no es reciente, sino una constante desde hace más de una década.
De Paraguay a Buenos Aires: 16 años de lucha
Con una tonada dulce y característica, Elsa aclaró que no es porteña. “Soy de Paraguay”, dijo, provocando que Novaresio le preguntara cuánto tiempo hace que vive en la Argentina. La respuesta fue inmediata: “Ya va a ser 16 años”. Llegó buscando una vida mejor, como tantas personas que migran dejando atrás su tierra, sus costumbres y hasta parte de su familia.
La viudez llegó cuando menos lo esperaba, dejándola sola ante una realidad que ya de por sí era compleja. “Me hice cargo de mis seis hijos”, contó, aunque después aclaró que son siete, pero que en ese momento estaba pensando en los cinco más chicos, que son los que requieren más atención.
Sin trabajo pero con sueños: “Quiero que mis hijos estudien”
Cuando Novaresio le preguntó qué trabajo le gustaría tener, Elsa no dudó: “Me encanta hacer almohadas, me encanta la costura... Me reencanta”. Lo dice con la pasión de quien ve en su oficio no solo un modo de ganarse la vida, sino una posibilidad de transformar su futuro.
Su gran sueño no tiene que ver con ella misma, sino con sus hijos. “Quiero que sigan estudiando, como lo hacen, que sean alguien en la vida. Que no pasen por lo que yo pasé, que tengan un futuro mejor”, dijo entre lágrimas.
Sus hijos, según relató, son estudiantes responsables y deportistas entusiastas. Les encanta el fútbol y destacan en cada equipo en el que juegan. “Se quedan impactados los que les enseñan, porque enseguida aprenden”, contó, con el orgullo de madre que no se puede ocultar.
“Yo pido en los trenes porque no tengo otra opción. A veces me dan trabajo por día, pero no es algo que me permita sostenerme. Hago lo que puedo con lo que tengo”, relató.
A pesar de todo, Elsa se muestra fuerte. “No me puedo caer porque mis hijos dependen de mí”, dijo.
Una posible oportunidad: un taller de costura
Al final de la entrevista, Luis Novaresio y el resto del equipo de A24 comenzaron a pensar en cómo ayudarla. Surgió la idea de que Elsa pueda formar parte de algún taller de producción artesanal vinculado a la “Casa de Luz”. “Tal vez podemos armar un taller de peluches, de almohadas, un taller de costura...”, sugirió el periodista.
“Gracias, muchas gracias”, respondió Elsa, emocionada.
Al cierre de la entrevista, Novaresio le envió un mensaje: “Te mando un beso enorme, Elsa. Ojalá que pronto podamos darte una buena noticia”. Elsa, por su parte, solo tuvo palabras de agradecimiento: “Muchas gracias, de corazón”.
Mientras tanto, ella seguirá haciendo lo que sabe y ama: confeccionar a mano almohadas, peluches y colitas, y recorrer los trenes de Buenos Aires en busca de una ayuda que le permita sostener lo que para ella es lo más importante: el futuro de sus hijos.