La crisis de los repelentes está alcanzando niveles alarmantes, sobre todo ahora que los mosquitos han desarrollado resistencia a los insecticidas, tal como lo señalaron investigadores del CONICET.
La demanda de repelentes se dispara tras la crisis del año pasado, generando tensiones entre el gobierno y S.C. Johnson, principal fabricante. ¿Estamos perdiendo la batalla contra el dengue?
La crisis de los repelentes está alcanzando niveles alarmantes, sobre todo ahora que los mosquitos han desarrollado resistencia a los insecticidas, tal como lo señalaron investigadores del CONICET.
Este fenómeno está complicando la lucha contra el dengue, y provoca un aumento en la demanda de repelentes, generando tensiones entre el gobierno y S.C. Johnson, uno de los principales fabricantes del mercado.
Aunque los repelentes siguen siendo una herramienta útil para protegerse de los mosquitos, las autoridades enfrentan un desafío importante para controlar la situación, especialmente en verano, cuando los mosquitos Aedes aegypti, transmisores del dengue, se vuelven más activos.
La crisis que afectó el suministro de repelentes el año pasado tuvo un impacto directo en el mercado actual. La demanda de repelentes aumentó drásticamente debido al temor de la población a los brotes de dengue y otras enfermedades transmitidas por mosquitos.
El gobierno de Javier Milei reclamó una respuesta más rápida por parte de las empresas para garantizar que los repelentes lleguen a todos los sectores de la población. Esto generó un debate sobre la capacidad de la industria para cubrir la creciente demanda. Mientras la pelea por el abastecimiento continúa, la población busca alternativas para protegerse, aunque no todas son igual de efectivas.
Los científicos explican que la resistencia de los mosquitos es el resultado de la exposición continua a los insecticidas a lo largo del tiempo. Los productos que antes resultaban letales para las poblaciones de mosquitos ahora tienen un impacto mucho menor, lo que permite que sobrevivan y sigan reproduciéndose. Este fenómeno pone en peligro los esfuerzos de control de vectores y deja a la población más vulnerable ante posibles brotes.
Ante este panorama, los expertos sugieren que es crucial diversificar las estrategias de control, combinando el uso de insecticidas con otras medidas, como el control biológico, la eliminación de criaderos y, por supuesto, el uso adecuado de repelentes para la protección individual.