HISTORIAS

Luquitas Rodríguez y la historia de una amistad entre el Papa Francisco y Jorge Luis Borges

El streamer Luquitas Rodríguez le preguntó al Papa Francisco por el arte y la respuesta de Francisco incluyó un poema de Borges. La historia de una amistad poco conocida.

Diego Geddes
por Diego Geddes |
Luquitas Rodríguez y la historia de una amistad entre el Papa Francisco y Jorge Luis Borges

En las últimas horas se conoció un video del Papa Francisco recitando un fragmento de poema de Jorge Luis Borges.

Sólo una cosa no hay. Es el olvido.

Dios, que salva el metal, salva la escoria

y cifra en su profética memoria

las lunas que serán y las que han sido.

La original respuesta tuvo que ver con una pregunta que le hizo el reconocido streamer Luquitas Rodríguez sobre el arte y el sentido de la existencia.

Esta fue la pregunta que trajo esta historia no tan conocida.

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El arte te abre horizontes”, respondió Francisco. Y agregó: “La matemática te ayuda a los conceptos firmes, te ayuda a progresar. La filosofía te va abriendo diversas formas de pensamiento. El arte te tira adelante, te libera y te ensancha el corazón. Te hace comprender tantas cosas”.

Ese fue el momento en que recurrió a la poesía de Borges, una de las más conocidas, sobre todo por ese primer verso: "Solo una cosa no hay, es el olvido".

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Jorge Luis Borges fue enterrado en Ginebra

Jorge Luis Borges fue enterrado en Ginebra

Después de los aplausos, el Papa Francisco agregó: “Recuerdo en casa mi papá. Algunas noches de chico nos leía ‘Corazón’, de Edmondo de Amicis, y eso me fue introduciendo en la literatura. La abuela muchas veces nos hacía repetir de memoria trozos de ‘Los Novios’. Me los acuerdo todavía. Es la introducción al arte”.

El arte te abre y te abre mucho, te hace comprensivo y te aligera el corazón”, dijo en la parte final de su respuesta.

Lo que pocos sabían es que Borges y Bergoglio tuvieron un vínculo muy cercano en los años 70.

Parte de la historia fue contada por el periodista Roberto Alifano, que fue muchos años colaborador de Borges.

"En lo personal, diré que fui testigo de algunos encuentros entre estos dos amigos. Se daban, por lo general, durante la mañana; el padre Bergoglio lo visitaba seguido y en algunas ocasiones yo los acompañaba a almorzar en la Cantina Norte, un restaurante que estaba a la vuelta del departamento de Borges. Era toda una experiencia escuchar esos diálogos enriquecedores, que podían abarcar cualquier tema que los llevara al entendimiento o la disidencia", señaló Alifano en una nota publicada en Infobae.

El origen de la amistad está centrada en los años 60. Bergoglio, aún no ordenado sacerdote, le propuso dictar un seminario sobre “El Martín Fierro y la literatura gauchesca” en el colegio Inmaculada Concepción, donde se desempeñaba como profesor de literatura, relató Alifano.

Sobre los años en que empezó a forjarse la relación, Alifano relata:

"Borges se refirió a otro sacerdote que también lo visitaba bastante seguido, y era nada más ni nada menos que Jorge Mario Bergoglio. 'Con el jesuita (por Bergoglio), que es ingeniero químico y muy buen lector, nos entendemos mejor -diferenció Borges-; él enseña literatura y ha incluido mis textos en sus clases, lo cual me parece un poco exagerado. Yo trato de disuadirlo y le repito que lo mío no tiene ningún valor, que son una sarta de borradores, pero no me hace caso… Dejando de lado este detalle, el padre Bergoglio es una persona inteligente y sensata; con él se puede hablar de cualquier tema: de filosofía, de teología, de política. Pero hay algo que me alarma un poco; he observado que tiene tantas dudas como yo. Lo cual no sé si está bien en un religioso. Mi madre se hubiera horrorizado de una cosa así. Pero quizá no es tan raro si tenemos en cuenta que se trata de un jesuita -y concluyó Borges, apoyándose en su bastón, con una sonrisa contagiosa-. Claro, esa gente es históricamente transgresora y hasta tiene sentido del humor, además de manejar conceptos que en algunos casos difieren de las otras congregaciones de la Iglesia”.

Queda para el recuerdo también algo que Bergoglio contaba con orgullo. En uno de esos encuentros, antes de las clases, Borges le pidió que lo afeitara. “¡Qué me cuenta, Alifano, fui nada menos que el barbero de Borges! ”, exclamaba Bergoglio con orgullo.

Muchos años después, desde el Vaticano, sigue citando a su viejo amigo.