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Miedo, angustia y la necesidad de volver a casa: cómo cambió la vida de los chicos en Gesell a una semana del crimen de Fernando

Susana Tonelli
por Susana Tonelli |
Miedo, angustia y la necesidad de volver a casa: cómo cambió la vida de los chicos en Gesell a una semana del crimen de Fernando

La muerte de Fernando Báez Sosa alteró de manera irreversible el clima de vacaciones en la ciudad de Villa Gesell. Nunca un hecho policial causó "semejante consternación", tanto en los turistas como en los habitantes locales.

No sólo los padres de los chicos que veranean en la localidad balnearia "viven con angustia" el crimen del joven a manos de un grupo de 10 rugbiers, sino que son muchos los jóvenes que han decidido poner fin a su descanso y regresar antes a casa.

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El municipio prohibió el consumo de alcohol en la vía pública y en las playas.
El municipio prohibió el consumo de alcohol en la vía pública y en las playas.

Lo que prima es el miedo a las peleas callejeras, a las agresiones a toda hora del día por cualquier motivo y en cualquier lugar. La suspensión de la venta de alcohol en la vía pública frenó el consumo en las playas y, con ello, sumó descontento entre los jóvenes que vieron afectado su “pasarla bien” porque la ciudad ahora tiene controles más estrictos, que quizás podrían haber evitado varios episodios violentos.

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Tras el crimen aumentaron los controles de prevención.
Tras el crimen aumentaron los controles de prevención.

Ignacio Dana tiene 18 años, juega al fútbol en Hebraica y era su primera vez en Villa Gesell, a la que llegó hace una semana con sus amigos del club. En diálogo con A24.com señaló: “Cuando nos enteramos lo que pasó, la gente tenía más miedo y en la calle te pedía disculpas por todo. Por ejemplo, si sin querer te rozaban al pasar”.

De un día para el otro, la alegría de veranear con amigos y la libertad de estar solos sin los padres devino en "la necesidad de sentirse protegidos". Ignacio confiesa que en varias oportunidades "tuvimos miedo de caminar por la calle" y que decidieron ir todos juntos, todo el tiempo, por las dudas de que fueran atacados por alguien. En ese contexto, del mismo modo que lo hicieron muchos otros, decidió adelantar el fin de las vacaciones.

Matías, uno de los jóvenes que participó de la primera ronda de reconocimiento de los acusados, aseguró que lo que pasó fue "la gota que colmó el vaso, de días y días de descontrol sobre la avenida o a la salida de los boliches".

"Es una sensación fea, porque venís a pasarla bien y terminás con ganas de volverte a tu casa" aseguró el joven, quien no duda que a Fernando lo mataron.

Alejandro, que veranea en Gesell desde que era chico y es padre de dos hijas, una de ellas adolescente, cuenta que jamás vivió algo así. "Ni bien nos íbamos enterando de lo que había pasado, se notaba la tristeza en el rostro de la gente".

La semana posterior al crimen arrancó con una marcha de silencio entre 3 y 102 y muchos comercios cerraron sus puertas en señal de duelo.

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Una postal de la marcha del silencio realizada en Gesell para pedir justicia por la muerte de Fernando.
Una postal de la marcha del silencio realizada en Gesell para pedir justicia por la muerte de Fernando.

En lugar de descansar la cabeza y alejarse por unos días de las noticias, el tema arrasó los ánimos y el debate llegó a las mesas, con otros padres: se habla del miedo a dejarlos ir solos de vacaciones o del alcohol en las "previas".

Para Alejandro, ese es un tema que lo enoja: "No entiendo a los padres que aceptan y convalidan que sus hijos vayan borrachos a los boliches, como si formara parte de una obligación de algo que tiene que ser así, sin asumir los riesgos a los que se someten".

Este comienzo de 2020 le quitó al verano su lógica liviandad y nos interpela con un tema profundo, con tantas aristas a tratar como los actos de violencia que se replican en videos ante nuestra mirada curiosa y descreída.

Hace unos días, el papá de Fernando Báez Sosa decía: "No quiero que la muerte de mi hijo sea en vano". Lamentablemente, como tantas otras veces, la sociedad argentina muestra que necesita un desenlace fatal para comenzar a pensar qué falta para madurar y saber cómo se perdió la consideración hacia el otro. O peor aún, cómo se extravió esa palabra casi en desuso: el respeto.