Música

Sin Syd Barrett no habría Pink Floyd

Hace 15 años murió Barrett, el cerebro detrás de Pink Floyd. Armamos un repaso sobre su vida, su psicodelia y su locura
Kristel Freire
por Kristel Freire |
Sin Syd Barrett no habría Pink Floyd

Se lo llevó un cáncer de páncreas. Hubo lágrimas y palabras para el genio que creó Pink Floyd. También hubo olvido. Durante años, Syd estuvo fuera del ojo público, dando vueltas en su propia cabeza, creando en su propio mundo. Los que llegaban vírgenes a las canciones del grupo inglés desconocían la existencia de este dios de la psicodelia. Barrett fue lo que quiso: un poeta maldito.

Lo perseguía la muerte, hace 15 años lo alcanzó. ¿Fueron las drogas? Tal vez. Barrett era adicto al LSD, pero su comportamiento nervioso, errático iba más allá de los alucinógenos. El arte estuvo en él desde el principio y la muerte de su padre lo marcó como marcan los acontecimientos importantes a los artistas entrañables. Barrett, siendo niño, dirigía conciertos sinfónicos en su cabeza. Su papá le seguía el juego, tocaba el piano. Eran un equipo. Lector de literatura fantástica y novelas de aventura. Llevaban en su espalda la tristeza de no poder regresar a su infancia y eso lo consumió. En la revista American Journal of Psychiatry, el Dr Paolo Fusar-Poli escribió un artículo sobre Syd Barret en el que concluye que tuvo psicosis.

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Syd vivía en varios mundos y de allí venía su grandeza. Fundó Pink Floyd con su amigo de la secundaria Roger Waters y aprendió de David Gilmour a tocar la guitarra. Gilmour fue quien lo reemplazó cuando la banda decidió echarlo después de varios episodios psicóticos que colmaron la paciencia del mánager de la banda. ¿Una traición? Ni Waters ni Gilmour dejaron de recordar a Barret, de hecho en su cuenta habían 2 millones de dólares el día de su muerte. Las regalías de la banda seguían llegando aunque Barrett dejó de formar parte de Pink Floyd en 1968.

Wish you were here es un homenaje al genio creador y al poeta. Es sublime, pero no le hace ley. Barrett no quería un protagónico, quería un soporte, amigos que fueran pilares que no huyeran de él. Pero esos son sacrificios que no todos pueden hacer. El hombre que influenció a David Bowie quedó solo frente a un mundo que no le era cercano. Se apagó.

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Murió de cáncer de páncreas a los 60 años. En silencio. Como si después de la gloria, la música, de See Emily Play, The scarecrow y Octopus, lo único que tuviera para decir fuese una hoja en blanco.

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