Según trascendió, la decisión de Russo responde exclusivamente a una cuestión futbolística. Rojo llegó al certamen internacional en buena forma física, tras varios meses complicados por lesiones, pero no fue tenido en cuenta. En este contexto, una salida anticipada de Boca no parece descabellada.
En ese escenario, un eventual regreso a Estudiantes —club con el que fue campeón de la Copa Libertadores en 2009— podría haberse presentado como una opción natural. Sin embargo, el comunicado simbólico de la barra parecería clausurar cualquier tipo de acercamiento.
Silbidos, cantos y un vínculo roto
Las muestras de rechazo no son nuevas. En cada visita de Rojo con Boca al estadio UNO, el clima fue hostil. Silbidos, abucheos y hasta cantos de “el que no salta es un traidor” fueron parte del repertorio que dejó en claro el malestar de los hinchas con su decisión de vestir la camiseta azul y oro.
Ni siquiera el respaldo público de Juan Sebastián Verón, quien compartió equipo con Rojo y mantiene una buena relación con él, logró apaciguar los ánimos. El jugador ha hablado bien de Estudiantes cada vez que pudo, pero los seis meses de su último paso por el club —casi sin jugar por lesiones— y su posterior fichaje en Boca son heridas que siguen abiertas.
Un cierre sin reconciliación
A falta de confirmaciones sobre su futuro inmediato, lo cierto es que Rojo parece tener las puertas cerradas tanto en Boca como en Estudiantes. A pesar de su trayectoria y experiencia internacional, las decisiones pasadas siguen marcando su presente.
Por ahora, el defensor deberá esperar nuevas oportunidades y definir si continuará en el fútbol argentino o buscará nuevos horizontes. Lo que está claro es que, al menos para un sector importante del pueblo pincharrata, el ciclo de Marcos Rojo en Estudiantes está más que terminado.