De todas maneras hay cuestiones insostenibles en el tiempo: hay empresas fuertemente afectadas por las trabas a las importaciones que, si no les habilitan compras de divisas, frenan la producción y comienzan a suspender personal.
Es lo que está aconteciendo en fabricantes de motos, de electrodomésticos, automotrices y con aquellas empresas en general que requieren de insumos importados para producir localmente.
La intención oficial es seguir restringiendo hasta que lluevan los dólares de los exportadores de soja. ¿Habrá diluvio o será una simple llovizna?
Los precios de los granos aumentaron un promedio de 50% en dólares con la soja cuyos futuros en abril de 2020 se operaban a u$s 331 y ahora se ubican en u$s 514.
El maíz pasó de 147 a 216 dólares y el trigo de 150 a 235 dólares. La cosecha actual será 10% menor a la del año pasado pero claramente con mejores precios.
Así el productor obtiene un diferencial de cerca del 40% frente a lo sucedido el año pasado. Acaso sean estos números los que hayan disparado la voracidad oficial impositiva amenazando con subir las retenciones al campo. Aunque luego de la reunión de ayer con el presidente Alberto Fernández esa idea habría quedado desactivada.
¿Venderán toda la cosecha los productores? Imposible que suceda con las expectativas de devaluación existentes tras las elecciones. Al hombre de campo le interesa vender trigo, maíz y girasol antes que la soja.
Lo que está a la vista es que el gobierno tiene a su alcance la llegada a las elecciones de octubre sin sobresaltos cambiarios, manteniendo el actual ritmo de devaluación.
Puede haber ruido con las negociaciones con el FMI pero el vencimiento clave en ese sentido lo tiene en septiembre cuando hay que oblar 1.800 millones de dólares para evitar un default.
Pero mantener estable el tipo de cambio no significa que la actividad económica se recupere fuerte o que se reduzca el desempleo.
Tampoco significa que la inflación se aminore. En la medida en que los agentes económicos perciban que tras las elecciones habrá una devaluación, entonces la presión inflacionaria persistirá.
¿Bastará la estabilidad cambiaria para ganar elecciones? Dependerá de cuán alta se mantenga la inflación o cómo se desenvuelva el mercado laboral.
El 2021 podría ser tranquilamente otro año en el que caiga el salario real en la Argentina. Pero dado que estimar lo que sucederá dentro de tres meses en la Argentina es casi ciencia ficción, la concreto es que el BCRA está atravesando el verano sin oscilaciones cambiarias relevantes, aunque con empresas al borde del freno de producción por la falta de insumos.
La línea de llegada está marcada en el 31 de marzo cuando comienzan a caer los dólares de los exportadores de soja. Llovizna o diluvio, esa es la cuestión.