Lo que se pensaba que era un fantasma que habitaba en la misma casa de los Oesterreich, en realidad resultó ser un ser humano. Otra historia impactante con un desenlace trágico donde conviven el amor, el sexo y el crimen.
Lo que se pensaba que era un fantasma que habitaba en la misma casa de los Oesterreich, en realidad resultó ser un ser humano. Otra historia impactante con un desenlace trágico donde conviven el amor, el sexo y el crimen.
En 1918 el millonario y empresario Fred Oesterreich dormía en su casa de Milwaukee, en Estados Unidos. Pero le costaba conciliar el sueño. Siempre tenía la sensación de que un fantasma vivía allí.
Fred era dueño de una fábrica de delantales y Walburga Korschel de Oesterreich (también conocida como Dolly) era su esposa, una joven de origen alemán. La preocupación lo persiguió a Fred durante años y no podía descifrar la verdadera causa de los ruidos que escuchaba desde el altillo. Fred, un poco Ingenuo, solo pensaba que se trataba de fantasmas dentro de su propio hogar.
Un día, el periódico LA Times publicó la salvaje historia de Dolly Oesterreich. "La ama de casa casada con un famoso empresario", decían las noticias. Vista por fuera, la vida de Dolly parecía ser perfecta. Sin embargo, en su interior se escondía una verdadera tragedia que en algún momento iba a trascender. Y sería inminente.
En la mansión de los Oesterreich, no todo era oro lo que se relucía. Fred Oesterreich tenía grandes problemas con el alcohol y grandes muestras de violencia de género con Dolly. Y ella se cansó de esos malos tratos.
Un día le pidió a Fred que enviase a casa a un empleado de su fábrica textil para que arreglara la máquina de coser. Y cuando Otto Sanhuber, un joven de 17 años especialista en el arreglos de máquinas de cosas, llegó a la casa, Dolly, de 33 años, le abrió la puerta y lo cautivó para siempre. Cuando le abrió, ella lo estaba esperando con una bata de seda. Y no precisamente por el arreglo de la máquina.
Desde ese día, nació una relación de deseo permanente que unió a Dolly y a Otto durante más de una década. Al principio de la relación, la pareja se juntaba en diferentes hoteles de la ciudad. Después de un tiempo, tuvieron menos cuidados y directamente comenzaron a encontrarse en la casa de los Oesterreich. Los encuentros fueron tan seguidos que los curiosos vecinos alertaron a Fred sobre el asunto.
Cuando Fred preguntó a Dolly sobre su sospecha, ella se excusó afirmando que Otto era algo así como un “medio hermano vagabundo". Para extinguir las sospechas de su marido y sus vecinos, Dolly elaboró un plan que lo llevó a la perfección. Un día trasladó a su amante al altillo de la casa.
En la habitación del ático, solo había una cuna y un amplio escritorio. La idea de vivir ahí fue bien recibida por Otto. Es que el joven amante no tenía familia ni lugar para vivir. Incluso él mismo confesó ser esclavo sexual de Dolly tiempo después. Según las noticias de la época, Otto llegó a comparar la relación que mantuvo con Dolly como el vínculo que existiría entre una madre y un hijo.
En el altillo, Otto pasaba mucho tiempo en soledad y usaba su creatividad para escribir historias de sexo y asesinatos. Su vocación y su entusiasmo lo llevaron a publicar algunas novelas bajo un pseudónimo. Eso sí, todo lo hizo con la ayuda de Dolly, que se encargaba de enviar sus historias a las distintas revistas de la ciudad.
Hay preguntas de la historia que surgen de inmediato: ¿Cómo es posible que el marido de Dolly no escuchase a Otto viviendo en el altillo durante tanto tiempo? Pero Fred comenzó a escuchar cada vez más ruidos que llamaban su atención. Hasta llegó a sospechar el motivo por el que desaparecían sus cigarros. Un día reconoció que llegó a ver sombras en la noche que pasaban por la puerta de su habitación.
La idea se impuso con presencia. Fred estaba enloqueciendo y quería escapar de ahí. Escapar de esos propios “fantasmas” que solo estaban en su mente. Y en el altillo.
Tan fuerte fue esa idea, que un día decidió mudarse a Los Ángeles. Lo que no sabía Fred, era que el “fantasma” seguiría sus pasos. Donde fuera Dolly, iba su amante.
Dolly estuvo de acuerdo con la mudanza. Eso sí, siempre con una única condición: que siempre la casa nueva tuviera un altillo. A pedido de Dolly, Otto se dirigió a Los Ángeles y se instaló en el altillo de la casa nueva antes de que llegara el matrimonio. Pero las cosas no salieron como esperaba ni cómo las había planificado en su mente.
En 1922, casi 10 años después de que Otto viviera en el altillo, los Oesterreich tuvieron una feroz discusión. Otto se preocupó por la salud de Dolly y bajó corriendo sin importarle las consecuencias. En su mano llevó uno de los rifles de Fred, que cuando vio a Otto en su nuevo hogar, alteró su ira. Fred se le fue encima, aunque los tres disparos de Otto en el pecho fueron letales. De inmediato, todo se llenó de sangre. Y ahí empezó otra historia.
Dolly y Otto diseñaron otro plan para la ocasión: fingir un robo. Con ese objetivo, Dolly se escondió en un placard y le pidió a Otto que la encierre. Luego tomó el reloj de diamantes de Fred y se retiró al altillo. Otto escondido y Dolly gritando y pidiendo ayuda. Así plantearon el escenario.
Lo insólito de la situación fue que la policía creyó en la veracidad de los hechos. El reloj “robado” les valió como prueba para el robo y no había ninguna razón para creer que Otto había asesinado a Fred. Después de la tragedia, Otto y Dolly se mudaron a una nueva casa. Como de costumbre, Otto siguió viviendo en el altillo para mantener en secreto su relación.
El deseo sexual de Dolly parecía no tener fin, tanto fue así que ahora que podía disfrutar de Otto tanto como quería. Pero se sintió enamorada por su abogado, Herman Shapiro. Y como muestra de amor, Dolly le regaló el reloj de diamantes “robado” que perteneció a su difunto marido. Con esa acción pretendía tenerlo.
Recordando la historia del robo, Herman le preguntó cómo había conseguido el reloj. Ella se quedó en silencio, pero después contestó que lo había encontrado bajo un cojín tras la muerte de Fred y que no vio la necesidad de alertar a la policía. Esa misma noche, Dolly, invitó a un tercer amante, Roy Klumb, para que sacara las armas del asesinato.
En 1923, Dolly y Roy tuvieron una ruptura y ella fue delatada a la policía. Tras su arresto, surgió la duda de cómo pudo haberse encerrado en el armario ella sola.
Debido a que no podría estar en casa durante las audiencias de la Corte, Dolly le pidió a Herman que le llevara comida a su "medio hermano vagabundo" escondido y que por favor le llevara algo para comer. Otto estaba contento de encontrarse a otro ser humano luego de tantos años de encierro. Y comenzó a hablar con el destinatario equivocado. Le habló sobre su relación de sexo con Dolly. Y las cosas comenzaron a articularse mejor en la mente de Herman. En lugar de delatar a Dolly, Herman sacó a Otto de la casa y huyó a Canadá.
El Tribunal no condenó a la mujer, y Herman mantuvo en secreto la confesión de Otto, al menos hasta que se pelearon en 1930. Aprovechando que Otto había regresado a Los Ángeles, Herman los delató. De esa manera Otto y Dolly fueron arrestados inmediatamente.
El jurado encontró a Otto culpable de homicidio. Sin embargo, según la ley vigente, el delito prescribía a los siete años. En ese momento habían pasado ocho desde el crimen. Otto y Dolly quedaron en libertad. La historia dice que Dolly volvió a casarse con un hombre con el que vivió durante 30 años. De Otto nunca más se supo nada.