“Justicia sería que esté presa, o al menos saquen su registro, que no lo vuelva a tener nunca más. Para que no vuelva a suceder”, sostuvo Carmona. Y concluyó: “Para nosotros salir alcoholizada, es más a tanta velocidad, es salir a matar”.
Quién era el hombre que murió
Ramón Oscar Olivera tenía 49 años y una rutina que repetía casi sin variaciones desde hacía tiempo. Salía de madrugada, cuando todavía la mayoría dormía, para emprender un largo viaje desde Grand Bourg hasta Nordelta. Tres colectivos, una caminata final y el encuentro con un compañero de trabajo marcaban el inicio de cada jornada laboral. Ese recorrido cotidiano, atravesado por el esfuerzo y la constancia, fue el mismo que terminó de manera trágica este domingo por la mañana, cuando fue atropellado mientras iba a trabajar.
Nacido en Corrientes, Ramón había construido su vida lejos de su provincia natal. Como tantos otros, migró en busca de oportunidades laborales y se afianzó en el conurbano bonaerense, donde se dedicó durante años a tareas de mantenimiento general.
Albañilería, pintura, plomería y jardinería: hacía de todo. Sus familiares lo describieron como un trabajador incansable, de jornadas largas, que podía extenderse entre 13 y 15 horas diarias.
En los últimos meses, su vida personal había tomado un giro que lo llenaba de ilusión. A mediados de este año conoció a Paola, su pareja, con quien rápidamente decidió proyectar un futuro. A los pocos meses de relación, ella quedó embarazada.
Ramón esperaba con entusiasmo la llegada de su primer hijo, una noticia que compartía con orgullo y emoción con su entorno más cercano.
Su mujer cursa el tercer mes de embarazo. Además de la paternidad, Ramón tenía otro motivo para celebrar: el próximo 7 de enero iba a cumplir 50 años.
Según contaron sus familiares, estaba organizando un festejo especial, una celebración doble que combinaba el cambio de década y la llegada de su primer hijo. Esos planes quedaron abruptamente truncos.
Una vida sencilla, marcada por el trabajo
Quienes lo conocieron coinciden en que Ramón llevaba una vida sencilla. Era hincha de River, tenía 15 hermanos y un fuerte vínculo con su familia. A pesar de las distancias y de las obligaciones laborales, mantenía contacto permanente con ellos. Marta, una de sus hermanas, fue quien se acercó al lugar del accidente tras enterarse de la tragedia.
“Mi hermano era mi otra mitad. Vital, sano, lleno de proyectos”, expresó con dolor. En medio del shock, describió la escena que encontró: las pertenencias de Ramón desparramadas sobre el asfalto, su abrigo, el celular, los anteojos, los cigarrillos. “Hizo todo bien. Trabajaba sin parar, estaba esperando su primer bebé. Nos robaron la vida a todos”, dijo.
Ramón vivía en la casa de su pareja en Grand Bourg. Desde allí salía cada madrugada para cumplir con su jornada laboral en Nordelta. El trayecto no era corto ni sencillo, pero jamás se quejaba. Para él, el trabajo era una prioridad y también la forma de sostener el proyecto familiar que acababa de empezar.
El último viaje
La mañana del domingo, cerca de las 7, Ramón caminaba por el Corredor Bancalari, a la altura del barrio privado Santa Bárbara, cuando fue atropellado por una camioneta Jeep Renegade. El impacto fue fatal. La conductora dio positivo en el test de alcoholemia y quedó imputada por homicidio culposo.
El hecho quedó registrado por una cámara de seguridad y es parte de la investigación judicial en curso. Sin embargo, para la familia y quienes lo conocieron, el eje está puesto en la historia que quedó inconclusa: la de un hombre que trabajaba desde la madrugada, que esperaba ser padre por primera vez y que estaba a punto de celebrar un nuevo capítulo de su vida.