“Controlamos todo minuciosamente ya que puede haber sorpresas. Registrando un paquete, personal penitenciario detectó un aparato de telefonía celular, una plaqueta cargador y un cable USB ocultos en recipiente de plástico que contenía fideos”.
El organismo confirmó que los dispositivos fueron incautados y que la causa quedó a disposición de la Fiscalía de turno, que deberá investigar quién fue el responsable de intentar introducir los elementos y con qué fin.
El caso del celular dentro de los fideos no es un hecho aislado. Por el contrario, se suma a una serie de episodios recientes en diferentes unidades penitenciarias de Córdoba. Según fuentes oficiales, los intentos de ingreso de celulares, drogas u otros elementos prohibidos son frecuentes, y las estrategias van desde la improvisación hasta el diseño de escondites sofisticados.
En la cárcel de Río Cuarto, por ejemplo, dos personas a bordo de una moto fueron sorprendidas arrojando un paquete al interior del penal. Al abrirlo, los guardias encontraron varios celulares listos para ser distribuidos entre los internos.
Estos episodios muestran que el contrabando penitenciario no solo depende de la creatividad de los visitantes, sino también de la coordinación con los reclusos, que esperan recibir los elementos como parte de redes internas de comunicación o consumo.
El hallazgo del celular escondido en fideos se produjo apenas una semana después de que otra maniobra fuera descubierta en el Establecimiento Penitenciario Nº 5 de San Francisco. En esa ocasión, una mujer intentó ingresar cocaína oculta en sus zapatillas.
La sospechosa fue sometida a una revisión con bodyscanner, una de las tecnologías más utilizadas en los controles carcelarios modernos. Los oficiales detectaron objetos extraños en el calzado y, al abrirlo, encontraron 10 envoltorios de nylon con sustancia blanca, compatibles con clorhidrato de cocaína.
Inmediatamente se dio intervención a la Fuerza Policial Antinarcotráfico (FPA), que confirmó la naturaleza de la droga e inició actuaciones judiciales.
Los especialistas en seguridad coinciden en que la presencia de celulares en las cárceles representa un riesgo mayúsculo. A través de estos dispositivos, los internos pueden organizar delitos, extorsionar, coordinar con el exterior o mantener vínculos con redes criminales.
Por esta razón, el Servicio Penitenciario de Córdoba ha reforzado las requisas y sumado tecnología como los bodyscanner y detectores de metales. Sin embargo, como queda en evidencia en cada episodio, la creatividad de los contrabandistas sigue desafiando los controles.
Con la causa ya en manos de la Fiscalía, resta establecer la responsabilidad penal del visitante que intentó introducir el celular en la cárcel de San Francisco. De comprobarse la maniobra, podría enfrentar cargos por contrabando y violación de las normas de seguridad penitenciaria.
Mientras tanto, el episodio se suma a una lista cada vez más extensa de intentos frustrados que ponen en evidencia la fragilidad del sistema y la necesidad de reforzar las medidas de control.
El hallazgo de un celular escondido en un plato de fideos no solo causa sorpresa por lo insólito, sino que también expone un problema estructural en las cárceles argentinas, donde el ingreso de elementos prohibidos se convierte en una constante batalla entre la seguridad y la creatividad del delito.