El impacto de esas palabras fue inmediato. Antonio recordó cómo su hija quedó paralizada al escucharlas. “Quedó dura por el tema de que las palabras de él parece que le llegó. Le llegaron. Vemos que están trabajando. Él tiene unas herramientas que, a lo mejor, no son las adecuadas acá”, explicó, en alusión a que la investigación enfrenta obstáculos estructurales, pero que perciben un verdadero compromiso por parte del fiscal.
Antonio aprovechó también para reflexionar sobre el contexto en el que ocurrió el crimen. “Esto no es un caso que lo vimos constantemente. Pensamos que la veíamos en otro país. Y nos encontramos con una Argentina ballestada, con esta gente que si no lo paran, no sé dónde vamos a llegar”, señaló con crudeza. Sus palabras resonaron como un llamado de atención sobre la escalada de violencia que se percibe en varios puntos del país y sobre la sensación de vulnerabilidad que invade a las familias.
El triple crimen de Florencio Varela no solo impactó por la brutalidad del hecho, sino también por la velocidad con la que se desmoronaron las certezas de una comunidad que se creía ajena a este tipo de crímenes. Brenda y Morena eran dos jóvenes con vidas por delante, con proyectos personales y familiares que fueron truncados en cuestión de horas. El crimen, según fuentes judiciales, involucra redes criminales complejas que están siendo investigadas desde distintas líneas, lo que ha obligado a una articulación entre fuerzas locales y nacionales.
Durante la entrevista, Antonio también reveló cuál fue su pedido directo al fiscal. “Hoy se llevaron tres vidas, mañana se pueden llevar cuatro y después nos llevan a todos puestos. Porque esto es así, este es un mundo muy oscuro. La gente que anda en esto, yo normalmente le dije al fiscal, ’sí señor, nosotros queremos ver la justicia, pero con la verdad’”, relató con firmeza.
Para él, la diferencia entre justicia y verdad es central: “Son dos caminos diferentes. Tener justicia y después saber la verdad. Y cuando sepamos la verdad, vamos a sentarnos con la familia, a hablar, porque los padres, los padres queremos lo mejor para los hijos”, sentenció. Con esa frase, el abuelo dejó en claro que no basta con que haya condenas: también quieren entender exactamente qué pasó, quiénes participaron, por qué ocurrió y cómo se llegó a un desenlace tan trágico.
La familia de Brenda y Morena atraviesa un proceso profundamente doloroso, pero en paralelo mantiene la atención sobre cada paso judicial. Antonio señaló que ven avances en la investigación, aunque reconocen que el camino no es fácil. “Vemos que están trabajando, que se están moviendo, pero también sabemos que esto es muy grande”, explicó.
El rol del fiscal Adrián Arribas ha sido destacado no solo por la familia, sino también por fuentes cercanas a la investigación, que aseguran que el funcionario ha dispuesto una serie de medidas que apuntan a esclarecer rápidamente el caso y a identificar a todos los responsables, tanto materiales como intelectuales. Su experiencia en causas complejas le ha permitido reorganizar la estrategia de trabajo, sumando recursos y coordinando tareas con fuerzas especializadas.
Sin embargo, la magnitud del caso también pone en evidencia las limitaciones estructurales del sistema judicial y policial frente a organizaciones criminales cada vez más sofisticadas. Florencio Varela, como muchas zonas del conurbano bonaerense, enfrenta problemáticas de narcotráfico, redes de trata y delitos violentos que requieren abordajes integrales. Antonio, desde su lugar, lo expresó de manera clara: “Si no los paran, no sé dónde vamos a llegar”.
Mientras la investigación continúa, la familia intenta sostenerse emocionalmente. El dolor por la pérdida de Brenda y Morena es inmenso, y se mezcla con la necesidad de obtener respuestas y con la exigencia de que el crimen no quede impune. La imagen del abuelo, firme pero quebrado por dentro, se convirtió en una de las más representativas del caso: un hombre común enfrentando el peso de una tragedia descomunal.
La historia de este triple crimen también generó un fuerte impacto social. Vecinos, organizaciones y colectivos feministas realizaron marchas y vigilias para exigir justicia, acompañando a la familia en cada paso. Las calles de Florencio Varela se llenaron de carteles con los nombres de las jóvenes, velas encendidas y cantos que pedían esclarecer los hechos. Para muchos, este caso simboliza la urgencia de tomar medidas más firmes contra la violencia estructural que atraviesa a las comunidades.
Antonio, en medio de ese acompañamiento, volvió a destacar que su lucha no es solo personal, sino también por otras familias que podrían atravesar lo mismo. “Hoy fueron mis nietas, pero mañana puede ser cualquiera. No podemos seguir viviendo con miedo”, expresó con la voz quebrada, pero con determinación.
La investigación continúa su curso y se esperan nuevas medidas judiciales en los próximos días. Mientras tanto, el testimonio de Antonio sirve como recordatorio de la dimensión humana detrás de los expedientes judiciales: no se trata solo de una causa penal, sino de vidas truncadas, familias devastadas y una sociedad que exige respuestas.