FATALIDAD EN LA RUTA

"Le tomé el pulso y...", el dramático relato del padre Paco Olveira

La mañana de este martes dejó una de esas escenas que retumban en la memoria colectiva por la crudeza, la sorpresa y la angustia que generan en cuestión de segundos.

Le tomé el pulso y..., el dramático relato del padre Paco Olveira

La mañana de este martes dejó una de esas escenas que retumban en la memoria colectiva por la crudeza, la sorpresa y la angustia que generan en cuestión de segundos. Un micro de doble piso que transportaba a 56 pasajeros rumbo a Mar del Plata terminó volcado sobre una zanja al costado de la ruta, en la zona de General Pirán, dejando un saldo trágico: dos personas murieron y un número aún indeterminado de heridos debió ser trasladado de urgencia a hospitales cercanos. El accidente, que se produjo sin señales previas de alarma según el relato de los sobrevivientes, volvió a exponer la fragilidad del viaje por carretera y la importancia de los primeros minutos de respuesta en situaciones de emergencia.

Entre los sobrevivientes se encontraba el sacerdote Francisco “Paco” Olveira, reconocido por su labor social en Libertad-Merlo y su pertenencia al espacio Opción por los Pobres. El religioso formaba parte del contingente que se dirigía a un acto en el que también estaba prevista la participación del gobernador Axel Kicillof. Olveira, aún con signos visibles del impacto emocional y físico sufrido, ofreció un testimonio en primera persona desde el hospital de General Pirán, donde fue atendido apenas llegó la ambulancia.

Desde su camilla, con el cansancio todavía en la voz, el cura confirmó lo que ya empezaba a circular en los primeros reportes oficiales: el vuelco dejó “dos personas fallecidas y varios heridos”, algunos de ellos con lesiones de consideración. Pero más allá de los datos fríos, su relato reconstruyó minuto a minuto un episodio que tomó a todos por sorpresa y que transformó un viaje de rutina en un escenario de desesperación.

Según explicó, el recorrido se desarrollaba sin ningún tipo de anomalía. “Nadie sintió en ningún momento ninguna cosa rara hasta el momento del accidente”, aseguró. El micro avanzaba con normalidad por la ruta cuando, al tomar una curva que forma parte del trayecto habitual hacia la Costa Atlántica, ocurrió lo impensado. De acuerdo con lo que él mismo observó, el vehículo “se salió de la ruta y volcó sobre una zanja que, gracias a Dios, estaba sin agua”. Ese último detalle fue determinante para evitar que la tragedia fuera aún mayor.

Olveira fue prudente al referirse a las posibles causas del siniestro. “Es muy pronto para hablar de eso”, señaló, descartando a su vez cualquier explicación vinculada a condiciones climáticas adversas. “No estaba lloviendo, no había hielo, no se vino un auto de enfrente”, enumeró, como si quisiera anticipar y desarmar las especulaciones que suelen aparecer en este tipo de episodios. Su testimonio coincide con los primeros informes de las autoridades de tránsito, quienes tampoco registraron factores ambientales que pudieran haber contribuido al vuelco.

Lo que sí destacó con vehemencia fue la rapidez y la eficacia del operativo de rescate. “En dos minutos estaban las ambulancias, estaban los bomberos. Un operativo que uno tiene que agradecer cuando tanto se habla mal de lo público. Lo público estuvo en dos minutos socorriéndonos”, afirmó con gratitud. Sus palabras apuntan a un reconocimiento hacia el sistema de emergencias local, que actuó con una celeridad que los propios pasajeros consideraron clave para atender a los heridos y trasladarlos a tiempo.

El caos que siguió al vuelco fue, como suele ocurrir en estos casos, una mezcla de gritos, confusión, golpes, vidrios rotos y desorientación. Sin embargo, y según el relato del sacerdote, la mayoría de los pasajeros logró salir por sus propios medios o con la ayuda mutua. “El ochenta por ciento salimos por nuestra cuenta o ayudados por otros, algunos más golpeados”, detalló. En medio del susto generalizado, los pasajeros que se encontraban en mejores condiciones físicas contribuyeron a asistir a quienes estaban atrapados o demasiado aturdidos para reaccionar con rapidez.

El cura estimó que alrededor del diez por ciento de los ocupantes sufrió heridas “de distinta gravedad”, aunque en la mayoría de los casos no se trataría de lesiones que comprometieran la vida, según las primeras evaluaciones médicas. Aun así, el episodio dejó secuelas físicas y emocionales que todavía deberán ser atendidas en las próximas horas.

La parte más dura de su relato apareció cuando se refirió a las víctimas fatales. Con un tono que combinaba tristeza y resignación, Olveira comentó que, por lo que pudo ver, “fueron las personas que estaban abajo, que habrán salido volando y el colectivo les aplastó”. Las posiciones dentro del micro suelen determinar las consecuencias en casos de vuelco, y esta vez no fue la excepción. La fuerza del impacto y la caída del vehículo sobre uno de sus laterales habría atrapado a quienes viajaban en la planta baja.

El sacerdote, que además es enfermero, no pudo evitar involucrarse en la escena asistiendo a quienes más lo necesitaban en medio del desorden. Su testimonio incluyó un detalle que reflejó la crudeza del momento: “Le tomé el pulso a una mano que estaba debajo del colectivo, y esa mano estaba sin vida”. La frase, por sí sola, condensa el horror que se vivió en esos minutos posteriores al vuelco, cuando todavía no había certeza sobre la cantidad de heridos ni sobre la magnitud real del accidente.

Los pasajeros heridos fueron trasladados a distintos hospitales de la zona, en especial al de General Pirán, que se convirtió en el epicentro del operativo médico. Allí, médicos, enfermeros y personal de guardia trabajaron para estabilizar a los heridos, realizar estudios de diagnóstico y contener a los familiares que empezaban a llegar para buscar información. En paralelo, la Policía Científica inició las primeras pericias sobre el vehículo, intentando reconstruir el modo exacto en que el micro perdió el control y terminó fuera del asfalto.

Aunque existen procedimientos protocolares para investigar accidentes viales, los testimonios de los sobrevivientes serán clave para determinar qué ocurrió en esos segundos que bastaron para desencadenar la tragedia. Las pericias mecánicas y las revisiones técnicas del micro también serán determinantes en los próximos días, mientras se aguardan resultados oficiales.

La noticia generó un rápido eco político debido a la presencia de un contingente que se dirigía a un acto provincial. Si bien aún no se difundieron reacciones inmediatas de funcionarios, se espera que las autoridades provinciales y nacionales se pronuncien sobre el hecho, especialmente en lo relativo a las condiciones del transporte y la seguridad vial en rutas muy transitadas.

En medio de la conmoción, el relato del cura Olveira se convirtió en una de las voces más claras y empáticas para entender lo ocurrido desde dentro del micro. Su testimonio no solo aporta información, sino que humaniza el accidente al revelar lo que se vive en los minutos en los que la vida de decenas de personas queda súbitamente en manos del azar, la suerte y la rapidez con la que se activa la asistencia médica.

Mientras tanto, la prioridad continúa siendo la atención de los heridos y la contención a los familiares de las personas fallecidas. El accidente reabre el debate permanente sobre la seguridad en los micros de larga distancia, las revisiones técnicas, los descansos de los choferes y la infraestructura vial en los corredores turísticos más utilizados del país. Cada tragedia de este tipo deja preguntas que vuelven a repetirse, pero que pocas veces encuentran respuestas contundentes o soluciones duraderas.

Por ahora, el dolor domina la escena. Y el testimonio del sacerdote, cargado de humanidad y brutal sinceridad, recuerda con crudeza la rapidez con la que un viaje habitual puede transformarse en un episodio devastador.