Ese día, se borraron pruebas irrecuperables. Se limpiaron manchas de barro con un trapo en el piso de la cocina y hasta se llamó a un cura para darle a la víctima los últimos sacramentos. El sacerdote, avergonzado porque la mujer estaba desnuda, tomó la sábana, tapó el cadáver y modificó la ya embarrada escena del crimen. Este fue el inicio de 15 años de revictimización.
Las mil muertes de Nora Dalmasso
La historia de la muerte de Nora Dalmasso llegó a los grandes medios el 28 de noviembre de ese año. Con títulos como “Crimen, pasión y misterio en un country cordobés”, los investigadores y la prensa hablaban de un posible “crimen pasional” o de un accidente en “extrañas circunstancias” y daban detalles de cómo la mujer había sido descubierta “semidesnuda” en la cama de su hija.
Afirmaban también que había fallecido ahorcada con el cinto de una bata que tenía alrededor de su cuello; que no tenía signos de haber sido golpeada; y que en la casa no había indicios de robo. Tampoco había muestras de violencia en ninguna puerta o ventana, por lo que se creía que la víctima conocía a su asesino.
Por tratarse de una mujer de clase media alta, la noticia tuvo impacto de inmediato y, como suele ocurrir cada vez que se mata a una mujer, la vida íntima de la víctima fue puesta bajo la lupa. Se dijo, por entonces, que Nora Dalmasso había practicado “un peligroso juego sexual” llamado “hipoxifilia”, dato que fue descartado con rapidez, pero que caló hondo en la agenda pública.
Se habló, también, de los “amantes” y hasta de los “hombres con los que Nora Dalmasso había mantenido relaciones”: en principio, se señaló 4 sujetos y luego se sumó a otros 18, a los que “se les iba a pedir pruebas de ADN”, según informaban los diarios con mayor tirada del país.
En lo que parecía un desvarío, con el correr de las semanas la lista comenzó a engrosarse y se señaló a hombres del círculo de amistades de Nora; a los obreros que trabajaban en su casa; y hasta los clientes de la empresa familiar. Lo cierto es que, al día de hoy, en el expediente aparece un solo sujeto indicado como relación extramatrimonial de Dalmasso.
Hasta se llegó a decir que ella y sus amigas se reunían con sus maridos para practicar el “juego de la olla”, donde supuestamente mezclaban las llaves de sus casas y conformaban parejas. Como si fuera poco, por esos días los medios se hicieron eco de un internauta de Mercado Libre que vendía una serie de remeras con la inscripción "No estuve con Norita".
Nora Dalmasso: revictimización y un discurso aleccionador
“La sexualidad es un tema que vende y sobre el cual hay un montón de prejuicios y tabúes. Y más si es la sexualidad de una mujer, con el agregado de si es de clase alta. Son sexualidades de género y de clase”, explica a este portal la antropóloga Paula Daniela Fernández, quien se dedicó por esos años a analizar la cobertura del caso en los principales diarios del país.
“Si esto le hubiera pasado a una mujer de sectores populares, tal vez no hubiera cobrado esa resonancia. Y si tal vez hubiera sido un hombre, no creo que se hubiera banalizado y tratado de la misma manera el tema”, argumenta.
La causa comenzó a escalar con rapidez. El 29 de noviembre, Rafael Magnasco, entonces asesor del Ministerio de Seguridad cordobés, renunció a su cargo tras presentarse en forma espontánea ante la Justicia, en medio de los rumores que lo vinculaban a la mujer. Semanas después, el entonces gobernador Juan Manuel de la Sota se solidarizó con los hijos de la pareja y renunciaron dos funcionarios más.
Por esos días, el viudo Macarrón brindó una conferencia de prensa en la que, entre otras cosas, dijo que “perdonaba” a su esposa por sus presuntas aventuras. Otra vez, la víctima parecía la culpable por su trágico destino. “A Nora Dalmasso se la mostró como una mujer casada y madre de dos hijos que había violado los valores de la familia tradicional”, sostiene Fernández.
“De alguna manera, el discurso que se reproducía y que uno veía en la vida cotidiana, en un café o en la calle, era que si vos violás las normas, bancate la que te venga. Como si la víctima terminara siendo responsable de su propia muerte”, agrega. Otro elemento muy frecuente en la época era la mención al "crimen pasional". “Eso era común en la prensa, pero creo que en ese sentido ha habido un cierto cambio y se ha adoptado en general cierto discurso de género”, asegura.
Los periplos judiciales llevaron a que hoy, 15 años después, Macarrón sea el único imputado que en la causa. Pero no fue el único: además del viudo, en este quindenio fueron involucrados Magnasco, el pintor Gastón Zárate, y Facundo Macarrón (hijo de Marcelo y Dalmasso), todos ellos sobreseídos. En el caso del hijo de Nora Dalmasso, tardó seis años en ser desvinculado. Por su cuenta, Zárate fue apodado en Río Cuarto como "perejil" y hubo marchas en su favor cuando estuvo detenido.
En los próximos meses, Macarrón deberá enfrentar un juicio por jurados como acusado de ser el autor intelectual del homicidio. El fiscal del caso, Luis Pizzarro, cree que el médico fue el "instigador" del crimen de su esposa, motivado por supuestas "desavenencias matrimoniales y cuestiones económicas". Sin embargo, hasta el momento no hay indicios de quién o quiénes asesinaron a Dalmasso.
“Creo que además de la sexualización del caso hubo también cierta patologización de la víctima. Por esa época, aparecían voces de médicos, psicólogos y hasta del propio marido diciendo que seguro su mujer había tenido algún problema psicológico para hacer lo que hizo”, afirma Fernández. “También se medicalizó la sexualidad con un discurso sobre sexualidades ‘buenas’ y ‘malas’, donde, si una realiza determinadas prácticas, puede morir o terminar asesinada”, concluye.