Entre los familiares que más activamente han dado voz a su reclamo se encuentra Claudia Kreder, hija de Pedro, quien reconoció esta semana que viven un profundo desgaste emocional. Su testimonio resume el sentimiento de frustración que atraviesa a ambas familias.
“Estamos como el primer día, no hay absolutamente nada nuevo”, lamentó, remarcando que desde octubre no han aparecido elementos contundentes que permitan entender qué ocurrió después del hallazgo de la camioneta. La falta de pistas, al igual que la ausencia de datos aportados por las pericias, hunde a los allegados en un estado de angustia permanente.
Claudia explicó que en un comienzo creían que la aparición de la camioneta sería el primer paso hacia la reconstrucción de los hechos, pero la expectativa inicial se transformó rápidamente en decepción: no hubo rastros, objetos personales, prendas o huellas que permitieran establecer siquiera una dirección probable. Tampoco se encontraron teléfonos, pertenencias ni señales de movimientos posteriores.
El interrogante que más les duele es el que atraviesa cada día: “¿Los vamos a encontrar?”. Lo que antes parecía una certeza ahora se volvió una duda que condiciona cada minuto. “Es muy difícil retomar la vida cotidiana cuando todo cambió para siempre el 11 de octubre”, expresó. Según su relato, volver a trabajar, hacer trámites o incluso realizar actividades simples se volvió complejo, porque la mente siempre regresa al mismo pensamiento: la falta de respuestas.
Uno de los elementos que mayor indignación genera entre los familiares tiene que ver con las pericias que aún no fueron concluidas. Claudia Kreder señaló que siguen esperando resultados clave, especialmente los vinculados a restos biológicos, huellas dactilares y evidencias que se tomaron en el vehículo.
“Todavía estamos esperando el ADN. Fijate el tiempo que pasó y ese resultado no está”, reclamó, dejando en evidencia la preocupación por la lentitud en los procedimientos. La demora no solo impide descartar o confirmar hipótesis, sino que también alimenta el desconcierto sobre un posible mal manejo del material pericial.
El otro punto que genera fuertes cuestionamientos es la falta de definiciones sobre las huellas levantadas en la camioneta. Para la familia, este dato es crucial para entender si hubo una tercera persona involucrada o si los adultos mayores descendieron voluntariamente del vehículo.
“Van a ser dos meses y todavía no se puede saber si hubo un tercero dentro de la camioneta”, lamentó Claudia. La ausencia de esta información impide orientar la búsqueda y deja el caso en un limbo que desespera a todos los allegados.
El misterio se profundiza por la ausencia total de indicios físicos. Resulta difícil para las familias comprender que, después de numerosos operativos y rastrillajes con personal especializado, drones, perros y voluntarios, no haya aparecido ni una prenda, un objeto personal, una huella de pisada o restos de comunicación telefónica.
“Es muy difícil entender que no haya aparecido un zapato, una prenda, el teléfono o algo”, repitió Claudia, expresando una sensación compartida por todas las personas que participaron en los rastrillajes. La zona es extensa y agreste, pero la falta total de señales desconcierta incluso a los rescatistas con experiencia en búsquedas en campo abierto.
Esta ausencia plantea diversas hipótesis: desde una desorientación extrema hasta la intervención de terceros. Sin embargo, nada pudo ser confirmado ni descartado debido a la falta de avances concretos en la investigación y a la demora en los análisis técnicos.
Otro de los aspectos que preocupa profundamente a los familiares es la percepción de que la búsqueda perdió intensidad en las últimas semanas. De acuerdo con su testimonio, los operativos que al principio se realizaban de manera diaria y con coordinación permanente fueron disminuyendo hasta volverse esporádicos.
“La semana pasada no hubo búsqueda. Antes nos llamaban todos los días y ahora tenemos que llamar nosotras”, aseguró Claudia, en referencia al contacto con las autoridades encargadas del caso. La falta de comunicación oficial también genera angustia y la sensación de que el caso quedó relegado por parte del sistema de seguridad y justicia provincial.
Este cambio en la dinámica de los operativos hizo que las familias redoblaran sus reclamos públicos, tanto en medios locales como en redes sociales, donde exigen que el Estado retome la búsqueda con la misma intensidad del inicio. Para ellas, cada día que pasa es una oportunidad perdida y una nueva herida emocional.
La desaparición de Pedro y Juana generó un impacto profundo en la comunidad de Chubut, especialmente en Comodoro Rivadavia y sus alrededores. Vecinos, voluntarios, grupos de rescate y organizaciones locales participaron intensamente en la búsqueda durante las primeras semanas, demostrando un fuerte compromiso social.
Sin embargo, el paso del tiempo agotó a muchos de los participantes habituales. La falta de resultados concretos desgasta tanto a los familiares como a los voluntarios, que sienten que el caso está envuelto en un manto de incertidumbre que no permite avanzar en ninguna dirección.
A pesar de ello, persiste una red de apoyo que sostiene emocionalmente a las familias Kreder y Morales. Las cadenas de oración, los mensajes en redes sociales y las reuniones comunitarias son parte de ese acompañamiento que intenta amortiguar el dolor.
La desaparición de dos personas adultas mayores en condiciones tan enigmáticas y en un territorio de difícil acceso exige una respuesta clara y contundente por parte de las autoridades. Las familias esperan que en las próximas semanas se agilicen las pericias, se retomen los rastrillajes y se comuniquen avances de manera transparente.
Mientras tanto, la incertidumbre sigue siendo la protagonista de una historia que mantiene paralizada a toda una comunidad. A dos meses de su desaparición, la pregunta que nadie puede responder sigue siendo la misma: ¿qué ocurrió con Pedro Kreder y Juana Morales?