El jefe de inteligencia de “La Orga” era un personaje complejo y contradictorio, educado en el catolicismo conservador de un recio instituto irlandés y luego marxista-peronista y pro cubano, brillante pluma, investigador corajudo y activista feroz, de armas tomar. Entre sus subordinados, militaba el colega Horacio Verbitsky, varias veces acusado al voleo de haber sido partícipe de aquella explosión criminal en el comedor policial.
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El libro de Ceferino Reato reconstruye la trágica explosión en el comedor de la Superintendencia policial (Crédito: El diario de Catamarca).
-¿Verbitsky estuvo ahí, Cefe?
-Verbitsky es acusado en las redes sociales de haber participado en este atentado. Incluso, en la serie de reportajes que le hice a Jorge Rafaelo Videla para “Disposición final”, el ex dictador decía: “Las manos en este atentado están muy claras: son las de Walsh y de Verbitsky, está en los documentos de inteligencia”. Yo nunca los vi a esos supuestos documentos de inteligencia… Lo que pude encontrar en mi investigación es que el autor material es claro: un joven llamado José María “Pepe” Salgado que se infiltró por orden de Montoneros en la Policía Federal, donde tenía familiares y por eso hizo el servicio militar ahí y después se “enganchó”, como se decía. Él puso la bomba. El que diseñó la operación fue Rodolfo Walsh, eso está muy claro. De quien dependía directamente Walsh en el servicio de informaciones era Ricardo René Haidar, que está desaparecido y era concuñado de Mario Firmenich, y los dos dependían del jefe del ejército montonero, que se llamaba Horacio Mendizábal, que murió en la contraofensiva y era miembro de la cúpula, conducida por Firmenich y Roberto Perdía. Esa es la línea de nombres que yo encontré en mi investigación.
-O sea que no tenés registro histórico de la presencia de Horacio “El Perro” Verbitsky en la trama de aquel atentado…
-Yo no. No lo encontré. Evidentemente, perteneció al aparato de inteligencia de Montoneros, él mismo lo ha reconocido. Estuvo en la segunda época de la agencia clandestina de noticias ANCLA, fundada por Walsh. Había muchos periodistas ahí, además de él. Verbitsky no tenía la relevancia de Walsh, ni la edad de Walsh, pero eran amigos, se acercaron juntos a Montoneros desde otro grupo de inclinación marxista, estaban especializados ambos en las escuchas a los móviles policiales, pero siempre Verbitsky estuvo bajo la jefatura de Walsh. Yo no tengo ningún registro para vincularlo con esa escena de la historia.
-¿Te atendió para el libro?
-Lo consulté. Me dijo: “Tengo la cabeza en otras cosas”. Y yo le dije: “Mirá… La verdad es que todo lo que tengo para preguntarte, vos ya lo escribiste en el libro ‘Vida de perro’ y otros textos, incluso cosas que ya me dijiste a mí...”. Así que hice eso, reproduje todas esas cosas, porque yo pongo todo, sobre todo de las personas a las que se acusa de algo. Yo no encontré nada taxativo. No digo que no haya participado, digo que yo no encontré nada. Vos no podés poner un nombre sólo porque te lo dicen, pero, bueno, Videla me lo había dicho, pero él lo negó. Por otra parte, Verbitsky siempre ha dicho que él y Walsh no cumplían tareas de importancia y que eran muy críticos de la conducción. Yo eso lo relativizo, porque, por lo que investigué, Rodolfo Walsh siempre fue muy vertical hacia la conducción, fue crítico y también autocrítico después del atentado, por considerar que habían empeorado las cosas y la represión se volvió más extrema… Pero siempre manteniéndose dentro de la organización, de la cual se decía orgulloso de pertenecer.
Horacio Verbitsky
Horacio Verbitsky fue señalado como autor del atentado en el comedor de la Superintendencia policial.
-¿Por qué nos atrapan tanto los 70?
-Eso es gracias al kirchnerismo y al cristinismo… Néstor Kirchner y Cristina Kirchner han adoptado los 70 como el punto donde arraigaron sus discursos. Lo que la oposición llama “el relato”. Todos los gobiernos y los liderazgos necesitan un discurso y ellos eligieron los 70. Ellos se proponen, específicamente en el caso de Néstor, como sucesores de aquella generación, como portadores de los mismos ideales, aunque ahora puestos para ganar. Ellos usan eso para hacer política en el presente y traen todo aquello, una versión de los 70 obviamente acomodada a sus necesidades políticas. Se les agotó un poco, igual, porque la historia es muy rica y su parte edulcorada de los 70 se ve cuestionada también por los hechos.
-Y, tal vez, hasta por ellos mismos, ¿no? A mí, La Cámpora, por ejemplo, se me parece más a la Juventud Radical de los 80 que a la JP de Montoneros…
-¡Ah, sí, lógico…! (Se sonríe). Sí, es una cosa rara. No sé, ya haber elegido ese nombre, La Cámpora, que no me parece nada épico, respetando, claro, la figura histórica de Don Héctor J. Cámpora. Yo recuerdo que Néstor Kirchner no les daba mucha bolilla. No los tomaba muy en serio. Cristina sí, en su segundo mandato se apoyó mucho en ellos. Y ya fuera del gobierno, también. Bueno, su hijo es uno de los líderes… Me parecen jóvenes viejos. Porque los 70 ya pasaron en todo el mundo y también para nosotros. Tampoco creo que sea cierto aquello de que los jóvenes nos van a salvar, está sobredimensionado eso. Son jóvenes viejos que cada vez están más viejos. Fijate que, hoy, los rebeldes, los “revolucionarios” son los libertarios. Milei y todos esos parecen ocupar ese lugar, con su versión exagerada de lo liberal. La Cámpora ya pasó de moda y a los 70 deberíamos irlos dejando en la historia. Hay una degradación y, lamentablemente, perdieron hace muy poquito a dos intelectuales que los podían ayudar, como José Pablo Feinmann y Horacio González. Rodolfo Walsh era un gran intelectual. Aunque, claro, muy frío: diseñar dónde se iba a poner una bomba con la que iban a morir más de una veintena de policías de baja graduación había que ser frío, pero, bueno, era un combatiente de una época tal... Esto es una mala copia. Aquellos jóvenes, tan equivocados a la distancia, jugaban un partido más grande. Estos repiten recetas fracasadas y se les perdió algo… A ver, digámoslo claro: la izquierda no es nada sin algunos valores, como la honestidad. Aquellos jóvenes eran honestos. Incluso muchos venían de sectores medios altos y altos, y abandonaron aquellos privilegios para seguir sus ideales, para mí equivocados, pero ideales al fin. Estos son más cómodos.