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El libro que cuenta los secretos de Isabel Perón: cómo fue destituida y cómo vive hoy

Los detalles jamás revelados se publican en el libro “Isabel, lo que vio, lo que sabe, lo que oculta”. ¿Cómo fue la madrugada del 24 de marzo de 1976?

Facundo Pastor
por Facundo Pastor |
El libro que cuenta los secretos de Isabel Perón: cómo fue destituida y cómo vive hoy

El plan incluía tres fases: la captura de Isabel; una cacería con secuestros y asesinatos durante la madrugada; y más tarde, ya con las radios y los canales intervenidos, se emitirían los comunicados informando “a la población que el país se encontraba bajo el control operacional de la junta militar”.

En el entorno de Isabel había funcionarios que estaban armados y dispuestos a resistir a los tiros. El dato había llegado a oídos de las Fuerza Armadas, por eso resultaba imposible secuestrar a la Presidenta adentro de la Casa Rosada o en la Quinta de Olivos. Los informes de inteligencia, también, daban cuenta de que se encontrarían con una férrea resistencia de los Granaderos a Caballo, la fuerza militar de protección de los presidentes.

El jefe del regimiento, coronel Jorge Sosa Molina tenía orígenes peronistas y era pariente de José Humberto Sosa Molina, miembro del GOU junto a Perón y su primer ministro de Defensa. La advertencia había sido clara: si avanzaban contra Isabel ellos resistirían y se abriría un escenario inesperado.

Cómo vive hoy María Estela Martínez de Perón

Esa decisión obligó a la comandancia a agudizar la creatividad. Fue así que surgió la idea de desviar la ruta original del vuelo y secuestrarla en el aire. El helicóptero Sikorsky S-58T se convertiría en una jaula para trasladar a la presa hasta una base militar.

El helicóptero que la sacó de la Casa Rosada no fue a la Quinta de Olivos. ¿Quién la acompañaba? ¿Fue víctima de una trampa de su propio entorno? ¿Por qué Massera la tuvo estrictamente vigilada? ¿Cómo es la vida hoy de esta mujer, a la que envuelve un silencio que parece más obligado que voluntario?

Los detalles jamás revelado se publican en el libro “Isabel, lo que vio, lo que sabe, lo que oculta” (AGUILAR)

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“Cuando la puerta del despacho se cerró, aquella noche, la noche del final, ella volvió sobre el asunto. Otra vez las voces. Otra vez las palabras recortadas, las frases a medio camino, los pensamientos, los fantasmas.

Estaba cansada. Y tenía claro que no quería seguir así, aunque intentaría disimularlo hasta el final. Aunque buscaría mostrarse estoica y firme tensando ese cuerpo frágil y vulnerable.

—Van a tener que fusilarme para hacerme renunciar —se la escuchó gritar una tarde en el comienzo del verano de 1976.

El Brujo ya no estaba para abrazarla. Acorralado por las urgencias judiciales había escapado.

Para Isabel las noches eran de insomnio. Las mañanas difíciles de iniciar. La soledad comenzaba a carcomerla. Fue, justamente, ese verano cuando empezó a recuperar algo del peso que su cuerpo había perdido hasta llegar al límite de los cuarenta kilos. Sus huesos flameaban como una veleta al viento en las caminatas de Ascochinga donde tuvo que guardarse, durante la primavera, bajo la mirada de las mujeres de los comandantes.

Primero lo había sentido como una contención, como un gesto de hermandad, pero luego tuvo que aceptar que todo había sido una maniobra para sacarla de escena, controlarla y aislarla; para dejarla indefensa y paralizada como queda una presa ante el primer disparo del cazador.

Todo eso había quedado atrás. Pero las voces no. Las voces seguían ahí.

Resonando en su interior.

Estaba famélica. Apenas probó el pollo con papas al horno que le sirvieron en la cena, y la espuma de chocolate la hizo a un lado con un gesto esquivo.

Después, se dispuso a enfrentar esa reunión de gabinete eterna.

Las miradas de los ministros.

Los reproches innecesarios.

La presunción de micrófonos escondidos por la inteligencia militar.

Sospechas de algunos infiltrados.

Rumores de un final inminente.

Promesas poco creíbles.

Voces desordenadas.

Voces en su cabeza.

A medianoche, cuando el reloj marcó el inicio de un nuevo día, logró distraerse unos minutos. Cumplía años una de sus principales colaboradoras, Beatriz Galán. Apareció una torta con rulos de crema y cerezas. Las velitas prendidas. El canto. Los aplausos. Las risas. Después, se retiró a la quietud de su despacho. Una de las ventanas tenía una rendija abierta. El viento cálido se colaba en el ambiente.

Miró a la caramelera. Amagó con saciar el hambre con esos ácidos de lima, aunque prefirió controlarse. Mucha azúcar en la sangre no era recomendable. Eso le habían dicholos médicos que no paraban de controlarla.

¿Qué pretendían, que viviera guarecida en una cajita de cristal? Qué ridículos, pensó. Si supieran que tengo la protección eterna.

Ya les había dicho que terminaran de asediarla con tantos estudios, que la dejaran vivir en paz. Que se quedaran tranquilos, que no se iba a morir de un día para otro como Perón. Que su muerte llegaría lenta y premeditada.

El Brujo se lo había asegurado antes de fugarse. —Vivirás muchos años más, vivirás hasta poder liberar a este bendito país del Maligno —le dijo en uno de sus últimos encuentros.

Cuando se cansó de esperar sentada se puso en movimiento. Caminó de un lado a otro de su despacho. Ordenó papeles. Vació su cartera de cuero sobre el escritorio. Se acercó a la ventana. Vio el reflejo de su rostro en el vidrio. Vio la noche, la ciudad desierta. Y, antes de que comenzaran otra vez las voces, decidió ir al baño.

Sabía que pronto vendrían a buscarla, por eso utilizó el espejo para peinar su pelo tirante. Algunos mechones electrizados estaban intratables.

Ni bien terminó, regresó a su escritorio. Abrió el primer cajón. Sacó un revólver. Y se aseguró de que estuviera cargado antes de guardarlo en la cartera.”

*Extracto del libro “ISABEL, lo que vio, lo que sabe, lo que oculta” (Editorial Aguilar)

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