En la balanza emocional del votante, el miedo K pesó más que cualquier duda sobre el presente.
El Ejecutivo consiguió un respaldo increíble e inusitado. Una posibilidad creativa y única: recurrió a Trump y Bessent, lo que no se interpretó como salvataje sino como apoyo y sostén.
En la balanza emocional del votante, el miedo K pesó más que cualquier duda sobre el presente.
Ganó el miedo. El miedo a que vuelva el pasado. Ganó el miedo al caos, a la inestabilidad, al gobierno desconectado del Frente de Todos. El miedo al regreso del kirchnerismo como símbolo de incertidumbre. El miedo fue la brújula que orientó el voto, más que el entusiasmo o la propuesta de futuro de LLA.
El castigo ya se había propinado el 7S, y el miedo K volvió a ser el principal decisor que movilizó al votante blando y amarillo el 26OCT. El recuerdo del gobierno anterior en el poder se impuso como advertencia. Y la elección en PBA operó como catalizador: clarificó las dudas, ordenó el tablero y permitió al oficialismo reorganizar su narrativa.
El Ejecutivo consiguió un respaldo increíble e inusitado. Una posibilidad creativa y única: recurrió a Trump y Bessent, lo que no se interpretó como salvataje sino como apoyo y sostén. Cualquier cosa es mejor antes que la incertidumbre, los seres humanos la combatimos a como dé lugar, porque representa el vacío, la inseguridad y la angustia.
El peronismo, por su parte, repitió la fórmula: unidad sin convicción y postergación de las decisiones sobre liderazgos como estrategia. El resultado no fue el deseado porque no alcanzó, la inercia fue pasividad y como contraste triunfó el riesgo, el compromiso, la ausencia de cálculo y la nitidez de un proyecto que, con todos sus excesos, tiene una dirección.
Ganaron Milei y Karina. Santilli fue el salvavidas justo: hubo PRO en la boleta, pero sin amarillo.
Ganaron porque entendieron que consolidar el espacio violeta era más importante que ampliarlo sin sentido antes de las elecciones de medio término. Debían consolidar violeta como partido y opción de poder, ante las presiones que se dieron desde el primer día, en los cuales los aliados solicitaban frentes, mesas y acuerdos. Karina prefirió el tiempo y la manipulación paciente. Hoy, el tiempo le da la razón.
El nuevo desafío es otro: se vienen dos años sin elecciones, sin el fantasma del peronismo como enemigo funcional. Será una etapa donde la gestión económica y la articulación política deberán convivir. Con más diálogo y menos revancha.
Ahora el desafío es interno: que el temperamento no le juegue en contra al presidente, que entienda que las demandas sociales siguen insatisfechas y que el plan necesita modificaciones, no solo económicas, sino también políticas. La interna debería liderarse y cerrarse
La metáfora del medio del río funcionó: el votante prefirió continuar con la incertidumbre que representa Milei hacia adelante, antes que volver a la certeza del pasado.
El miedo a los K, le ganó a los Peros contra Milei, al menos por ahora.
(*) Gabriel Slavinsky es psicólogo y consultor político