A este contexto se agregan otras situaciones (y letargos) que se vienen dando en las últimas horas:
- El Presupuesto 2026 tiene dictamen de comisión, pero no tiene votos ni arreglos. Los supuestos macro son poco verosímiles. Los mandatarios quieren ver alguna adecuación.
- De la reforma laboral se sabe poco y nada. Hay circulando varias versiones distintas. En el Gobierno dicen que falta el toque final del Consejo de Mayo, que casualmente se acaba de quedar sin su presidente (era Guillermo Francos). La oposición quiere ver algun papel para empezar al menos a discutir algo.
- De la reforma impositiva, menos que menos. Cayó mal la filtración sobre un cambio en el monotributo.
- La reforma al Código Penal -último tema que planteó Milei- no está en la agenda de nadie.
El error del libro cerrado
El riesgo que tiene ahora el Gobierno es volver a tropezar con una piedra con la que ya se topó en 2023. Suponer que solo ganando las elecciones ya le alcanza para imponer decisiones en un Congreso adverso. Ya cometió ese error en 2023, con la Ley Bases que tardó 7 meses en aprobarse.
Es verdad que el escenario es absolutamente más favorable de lo que era en 2023 al inicio de la gestión. Pero todavía necesita poder encarar algún tipo de operativo de seducción con sus aliados, e incluso con los opositores más acérrimos. La discusión real es necesaria.
Por otro lado, empresarios y círculo rojo reclaman que las medidas que se aprueben sean con el mayor consenso posible. Esto implica que debería tener apoyo de al menos una parte del peronismo. ¿Habrá voluntad por parte del Ejecutivo de encarar eso?
Por ahora preguntas abiertas. Esta semana debería empezar a allanarse una parte del camino.