ANTICIPO

Los minutos previos al golpe de 1976, el helicóptero donde secuestraron a Isabel Perón y el comienzo de la noche más oscura

Un anticipo exclusivo del libro "Isabel. Lo que vio, lo que sabe, lo que oculta”, que narra la trastienda de lo que fueron las horas previas al golpe de Estado del 24 de marzo de 1976.

Facundo Pastor
por Facundo Pastor |
Los minutos previos al golpe de 1976, el helicóptero donde secuestraron a Isabel Perón y el comienzo de la noche más oscura

Una imagen en blanco y negro disparó la idea de este libro. Hace meses que miro esa foto que recorté de un diario de época y decidí pegar sobre la base de madera del escritorio en el que trabajo cada día. Está pegada junto a una línea de tiempo que me ayuda a orientar mi investigación. La foto es el punto de partida. El mojón inicial.

Contemplo esa fotografía cargada de interrogantes. La contemplo sin la garantía de poder darle respuesta a todo lo que busco. Cada vez que me detengo sobre la imagen aflora el mismo sentimiento. Es un magnetismo particular que me atrapa y me obsesiona; que me arrastra y me deja sin aliento. Y que siempre me obliga, como un voyeur, a volver a mirar. Pese a las decenas de veces que vi esta instantánea, por algún extraño motivo cada vez que volvía sobre ella sentía que era la primera vez que la miraba. Siempre surgían detalles en donde reparar. La imagen es hipnótica.

La noche convive con el resplandor de dos farolas encendidas. Las celosías de las ventanas están entreabiertas. Las cortinas no dejan ver mas allá. Nadie se asoma. Las luces de adentro están apagadas. No hay una sola oficina iluminada. En la parte superior de la imagen hay un helicóptero. El helicóptero lleva una escarapela gigante pintada.

También una inscripción que dice Fuerza Aérea Argentina junto a una letra y dos números. Un guion gigante los separa: H-02. Las letras negras abarcan casi la totalidad de la estructura de cola. Más atrás está el rotor. En la parte de adelante, sobre la puerta de acceso a la cabina de pasajeros, se ve una bandera argentina con un Sol de Mayo diminuto.

El helicóptero acaba de despegar. Lleva un reflector encendido en la trompa. La luz encandila. Rompe la monotonía de la noche y genera un manchón blanco en la fotografía. Un círculo imperfecto. Un destello inevitable.

Hacia abajo, unas veinte personas concentran sus miradas sin sospechar lo que está a punto de suceder. Todos, sin excepción, miran hacia arriba. Hacia el cielo negro. Hacia el helicóptero. Es medianoche. Hacia cuarenta y nuevo minutos que era 24 de marzo de 1976.

La foto ostenta que algo trágico está a punto de suceder. El pensamiento es arbitrario porque la miro conociendo el final de la historia. Aun así, estoy convencido de que esa fotografía hace posible un juego de fantasías. Como si existiera un lenguaje encriptado entre el ejercicio de mirar y la acción de imaginar.

Ese juego de fantasías se asemeja a una alucinación. A una mezcla de sentidos.

El ruido del helicóptero. El bullicio de los testigos. La noche ventosa.

La acción de mirar se confunde con la acción de escuchar, con la acción de sentir, pero sobre todo con una sensación indescriptible. Una sensación que te traslada hacia ese lugar, en el preciso instante en que suceden los hechos.

¿Qué busco en esa fotografía? En rigor, nada de lo que me interesa se puede ver en esa imagen. Más bien es un recorte, una edición. Mi investigación va mucho más allá de ese instante. Todo lo que busco, justamente, es lo que no se ve. Aun así, vuelvo a esa imagen en blanco y negro por lo menos una vez al día en los últimos meses.

Necesito saber quién fue el reportero que logro esa fotografía. ¿Qué pasó cuando el obturador de su cámara abrió camino a la luz? ¿Pudo darse cuenta de que estaba documentando un momento de inflexión para la historia argentina?

Tarde dos días en encontrar a Horacio Villalobos, un cronista argentino que, al momento de lograr esa imagen, trabajaba para la United Press Internacional, una agencia de noticias, con sede central en Washington, fundada en 1907.

—Claro que recuerdo la foto del helicóptero. ¿Cómo olvidarla? —rememora ni bien atiende el teléfono en su estudio de la ciudad costera de Estoril.

Va a repetir esa frase varias veces: la foto del helicóptero. Como si fuera un mantra periodístico, como si la imagen llevara impregnada esa síntesis de cuatro palabras. Luego, me contara que reside en Portugal desde 2016 y que podría describir, con precisión, cada detalle de aquella noche.

isabel peron.avif

Y es así. Habla pausado de un oficio que nunca abandono a pesar de sus 76 años. Su reconstrucción es ordenada. Su memoria no falla. Las sensaciones surgen como huellas imborrables. Huellas que prefiere enumerar:

El sonido del helicóptero dispuesto a desplegarse por una ciudad adormecida.

Los otros testigos, ahí parados, observando el devenir de la historia.

El manchón blanco del reflector encendido en la parte delantera de la nave.

El silencio del final cuando el helicóptero es devorado por la noche, y ya no hay nada mas para ver.

El vértigo de revelar esos negativos y transmitirlos al mundo.

El miedo de ser interceptado y nunca poder publicar eso que vuelve a llamar por su nombre: la foto del helicóptero.

Siento una vibración especial en su tono de voz. Antes de cortar, Horacio hace un silencio y remarca:

No sabíamos lo que iba a pasar, pero ya se respiraba un aire espeso. Empezamos a escuchar el zumbido de las aspas antes de descubrir el vuelo del helicóptero. Había rumores de todo tipo. Se decía que el final era inminente. De un lado, la plaza vacía; del otro, lo que me interesaba retratar. Me alejé unos metros. Necesitaba tomar distancia en busca de una mirada distinta.

Fue eso lo que me quedó retumbando en la cabeza cuando termino la conversación telefónica. La importancia de una mirada distinta (distante).

La foto de Villalobos es una postal replicada hasta el hartazgo en revistas y diarios viejos, libros de historia y documentales. Es una imagen que simboliza la transición de la democracia hacia la dictadura más cruenta que tuvo nuestro país. Una imagen que documenta de manera certera el camino hacia el horror. Un portal hacia la tragedia.

Es la madrugada del 24 de marzo de 1976. Miércoles. Son los últimos minutos como presidenta de la Argentina de María Estela Martínez de Perón. Isabelita. Los últimos minutos de una democracia débil comandada por la viuda y heredera de Juan Domingo Perón.

En la foto, el helicóptero Sikorsky S-58DT ya está surcando el cielo de la Capital Federal. La ruta de vuelo va a ser modificada. Una conspiración militar está en marcha. El destino final no va a ser la Quinta de Olivos, como suponían los pasajeros. Un nuevo golpe de estado irrumpía en la Argentina, uno mas de los tantos que sucedieron a lo largo del siglo XX.

Isabelita se va a convertir en la primera prisionera de un grupo de militares que usurparon el poder. El mismo grupo de golpistas con los que ella negoció, hasta el final, la eliminación de las organizaciones revolucionarias de izquierda.

¿Cuál fue la responsabilidad de la viuda de Perón en los crímenes de lesa humanidad cometidos durante su presidencia? ¿Cómo se gestaron los tres decretos que ordenaban a las Fuerzas Armadas “aniquilar” a la subversión?

¿Podía, Isabel Perón, desconocer el funcionamiento de la Triple A creada por el ministro José “El Brujo” López Rega? ¿Quién acompañaba a Isabel Perón en su ultimo viaje presidencial? ¿Fue víctima de una trampa de su propio entorno? ¿Sabía su comitiva que estaban dirigiéndose hacia un golpe de Estado?

¿Cuáles eran los diálogos que se escurrían adentro de la cabina del Sikorsky S-58DT?

Ni bien subió al helicóptero, Isabelita inicio un misterioso camino de silencio que se extiende hasta la actualidad. Pasó cinco años, tres meses y once días presa. Primero, en Villa La Angostura, en la residencia El Messidor, un castillo de estilo francés con vistas al lago Nahuel Huapi. Luego en la Base Naval Azopardo, en Azul, bajo la estricta mirada del almirante Emilio Eduardo Massera; y finalmente en la quinta de San Vicente, donde aún descansan los restos de Perón.

Los tres sitios se transformaron en cárceles improvisadas. En escenarios determinantes para esta reconstrucción. Son los lugares donde se fue gestando ese silencio que emerge como un enigma interminable.

Un silencio sepulcral que parece más obligado que voluntario. Un silencio que cobra sonoridad y agiganta la figura de una mujer olvidada por la clase política argentina. También por el pueblo.

Una figura incomoda, perturbadora, incluso, para el propio peronismo.

Esos minutos finales adentro del helicóptero, el infierno de su presidio en el sur del país, la obsesión de Massera sobre su figura y el enigma de su exilio silencioso se entrelazan con los últimos quejidos de su vida.

Con su actualidad.

Con su presente.

Con una vida opaca que ya no pretende ver la luz del sol. Ese misterio rodea el aura de la protagonista forzosa del instante que cambio la historia argentina para siempre. El instante que quedo documentado en la foto en blanco y negro que vuelvo a mirar para comenzar este libro.

* Extracto del libro “ISABEL, lo que vio, lo que sabe, lo que oculta” (Editorial Aguilar)