En el barro

Mauricio Macri vs. Hipólito Yrigoyen: el milagro doctrinario que logró el "efecto Milei"

El expresidente abona el "brote liberal" en el PRO y se apichonan las "palomas". Se agrandan los radicales. Identikit ideológico del hijo de Don Franco. 
Edi Zunino
por Edi Zunino |
Mauricio Macri vs. Hipólito Yrigoyen: el milagro doctrinario que logró el efecto Milei

Marcha radical (versión original): "¡Adelante, radicales, adelante sin cesar! ¡Viva Hipólito Yrigoyen y el Partido Radical!".

Marcha radical (versión irónica peronista): "¡Adelante, radicales, adelante sin cesar! ¡Pero no tan adelante, que se enoja el General!".

Resulta que, ahora, el enojado con los radicales que se adelantan no es Perón, sino Macri. La diferencia es que, ahora, Mauricio se la agarró con Yrigoyen y hasta lo acusó de ser el verdadero padre del populismo argentino. Enojo doble, además, porque el jujeño Gerardo Morales, titular de la UCR, le tiró la bronca por sus dichos durante un foro de liberales en Brasil y el expresidente se molestó también por eso. Hay olor feo en Juntos por el Cambio. Será pirotecnia, pero los petardos también huelen a pólvora.

Macri le echó más leña al fuego del “brote liberal” dentro del PRO este martes 7, al acudir a la cumbre organizada por el sector que encabeza Patricia Bullrich, formal cabeza partidaria. Digo “brote liberal” y lo remarco así, entre comillas, porque en esta Argentina de identidades difusas donde –salvo el retroceso– nada es para siempre, la bandera del liberalismo económico puede ser legítimamente disputada por alguien que se reivindicó “desarrollista” cuando gobernó, como Macri, y quien se formó en la jotapé galimbertista, como Bullrich.

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Los dilemas de Juntos por el Cambio

No sólo los radicales se alteran por dichas sobreactuaciones. Ni siquiera son los más preocupados, aunque levanten la voz. Horacio Rodríguez Larreta es el más preocupado. Su lugar de “candidato cantado” es cada día menos nítido. Todos le pegan o lo arrinconan en el montón, desde los pretendidos “halcones” de su propio grupo hasta el propio radical Morales, que, pese a las simpatías mutuas, lo considera “demasiado porteño” para un país que “necesita un shock federal”.

JxC es un corral de aves extrañas. Las “palomas” cacarean donde ponen los huevos y los “halcones”, cual teros criollos, gritan donde no están. Hay que decirlo: el liberalismo de Mauricio Macri es más un relato espejado del izquierdismo de Cristina Kirchner que una convicción ideológica. Cuando Don Franco, su papá, decidió que el primogénito debía dejar de ser un tarambana y prepararse para asumir los destinos del Grupo Socma, lo puso a estudiar economía con Rogelio Frigerio, abuelo del exministro que quiere ser gobernador de Entre Ríos, pero, sobre todo, mano derecha teórico-económica de Arturo Frondizi y maestro, entre otros, de Héctor Magnetto en el Grupo Clarín.

Los citados Larreta y Frigerio, el nieto, explicaron en su momento y con lujo de detalles el “desarrollismo” de Macri, casi una elección genética entre el industrialismo paterno y el ruralismo de los Blanco Villegas, por vía materna. El papá de Larreta –tan homónimo suyo como Frigerio respecto de su abuelo– fue uno de los “jóvenes brillantes” del frondizismo, que, también hay que decirlo, era una escisión yrigoyenista de la UCR que llegó a gobernar la Argentina gracias a una alianza con Perón, cuando el General estaba en el exilio.

Es cierto: Arturo Frondizi terminó con Álvaro Alsogaray como ministro de Economía. Pero fue un manotazo de ahogado. Una señal a los militares que estaban por derrocarlo, convencidos de que era un “comunista” que había traído a la quinta de Olivos –en viaje clandestino desde Punta del Este– nada menos que al “Che” Guevara. El papá de Larreta estuvo en la logística de aquel electrizante traslado.

Recordemos, también, que el papá de Mauricio cobijó durante la última dictadura en sus empresas a jóvenes peronistas como Carlos Grosso y radicales como Enrique “Coti” Nosiglia, que llegarían alto en la recuperada democracia y resultaron piezas fundamentales para el plan Macri Presidente.

Macri no es ningún liberal anti-populista desde el punto de vista doctrinario. “Es lo que puede, dadas las circunstancias que le tocan”, lo definió Tomás Abraham, que aparte de ser doctor en filosofía también heredó una fábrica y se considera “desarrollista”. Fueron los detractores kirchneristas de MM quienes primero lo enrolaron en un “neoliberalismo” más conveniente para reforzar la identidad de ellos que la de nadie.

El propio Macri rechazó en un principio dicho encasillamiento, en pos de un “desarrollismo” del que tampoco fue un profeta, porque si carece de algo es de doctrina. Su fervor liberal de los últimos tiempos nada tiene que ver con un viraje intelectual. Sucede que, para franjas bastante amplias de la sociedad, ser “de derecha” no solo ha dejado de ser mala palabra, sino que se puso de moda.

Nada personal con Yrigoyen. Ni siquiera con Perón. Puro “Efecto Milei”, que le dicen.