Cada 17 de octubre, diversos analistas intentan explicar qué es el Peronismo. En el Día de la Lealtad se saca el “Peronómetro” para evaluar a cada dirigente, para determinar si cumple con las verdades del General.
Cada 17 de octubre, diversos analistas intentan explicar qué es el Peronismo. En el Día de la Lealtad se saca el “Peronómetro” para evaluar a cada dirigente, para determinar si cumple con las verdades del General.
Se habla de la doctrina y sus principios, que tienen como finalidad la felicidad del pueblo o la grandeza de la Nación. Los conceptos que principalmente se repiten son el de la justicia social, la independencia económica y la soberanía política. Hasta se explica la intención de ser un espacio que tiende al amor y no al odio.
Otros también cuentan cómo es la organización y su estructura verticalista. Cantan la marcha, se emocionan, etc.
Pero lo que mejor explica al partido que fundó Juan Domingo Perón es que es un movimiento y, como tal, por definición, se mueve, fluctúa, oscila, cambia. Por eso es tan difícil de comprender y se dedica tanto tiempo a intentar descifrarlo. Algunos críticos dicen que posee una identidad vaga, otros que “peronismo es un todo” o una identificación cuasi directa con el ser argentino (y sus contradicciones).
Imposible analizar al peronismo sin contemplar su nacimiento, historia, líder, la isla Martín García, a Evita, el destierro, la proscripción, Ezeiza y los desaparecidos del proceso militar. También, el antiperonismo.
Si tomamos como referencia los últimos 37 años de democracia, nos encontramos en 1983 con un Ítalo Argentino Luder que cae derrotado en las elecciones contra Raúl Ricardo Alfonsín y eso determinó una renovación que pudo concretarla Carlos Saúl Menem, primero en la interna con Antonio Cafiero y luego contra el radical Eduardo Angeloz en 1989, transformándose en presidente con el 47% de los votos. Gobernador carismático proveniente del norte, prometía revolución productiva y justicia social. Y luego fue reelecto en 1995 (con el 48%) como un líder más conservador, entendiendo reglas tradicionales de los mercados con Domingo Felipe Cavallo como ministro de Economía, estrechos vínculos con el mundo y hasta relaciones “carnales” con EE.UU.
Posterior a la crisis de 2001; 5 presidentes en 7 días; el default de Adolfo Rodríguez Saá; los aplausos en el Congreso y la renuncia con golpes televisivos de frente al gobernador de Córdoba -el recientemente fallecido José Manuel De la Sota-; aparece de la derrota electoral a presidente en 1999 y por aclamación de gobernadores Eduardo Duhalde. Fue el equilibrista que pacificó al país, normalizó la economía, pero no aguantó dos asesinatos en la provincia de Buenos Aires y anticipó las elecciones en las cuales, “por descarte”, encontró a un caudillo del sur llamado Néstor Carlos Kirchner para apoyarlo desde el poder central.
Néstor construyó desde el comienzo una épica basada en acciones de reivindicación y prolongadas confrontaciones en muchos frentes con enemigos constantes. La Corte Suprema; la cúpula policial; los militares; los servicios de inteligencia; fueron blancos habituales, pero por sobre todo, el ataque certero a las políticas neoliberales de su “compañero” peronista que dejó la presidencia tan solo 4 años antes, Menem.
Cristina Fernández de Kirchner continuó con el famoso “relato K”, otorgando caudal discursivo, pero no muy amiga de los muchachos, la liturgia y el choripán. Aunque potenciando las relaciones con países latinoamericanos y alianzas diversas no tradicionales en la política argentina (como fue el caso de Angola). Ganó en 2007 con el 45% (junto a Cobos) y fue reelecta en 2011 (junto a Boudou) con el 54% de los votos, transformándose en la figura central de la política nacional de estos días con muchos incondicionales admiradores, pero también un sinfín de detractores.
Luego de los 4 años de Mauricio Macri, la jugada de ajedrez de CFK posibilitó la presidencia de Alberto Fernández, que en este contexto es descripto como un político de raza, de centro, socialdemócrata como alguna vez lo definieron, conocedor del sistema, articulador, pero no es aún el conductor que avanza sin pedir permiso. Hoy, el Presidente es el líder de una alianza sin gimnasia para consensuar y gestionar a la vez, algo nuevo para nuestro país.
Peronismo es un movimiento. De derecha, de izquierda, de centro, más de arriba y más de abajo, ocupa casi todo el escenario en sus muchas versiones.
Los ejemplos electorales
Conclusión cuantitativa: el peronismo pierde en su piso de 37 a 40% y gana arriba del 45 a 48%. Hay un techo que marca Cristina en su reelección, con una oposición dividida; y el 2003, con 3 candidatos que, sumados, llegan al 60%,
Para terminar, peronismo es un movimiento. Y, como tal, se mueve. Seguramente se mantienen ciertas bases en cuanto a la defensa de lo nacional y lo popular. Aunque lo que mejor lo describe es su pragmatismo adaptativo, por el cual coloca su faceta disponible más conveniente según la circunstancia electoral. Vocación de poder lo llaman.