Ese recorrido lo llevó a descubrir lo que hoy es su gran proyecto de vida: la bioconstrucción y la permacultura. Julián viajó hasta Córdoba para ver con sus propios ojos cómo vivía su hijo. Lo que encontró fue un verdadero shock: una casa hecha por las manos de Momo, con muebles de madera reciclada y rodeada de un entorno natural que parecía sacado de un documental.
Padre e hijo compartieron mates, charlas y un fin de semana que el conductor calificó como “hermoso”. “Lo que él hace es una elección, no una necesidad. No es hippie, es sustentable”, explicó emocionado, aunque reconociendo que ese estilo de vida lo desafía como padre.
Mientras algunos lo señalan como “el hijo hippie de Julián Weich”, él lo deja en claro: prefiere definirse como “happy”. Y es que su proyecto actual está lejos de ser un capricho juvenil. Momo forma parte de una comunidad que busca crear un santuario de agua y producir alimentos de manera agroecológica, aplicando técnicas de permacultura que llaman la atención incluso de especialistas.
El contraste no podría ser mayor: mientras Julián Weich sigue ligado al mundo de la televisión y la ciudad, su hijo eligió el barro, el trabajo con las manos y la conexión con la naturaleza. Y aunque muchos lo miran con curiosidad, otros lo ven como un ejemplo de que otra forma de vivir es posible.