Gabriel Batistuta fue un ídolo indiscutible de la Selección Nacional en los ´90. Si bien se retiró hace un tiempo, el jugador es padre junto a Irina Fernández, su mujer de toda la vida, de 4 hijos: Shamel, Lucas, Thiago y Joaquín.
Gabriel Batistuta fue un ídolo indiscutible de la Selección Nacional en los ´90. Si bien se retiró hace un tiempo, el jugador es padre junto a Irina Fernández, su mujer de toda la vida, de 4 hijos: Shamel, Lucas, Thiago y Joaquín.
Si bien tres de ellos no se quisieron dedicar al fútbol, Shamel - el más chico de 18 años- sueña con seguir los pasos de su papá. Bati finalizó su carrera en Qatar y fue allí donde nació Shamel.
El joven estuvo en la escuelita formativa de Newell’s hasta que llegó a Argentino de Rosario. En aquel club estuvo por poco tiempo y a mediados del 2022 obtuvo su pase a Libertad de Paraguay. De esta manera, trabaja en conseguir su ascenso en el plantel superior, mientras se destaca en Reserva.
Como su papa, goleador nato, el joven pide pista y ya acumuló 10 partidos y en los que convirtió un gol. “Nací en Qatar, lejos de Argentina, y después nos mudamos a Reconquista en donde encontramos la paz que mi papá quería”, contó Shamel a ESPN.
"Soy de estar mucho tiempo mirando goles de él y obviamente quisiera patear como él, pero para eso se practica. ¿Qué heredé? Los ojos verdes de él nada más (risas)”, dijo y sumó: “Lo llevo con calma. Me acostumbré en Reconquista, ya es algo normal. Es lo que me tocó y no diría que me pesa”.
Irina Fernández y Gabriel Batistuta se conocieron cuando eran apenas unos adolescentes. En 1988 él se coló en el cumple de 15 de ella, en un salón de Reconquista, ciudad santafesina, y quedó enamorado.
En aquel entonces, Gabriel Omar Batistuta no jugaba al fútbol de forma profesional sino como hobby, dicen que no imaginaba llegar a primera ni convertirse en profesional porque creía que era una carrera peligrosa. Pero todo cambió cuando lo fueron a buscar de Newell’s, momento que comenzaba el romance con Irina.
“¿Si estaba contento de ir a Newell’s? Para nada. Yo quería estudiar y alguien me había metido en la cabeza que la carrera de futbolista era peligrosa. Me vuelvo a Reconquista, en Newell’s me dieron 20 días de vacaciones, y yo me quedé un mes. Hasta que me vinieron a buscar de los pelos. Vino Griffa a buscarme, me dijo: ‘Nosotros confiamos en vos, vas a jugar en Primera’, y me convenció. De hecho, a los seis meses estaba jugando en Primera. Cuando me fueron a buscar yo hacía dos semanas que estaba de novio con la que ahora es mi señora. Estaba recontra enamorado. Y me fui más obligado, pensando en la posibilidad de un estudio, de una universidad, gracias a Newell’s. Cuando firmé primer contrato, me dije, puede ser que viva del fútbol. Ahí cambió totalmente mi mentalidad, que después me hizo querer tanto al fútbol”, contó Batistuta en una entrevista.
Todo fue muy rápido para el Bati, que debutó en primera en el club Rosarino en 1988, en 1989 ficho para River Plate y al año siguiente para Boca Jrs, ante de su saltó a Italia, donde se convertiría en un ídolo indiscutido.
Irina se adaptó por amor a la carrera del Bati, aunque siempre mantuvo un perfil bajo, alejado del medio y los escándalos. El 28 de diciembre de 1990, se casaron y rápidamente se mudaron a Italia, ya que firmó con la Fiorentina, donde se convirtió en ídolo obteniendo unos varios títulos y hasta ascenso.
Era tanto la locura de la gente por el Bati, que ellos estaban incómodos, tanto a él como a Irina que pronto se convirtieron en padres de Thiago, en 1991. el primero de los cuatro hijos del matrimonio.
Por eso la familia se instaló en la que fue de Roberto Baggio: una antigua mansión florentina en Via Alessandro Volta que tenía un tremendo muro protector, un garage con portón eléctrico para guardar sus autos y un enorme jardín.
Lo primero que les enseñó el matrimonio a sus hijos fue a ganarse sus propia plata: “Que mis hijos trabajen, es regalarles dignidad, sobre todo a ellos. Yo podría tranquilamente darles un auto a cada uno y no sé si serían felices, no sé cuánto les duraría esta felicidad. Porque ellos cuando se suben al auto y pasan por el centro y las chicas miran o la gente mira el auto y ellos interiormente saben que el auto no es de ellos. Osea, todo el mundo me mira pero el auto me lo regaló mi viejo. Yo entiendo que tiene otro sabor cuando él va en un auto por ahí menos lindo pero dice: ‘Este me lo gané solo’”.
Pero pese al perfil bajo, Irina y el Bati tuvieron sus crisis. El delantero, que ya triunfaba en la Selección Nacional también, era muy buscado por la prensa y por sus fotos o datos personales ofrecían dinerales. En medio de todo eso, se le adjudicaron romances con las más impresionantes mujeres, aunque no hubo una solo foto que pudiera comprobar nada.