Esta nueva serie corta acaba de estrenarse en Netflix, está basada en hechos reales y apenas tiene ocho episodios para maratonear.
Lo que parecía un thriller psicológico más terminó siendo una exploración profunda de un caso que estremeció al país y dejó preguntas abiertas que la ficción retoma con crudeza. La serie no solo recreó la masacre del restaurante Pozzetto, sino que llevó al espectador a un viaje íntimo hacia la mente de un hombre fracturado y hacia los efectos silenciosos de un trauma social que todavía resuena.
A medida que la plataforma lanzó la serie, muchos espectadores comenzaron a preguntarse qué ocurrió realmente en 1986 y por qué este caso seguía despertando una inquietud tan profunda. Y es allí donde la ficción tomó impulso: al reinterpretar un hecho real desde un enfoque psicológico, emocional y narrativo que reconfiguró su memoria histórica.
La historia que inspiró Estado de fuga 1986 sucedió el 4 de diciembre de 1986, cuando Campo Elías Delgado, un veterano de guerra marcado por trastornos mentales no diagnosticados a tiempo, asesinó primero a su madre y luego se dirigió al restaurante italiano Pozzetto, en plena Bogotá, donde mató a más de 20 personas. Ese día, Colombia se enfrentó a una violencia distinta a la del conflicto armado: una violencia íntima, individual, imposible de anticipar.
A pesar del impacto, el caso nunca recibió un análisis profundo en los medios de la época. El país continuó con una larga lista de hechos violentos que opacaron este episodio. Por eso la recreación ficcionada que hizo la serie no solo captó a nuevas audiencias, sino que también reabrió un capítulo olvidado. La producción utilizó este suceso como punto de partida, pero evitó recrearlo de forma literal. En su lugar, abordó los silencios, las zonas grises y las repercusiones emocionales detrás del crimen.
Los guionistas optaron por colocar la tragedia como el centro invisible de la trama. La masacre no es un espectáculo visual, sino una presencia constante. Ese enfoque permitió reflexionar sobre la forma en que una sociedad digiere la violencia, cómo se construyen los relatos a partir de hechos incompletos y cómo las víctimas quedan atrapadas en interpretaciones fragmentadas.
El personaje de Camilo León, interpretado por José Restrepo, funciona como un puente entre el espectador y el núcleo dramático de la historia. Camilo es un joven estudiante de literatura, un aspirante a escritor que se enamora del trabajo de su profesor Jeremías Salgado, encarnado por Andrés Parra, hasta que descubre que su admiración se transforma en un peligro inesperado.
La producción no se limita a relatar hechos. Expone cómo el trauma puede moldear la vida de quienes lo padecieron directamente y de quienes apenas se relacionan con él. Los guionistas eligieron mostrar que la violencia no solo impacta a sus víctimas, sino también a quienes investigan, analizan o intentan comprender sus causas.
El pasado bélico de Campo Elías Delgado, aunque no se presenta de manera documental, se recrea para explicar cómo los conflictos armados dejan heridas invisibles que, si no se atienden, pueden derivar en tragedias. Ese énfasis resuena en la serie como una advertencia: los traumas no tratados pueden convertirse en detonantes impredecibles.
Al ampliar la mirada más allá del crimen, Estado de fuga 1986 construye un relato sobre la fragilidad humana, la delgada línea entre la cordura y la locura, y los mecanismos que desarrolla la mente para sobrevivir a experiencias extremas. El suspenso psicológico surge no de la acción física, sino de la tensión emocional que se acumula en cada escena.