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Qué significa comerse las uñas, según la psicología

La imagen es familiar: alguien sentado en una reunión, en una sala de espera o frente a la pantalla de su computadora comienza a morderse las uñas casi sin darse cuenta. Para algunos es un gesto automático, para otros un hábito vergonzoso y, en casos extremos, un verdadero problema de salud. Pero, ¿qué dice la psicología acerca de esta conducta aparentemente inofensiva?

Mariano Colly
por Mariano Colly |
Qué significa comerse las uñas, según la psicología

La imagen es familiar: alguien sentado en una reunión, en una sala de espera o frente a la pantalla de su computadora comienza a morderse las uñas casi sin darse cuenta. Para algunos es un gesto automático, para otros un hábito vergonzoso y, en casos extremos, un verdadero problema de salud. Pero, ¿qué dice la psicología acerca de esta conducta aparentemente inofensiva?

Lejos de ser solo una costumbre pasajera, morderse las uñas —o onicofagia— puede tener significados profundos relacionados con la ansiedad, la inseguridad y la forma en la que cada persona gestiona sus emociones. A continuación, un repaso en clave periodística y psicológica para entender qué se esconde detrás de este hábito.

¿Qué es la onicofagia?

La onicofagia es el término médico utilizado para describir la conducta repetitiva de morderse las uñas. Según estudios internacionales, entre un 20% y 30% de la población mundial ha presentado este hábito en algún momento de su vida. Aunque suele comenzar en la infancia o adolescencia, muchos adultos lo arrastran durante años, sin encontrar una manera sencilla de dejarlo.

Lo que para algunos es un simple acto reflejo, para la psicología tiene diferentes niveles de interpretación, que abarcan desde una reacción frente al estrés hasta la manifestación de un trastorno compulsivo.

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Ansiedad y estrés: la explicación más frecuente

Uno de los enfoques más aceptados dentro de la psicología clínica señala que morderse las uñas es una vía de escape frente a la ansiedad o el estrés. En momentos de tensión, la persona busca una acción repetitiva que le brinde sensación de alivio inmediato.

De este modo, la onicofagia se convierte en una conducta de autorregulación emocional, comparable a jugar con el cabello, rascarse la piel o mover una pierna de manera compulsiva. La diferencia es que, en este caso, el hábito puede tener consecuencias físicas: dolor, infecciones o deformaciones en los dedos.

Cuando la onicofagia es un trastorno

En algunos casos, la psicología encuadra la onicofagia dentro de las conductas repetitivas centradas en el cuerpo (BFRB, por sus siglas en inglés). Este grupo incluye también la tricotilomanía (arrancarse el cabello) y la dermatofagia (morderse la piel).

Las personas que presentan estos comportamientos suelen sentir alivio momentáneo tras realizarlos, pero después experimentan culpa, vergüenza o frustración. En este escenario, morderse las uñas deja de ser un hábito inofensivo para transformarse en un indicador de un problema psicológico más profundo.

La mirada del psicoanálisis: fijación oral

El psicoanálisis freudiano ofrece una explicación distinta. Según esta corriente, morderse las uñas puede ser un signo de fijación en la etapa oral del desarrollo psicosexual. Freud planteaba que las primeras experiencias de placer del ser humano están ligadas a la boca: succionar, morder, comer.

Si en esa etapa temprana hubo carencias afectivas o dificultades, el adulto podría manifestar inconscientemente esas necesidades a través de conductas orales persistentes, como fumar, comer en exceso o morderse las uñas. En este marco, el hábito estaría relacionado con inseguridad, dependencia emocional o necesidad de consuelo.

El vínculo con la autoestima y el perfeccionismo

Otros enfoques dentro de la psicología moderna relacionan la onicofagia con la autoexigencia y el perfeccionismo. Muchas personas reconocen que se muerden las uñas en momentos de concentración, cuando sienten que algo no está bien hecho o frente a situaciones en las que no alcanzan sus propias expectativas.

Esto abre la puerta a otra interpretación: morderse las uñas como una forma de canalizar frustración, autocastigo o sensación de no estar a la altura. En algunos casos, incluso se asocia con baja autoestima y dificultad para manejar la crítica externa.

Aburrimiento y automatismo: la otra cara del hábito

No todo está ligado a conflictos emocionales profundos. Para algunos, morderse las uñas aparece como una respuesta al aburrimiento o como un gesto automático. En estos casos, la persona puede ni siquiera registrar que lo hace, hasta que observa las consecuencias en sus manos.

La psicología conductual explica que estas acciones se mantienen porque generan una pequeña recompensa inmediata: alivian la tensión, ocupan la mente o simplemente entretienen en momentos de vacío.

Consecuencias físicas y sociales de la onicofagia

Más allá de lo psicológico, morderse las uñas puede provocar daños físicos significativos:

  • Infecciones en la piel alrededor de las uñas.

  • Deformaciones permanentes en las cutículas.

  • Lesiones en los dientes y encías.

  • Dolor en las falanges.

A esto se suma el impacto social y emocional. Muchas personas que sufren de onicofagia evitan mostrar sus manos en público, sienten vergüenza en entrevistas laborales o incomodidad al dar la mano. El círculo vicioso se retroalimenta: la persona se muerde las uñas por ansiedad y luego siente más ansiedad por la apariencia de sus manos.

Estrategias para dejar de morderse las uñas

Desde la psicología se proponen distintas herramientas terapéuticas para abordar este hábito:

  • Terapia cognitivo-conductual (TCC): ayuda a identificar los disparadores del hábito y a reemplazar la conducta por otras más saludables.

  • Técnicas de manejo de la ansiedad: respiración profunda, meditación y ejercicios de relajación.

  • Entrenamiento de reemplazo de hábito: por ejemplo, apretar una pelota antiestrés o llevar siempre un objeto para manipular con las manos.

  • Conciencia plena (mindfulness): permite reconocer el momento exacto en que surge el impulso de morderse las uñas y detenerlo.

En casos severos, los especialistas pueden combinar la terapia psicológica con tratamientos médicos o farmacológicos, especialmente si la onicofagia forma parte de un cuadro obsesivo-compulsivo.

Morderse las uñas en la infancia y la adolescencia

El hábito suele comenzar en la niñez. Muchos padres observan que sus hijos empiezan a morderse las uñas en contextos de cambios emocionales, como mudanzas, inicio de la escuela o momentos de tensión familiar.

Si bien en la infancia puede considerarse un comportamiento transitorio, los especialistas advierten que la persistencia del hábito puede consolidarlo y arrastrarlo hacia la adultez. Por eso, recomiendan acompañar al niño con paciencia, evitar el castigo y fomentar alternativas positivas para canalizar su ansiedad.

¿Qué nos revela este hábito sobre la sociedad actual?

La onicofagia puede ser vista como un reflejo de los niveles crecientes de ansiedad en la vida moderna. El ritmo acelerado, la sobrecarga de estímulos digitales y las exigencias laborales y sociales generan un terreno fértil para que este tipo de conductas se mantengan.

En este sentido, morderse las uñas no solo habla de la psicología individual, sino también de un fenómeno colectivo, en el que cada vez más personas buscan salidas rápidas para lidiar con el estrés diario.

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