Ricardo Darín arrasa en Netflix con una película que deja huella. Se trata de una de las obras más sensibles del cine argentino reciente, ahora disponible en la plataforma dentro de su destacada colección Hecho en Argentina.
Ricardo Darín brilla en Netflix junto a Cecilia Roth con una película que emociona, incomoda y representa lo mejor del cine argentino. Cuál es y de qué se trata.
Ricardo Darín arrasa en Netflix con una película que deja huella. Se trata de una de las obras más sensibles del cine argentino reciente, ahora disponible en la plataforma dentro de su destacada colección Hecho en Argentina.
Bajo la dirección de Marcelo Piñeyro, es mucho más que un drama: es un viaje profundo a los rincones más dolorosos de la memoria argentina, contada desde la mirada inocente de un niño que intenta entender un mundo que cambia de forma abrupta y violenta.
El film pone en primer plano el talento de Darín, quien interpreta al padre de Harry, el joven protagonista de esta historia ambientada en los años más crudos de la última dictadura militar argentina. La película, estrenada en 2002, fue aclamada internacionalmente, participó en festivales de cine de alto nivel y logró tocar fibras sensibles en espectadores de todo el mundo.
Harry tiene 10 años y vive en una casa donde reinan los juegos, las lecturas y el amor. Sus padres son profesionales: su madre trabaja en una universidad y su padre ejerce la abogacía. La vida cotidiana de esta familia cambia abruptamente cuando, en 1976, los militares toman el poder en Argentina.
El nuevo régimen instaura una política de persecución sistemática y brutal contra cualquier sospechoso de "subversión". Frente al riesgo inminente, los padres de Harry deciden esconderse, cambiar sus nombres y mudarse a una casa en las afueras, donde vivirán bajo una identidad falsa.
Desde ese momento, lo que era una infancia despreocupada se transforma en una carrera silenciosa por la supervivencia. La película muestra cómo ese proceso afecta emocional y psicológicamente al niño, que empieza a notar que las cosas ya no son lo que eran, aunque nadie se lo diga con todas las letras.
Lo más impactante de Kamchatka es que la violencia de la dictadura no aparece de forma explícita, sino a través de los silencios, las miradas cómplices, las puertas cerradas y los susurros de los adultos. La cámara se sitúa junto a Harry, interpretado por Matías del Pozo, y todo lo que vemos lo conocemos como él: con la confusión de quien intenta unir piezas que no terminan de encajar.
Kamchatka fue seleccionada para representar a Argentina en los Premios Oscar en 2003 y formó parte de la competencia oficial del Festival de Cine de Berlín. Su mensaje trasciende las fronteras: cualquier espectador, sin importar su nacionalidad, puede empatizar con la historia de una familia que se enfrenta a una amenaza invisible, con recursos limitados, pero con mucho amor.
El guion, escrito por Marcelo Figueras, combina lo político con lo emocional de manera sutil. No hay discursos ideológicos ni bajadas de línea explícitas, sino una narración basada en los vínculos, en las decisiones difíciles y en la pérdida de la inocencia.
Si aún no la viste, esta es la oportunidad perfecta. Y si ya la viste, vale la pena volver a sumergirse en su atmósfera, en sus personajes, en esa mezcla de ternura y tristeza que la vuelve inolvidable.
Ricardo Darín arrasa en Netflix, y lo hace con una película que no necesita grandes efectos ni presupuestos millonarios. Solo necesita una buena historia, un gran elenco y el compromiso de contar algo importante. Eso es Kamchatka.