Relatos

100.000 muertos por coronavirus: la cruda historia de la primera víctima del país

Guillermo Abel Gómez murió en marzo de 2020 a los 64 años. En su juventud, sobrevivió a la Triple A y vivó en el exilio. Tras su regreso, fue atendido en el hospital Argerich, pero murió luego de esperar cuatro horas en la guardia.
Ayelén Bonino
por Ayelén Bonino |
Guillermo Abel Gómez

Guillermo Abel Gómez, la primera víctima de coronavirus del país. 

Guillermo Abel Gómez tenía 64 años cuando se convirtió, en marzo de 2020, en la primera víctima de covid de la Argentina. Como muchos otros, su historia es el reflejo de los vaivenes políticos y sociales del país: sobrevivió a la tortura en la década del 70, debió exilarse por 45 años en Francia, decidió regresar y murió en el Hospital Argerich de la Ciudad de Buenos Aires, tras esperar más de cuatro horas sentado en una silla de la guardia. Es la primera historia de otras 100 mil historias de la pandemia en Argentina.

“No se lo trató como debían”, afirma a A24.com Alicia Vázquez, amiga de Gómez desde su juventud. El hombre vivía junto a su compañera, Nelly, en un PH en el barrio de San Telmo desde hacía seis años, tras su regreso de Francia. A principios de 2020 realizó un viaje a Europa para conocer a su nieta. Una semana después, al regresar, fue dos veces a la guardia del Argerich junto a su mujer.

“Lo atendieron, pero lo enviaron de nuevo a su domicilio. Por esos días, un miércoles temprano por la mañana, su compañera se comunicó conmigo, con Luis Contreras (N. de la R: otro amigo de su juventud) y con una médica. Tenía más de 39 grados de fiebre y diarrea, no podía abrir los ojos y estaba sin fuerza en los brazos y en las piernas”, recuerda Alicia. El hombre sufría, además, de diabetes, hipertensión, bronquitis crónica e insuficiencia renal. Un combo fatal de comorbilidades.

“Luis fue a su casa, volvieron a llamar a la ambulancia, les dijeron que habían estado en Francia, pero el móvil nunca fue. Volvieron a insistir y les dijeron que, por inconvenientes, no iban a poder ir al domicilio”, agrega Alicia. En ese momento, su viejo amigo Luis, con 80 años, ayudó a Guillermo a vestirse, le puso sus zapatillas y lo cargó sobre su espalda para bajar un piso por la escalera. Demoró 30 minutos en llegar a la calle, donde pidieron un taxi. Esta fue la segunda vez que Luis intentó salvarle la vida a Gómez. La primera fue 45 años atrás, en los años previos a la última dictadura cívico militar.

Guillermo Abel Gómez y cómo sobrevivir a la Triple A

Sus amigos y conocidos recuerdan a Guillermo Abel Gómez como un hombre involucrado con los más necesitados. “Él fue un trabajador comprometido con su realidad política y social”, cuenta Alicia, que fue compañera de Guillermo en la organización Movimiento Villero Peronista entre 1973 y 1975. En su juventud, el hombre trabajaba como recolector de residuos. Junto a su pareja Nelly, una jovencita jujeña de clase social acomodada, decidieron mudarse a la villa de Soldati para ayudar a mejorar la calidad de vida de las personas del barrio.

Los hechos de esos años fueron reconstruidos por sus compañeros de militancia y del exilio en el reciente documental “Personas, no números”. De acuerdo al material, en la villa hicieron veredas, cañerías para las casas, zanjones y hasta una sala de primeros auxilios. Además, organizaron un cuerpo de abogados, actividades de deporte y recreación para grandes y chicos, así como cursos, un almacén y cooperativas de trabajo y vivienda. El horror los encontró en 1975, cuando Guillermo y su compañera fueron secuestrados, torturados y abandonados en la zona de Lugano por miembros de la Triple A.

Luis Contreras, el mismo que cargó a Gómez en sus últimas horas de vida, recuerda el día que los secuestraron. "Estaban desapareciendo compañeros del movimiento villero. Y quedamos en que los íbamos a ir a buscar para trasladarlos a otro lado. Fui con un compañero y cuando llegamos ya se los habían llevado. Una vecina nos comentó que vinieron a unos tipos de verde, le pusieron a ella una soga en el cuello y le pegaban culatazos en la panza”, relata en el documental.

Al momento del secuestro, Nelly estaba embarazada. La soltaron semanas después en un descampado. Ricardo Zambrano, otro amigo y compañero del exilio, cuenta que a Gómez “le arrancaron las uñas y los dientes y lo tiran al Riachuelo para que se muriera. Él logró llegar a la orilla y entró en contacto con curas villeros que lo salvaron, lo protegieron, lo escondieron y lo curaron”.

Con ayuda de miembros de la Iglesia, Guillermo y Nelly lograron escapar del país y se exiliaron en Francia. Allí, él consiguió, primero, trabajo de lavacopas, y, después como ordenanza en la casa de la moneda francesa, donde comenzó a participar de asambleas y escuchar los reclamos de los trabajadores. Al año, fue elegido delegado gremial por sus compañeros, según detalla en su sitio web el historiador Roberto Baschetti.

La primera víctima de coronavirus de la Argentina

De acuerdo a Alicia, tras jubilarse, regresaron a la Argentina seis años atrás. "Él eligió regresar a su país, podría haber estado más cómodo en Francia con su hija y su nieta, pero siempre se preocupó por lo que pasaba acá", explica. Allí, comenzó a asistir de forma asidua a una unidad básica, donde le gustaba debatir.

"Él se comprometió hasta el hecho de vivir con los que peor estaban. Trató de ser coherente con lo que pensaba y en cómo vivía. Y eso lo acompañó toda su vida", asegura Alicia. "No se merecía el destrato que sufrió cuando murió. Tuvo que cargarlo una persona de 80 años sobre su espalda y esperar durante horas para ser internado", recalca.

Alicia cuenta que en marzo de 2020, tras ser trasladado por su amigo Luis al Argerich, un señor de seguridad le prestó una silla en la que Gómez pasó sentado cuatro horas y media. Después de la larga espera, fue internado en la guardia donde estuvo cinco horas más. De allí, recién a la madrugada lo aislaron y al día siguiente lo bajaron a la unidad coronaria y le explicaron a su mujer que no iba a sobrevivir porque estaba “muy deteriorado”.

Falleció el sábado siguiente. “El hospital no tenía previsto por entonces atender a una persona con covid. No lo atendieron como correspondía”, dice Alicia. En rigor, al momento de fallecer, Gómez no figuraba en la nómina de infectados y recién en la autopsia se determinó la causa de su muerte. Días después, las autoridades del hospital resolvieron el aislamiento de entre 15 y 30 trabajadores de salud.