Hasta que llegó Sofía, su hija mayor, Daniela Briñon había dedicado buena parte de su vida a su carrera profesional en el área de comunicación de distintos bancos. Pero la beba nació en el sexto mes de embarazo.
Hasta que llegó Sofía, su hija mayor, Daniela Briñon había dedicado buena parte de su vida a su carrera profesional en el área de comunicación de distintos bancos. Pero la beba nació en el sexto mes de embarazo.
"Estuvo el mismo tiempo de gestación que en neonatología", dice Daniela a A24.com. Allí supieron que tenía parálisis cerebral. Seis meses después Sofía pudo irse a casa.
Durante el año siguiente les indicaron internación domiciliaria. Un desfile de terapeutas y especialistas entraba y salía a toda hora. "Cuando pasó lo más complejo quise volver a mi trabajo. Las empresas no acompañan en estos casos. Tuve que renunciar para cuidarla", dice.
Como tantos padres, Daniela enfrentó otra dificultad: dar con información precisa y calificada para ayudar a su hija. "Sentí que había que hacer algo con esto, por todo lo que me costó conseguir profesionales, encarar su estimulación. Mi situación de vida era esa y tenía que ponerle sentido".
A pesar de los desafíos que enfrentaba Daniela quería tener otro hijo. Cuando Sofía tenía dos años llegó Clara. "No sabíamos si sería prematura, pero apostamos y fue para bien", dice. "La relación entre ellas es muy cercana". Y cuenta que, cuando era más chica, los compañeros de Clara le presentaban sus dudas. "¿Por qué tu hermana va en el baúl?, preguntaban por la forma en que subimos la silla al auto. También le decían cosas como: 'tu casa me da miedo'". Daniela le explicaba que, cuando le consultaran, ella les respondiera: "Sofía está así porque salió antes de la panza".
Ahora, las nenas tienen 11 y 9 años. Hasta que llegó la pandemia las amigas de Clara iban a la casa, la peinaban y le pintaban las uñas. "Sofía les revoleaba los ojos o pataleaba de contenta. Los miedos se van superando. Prefiero hablar de niñeces con desafíos en su desarrollo. Así se incluye la diversidad, sin colgar etiquetas", explica.
A medida que Sofía iba creciendo, Daniela buscaba soluciones para sus necesidades. "No gateaba por eso no podía reconocer texturas ni temperaturas. Entonces le armé una cajita de texturas: áspera, suave, lisa, rugosa. También con objetos fríos o que podían entibiarse". Como la nena no tiene agarre a cada uno les agregaban unas tiritas siliconadas para que los pudiera tener en la mano.
Lo mismo sucedió con la ropa. En el mercado prendas como los bodies se encuentran en talles solo hasta los 2 años. Aunque Sofía era más grande seguía precisándolos: cuando la levantaban de la silla de ruedas las remeras le dejaban parte de la espalda o la panza al descubierto. Entonces los incorporó a la línea.
Así tomó forma Zona de Sentidos, el emprendimiento de Daniela. "Las pensamos como herramientas para una sociedad diversa", dice. La tienda tiene juguetes, ropa adaptada y elementos que indican los terapeutas.
Entre ellos, las mantas de peso, que les aportan a los chicos una sensación de calma. "Al estimular el sentido propioceptivo otorgan relajación a la hora de dormir o en actividades como leer, mirar tele, ir al dentista, cortarse el pelo", se lee en la página.
Según explican allí, el peso también estimula la producción del neurotransmisor de la serotonina, que ayuda a disminuir el estrés o la ansiedad. Los terapistas ocupacionales las recomiendan para chicos mayores de 3 años que necesitan autorregularse. "Cuando me inicié en la búsqueda me hubiera tranquilizado leer lo que publicamos en nuestras redes sociales. Los médicos a veces son muy tremendistas", dice Daniela.
Con el tiempo el emprendimiento se amplió. "Tuve que aprender sobre otros tipos de discapacidad", cuenta Daniela. Hoy la línea tiene productos de apoyo para distintas necesidades que impulsan "el juego educativo, la inclusión escolar y el desarrollo" de los chicos en la casa, el colegio y con los terapeutas. Van desde elementos que los ayudan para comer, concentrarse o implementar rutinas y también con la motricidad, el equilibrio, la memoria, la comunicación y la estimulación temprana.
Entre los juguetes hay un dominó táctil con diferentes formas para que los niños las reconozcan por el tacto y las empalmen. "Está pensado para niños no videntes o con baja visión y también para jugar con personas que pueden ver".
También libros con los clásicos de Disney que traen pictogramas con orientación pedagógica para ampliar el vocabulario y la comprensión, reconocer emociones, aspectos temporales y entornos. Incluye una App gratuita para seguir la historia en forma visual.
Además de una tienda, Zona de Sentidos es un espacio de encuentro para las familias. "Muchas veces, las mamás vienen a buscar productos simples, como un mordillo, y se quedan conversando sobre sus historias", dice Daniela.
Cada tercer domingo de agosto plazas, parques y espacios de juegos cambian por completo. En Argentina el Día del Niño se celebra desde 1960 a partir de una recomendación de la ONU para que cada país tenga una fecha que promueva el bienestar de los más chicos con actividades sociales y culturales
Cada vez más, desde las vidrieras de jugueterías o espacios públicos hasta las redes y el habla cotidiana, el "día del niño" deja lugar al "día de la niñez". Se trata de una mirada que aborda las infancias desde una perspectiva de género e incorpora a las infancias en toda su diversidad. Desde el año pasado desde el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, por medio de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia (SENAF) cambiaron el nombre de la fecha a “Día de las Infancias”, con ese mismo espíritu.
Daniela vive estas semanas con intensidad. "Estamos muy contentos porque tenemos muchos papás, abuelos, tíos que buscan ese regalito especial para el día de la niñez. Buscamos ofrecer alternativas que les sirvan no solo en precio al alcance de todos sino que también promuevan el juego".
La pandemia afectó especialmente a sus familias. Antes eso, Daniela considera que no es momento para subir exigencias ni con los chicos y su tiempo de uso de las pantallas, con la limpieza de la casa, estudio o la productividad de cada día. "Es momento de dejar pasar pequeñeces. También una época para olvidarnos del exceso de terapias y de obtener algo a cambio, por parte de los chicos. Es para que sea solo juego libre, que ellos se puedan expresar y disfrutar de ese momento".
En su showroom de Núñez los estantes están llenos de colores que atraen a quienes entran. Daniela está más que conforme con su emprendimiento. "Cuando vienen me dicen que nadie se ocupa de esto y agradecen que lo hagamos. No me lleno de dinero pero los comentarios de la gente me hacen el día".