En las imágenes observaron atrofias regionales, pérdida de materia gris, que suele verse en muchas enfermedades neurodegenerativas. También hallaron inflamación en el cerebro y "perfusión", que es la relación de oxígeno que efectivamente se transmite por la sangre al cerebro para mantenerlo activo y sin lesiones.
Esto se complementó con el uso de "biomarcadores de salud mental". Se detectan, por ejemplo, en la saliva y permite estudiar los componentes de la parte cognitiva, salud mental y las imágenes del cerebro. Allí se identifican ciertas proteínas que indican que hay inflamación o estado de estrés. Estos marcadores permiten detectar que tipo de atrofia puede presentar el cerebro. Y todos esos problemas a futuro, para los responsables del trabajo, tiene una explicación fundamental.
La falta de vacunación y el Covid-19 a largo plazo
Los científicos comprobaron que quienes tenían este tipo de patologías cerebrales, además de haberse enfermado, tenían un serio problema: no habían sido vacunados.
Durante el tiempo de la pandemia y el desarrollo de una vacuna, todos conocimos que como con otras enfermedades, el sistema inmunológico tiene -para simplificar- dos esquemas de anticuerpos. Uno que reacciona inmediatamente ante la presencia de un patógeno, como el Covid-19, y da la primera "batalla" contra la enfermedad. Al mismo tiempo, se desarrolla un sistema de "memoria" contra ese virus. Es la que en el futuro, en caso de repetirse, sabe como debe reaccionar el cuerpo para defenderse.
Justamente, las vacunas ayudan en ambos procesos. Le dan los anticuerpos que necesita el organismo ante una enfermedad específica. Luego, el cuerpo humano se encarga de "fabricar" ese banco de memoria que estará listo para actuar en el futuro. En las personas que no se vacunaron, todo ese proceso -fundamental para mantener la salud- no se dio y por eso el Covid-19 a largo plazo produjo, entre otras cosas, el deterioro cerebral.
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Durante la pandemia, el CONICET diseñó un set para el análisis de cuándo una persona infectada dejaba de contagiar la enfermedad. (Foto: CONICET)
Es por eso que el trabajo también sirve para advertir sobre lo que sucede no solo con el caso del Covid-19. En concreto, con la vacunación contra ese virus, en la Argentina se está dando un "amesetamiento" de las dosis que se aplican por año.
Es como si la población diera por superado el problema del coronavirus para siempre y no ve necesidad en aplicarse dosis de refuerzo. El problema es que si eso se generaliza, nuevas generaciones crecen sin estar vacunadas, lo cual pueden servir como "portadores" de coronavirus en sus mutaciones ya conocidas o, peor todavía, que una nueva variante que tenga mayor resistencia ante las vacunas.
Un ejemplo más antiguo y conocido sirve para explicar el interés de este tema. Según la Organización Mundial de la Salud, cada año, mueren entre 250.000 y 650.000 personas en el mundo por gripe. Pero es un dato casi desconocido porque en nuestro país se registran campañas anuales. Cada año se elabora una vacuna contra la nueva cepa que primero actuó en el hemisferio norte. Por eso, la importancia de vacunarse y darse los refuerzos que se necesiten en cada caso.