La aparición de las computadoras personales fue el hecho iniciático.
Después fue la hora de internet: la red de redes, con su monumental cantidad de contenidos, variopintos y universales, aun a costa de lo competitivamente desleal.
El tercer hecho, y en esto coinciden dirigentes, economistas, creativos de contenidos, empresarios y políticos, fue la irrupción de la telefonía celular en cada uno de los hogares, en cada una de las oficinas, en cada una de las instituciones públicas o privadas, en cada reunión… y así en cada rincón del planeta.
De pronto, los consumidores de contenidos audiovisuales, de entretenimientos y de información calificada comenzaron a dejar de lado costumbres tan arraigadas como sentarse frente a un aparato de televisión para mirar un noticiero o vibrar con un partido de fútbol.
También dejaron de pagar por diarios impresos para, lenta pero decididamente, aprovechar al máximo cada una de las funcionalidades que ofrecían los smartphones, que ya son como una prolongación de nuestra humanidad.
Este fenómeno se expandió a nivel global. Los especialistas lo definen como multiplicidad de pantallas de escritorio, de celulares, de tablets, de GPS, de displays…
Semejante cuadro de situación no es solo patrimonio de los medios de comunicación, sino también de los sistemas operativos bancarios, de la salud y hasta de la contratación de servicios tan mundanos como un viaje en taxi o saber, con uno o dos toques de pantalla, por dónde pasará tal o cual línea de colectivo, ni antes ni después, sino en el momento justo.
Y como en las magistrales obras literarias futuristas de Ray Bradbury o de Asimov, en los ´50 o los ´60, las máquinas (léase sistemas informáticos, software y hardware) comenzaron a tener un protagonismo inusual, vertiginoso, tan potente que las compañías de todo el mundo se vieron obligadas a reinventarse para emprender nuevos caminos y nuevos desafíos para retener audiencias, para no perder clientes de campañas publicitarias. En síntesis, para no morir.
Transformarse. Evolucionar. Así pueden sintetizarse todas las acciones puestas en marcha por Diario UNO en esta nueva etapa para ir en busca de cada una de esas pantallas, porque detrás de cada una hay una audiencia cada vez más fiel y cada vez más atenta a las alertas de notificación que indican el arribo de nuevos contenidos.
Nuevos paradigmas de la comunicación.
Nuevas reglas de juego.
Adaptarse para avanzar.
Como desde hace 25 años, ahora cada minuto, cada hora, cada día, todos los días…
Por José Luis Verderico