Por Regina Martínez Riekes *
Por Regina Martínez Riekes *
La volatilidad que atraviesa el mercado en estos días es una de las principales características de la Argentina cambiante en la que vivimos. Hoy, tanto el Gobierno como la oposición y los ciudadanos de a pie, nos encontramos en una especie de cruce a mitad del río, entre el resultado de las elecciones PASO y el próximo evento electoral del 14 de noviembre.
El balance más objetivo hasta el momento es que no se ganan elecciones con pérdida del salario real. Los números son concluyentes: según los datos de la consultora LCG, el salario real compra 23% menos bienes y servicios que hace 4 años. Medido por el índice RIPTE, se observa un deterioro del -5.6% al comparar el primer semestre 2021 con el mismo período del año previo.
Sin embargo, no se trata de un fenómeno exclusivo del Gobierno de Alberto Fernández. El desastre económico producido por la pandemia condujo a la derrota de todos los “oficialismos” a lo largo del planeta.
La evidencia empírica señala que 70 años atrás le pasó a Winston Leonard Spencer Churchill, ex primer ministro británico. Pese a ser una de las figuras clave en la victoria de los aliados en la Segunda Guerra Mundial, su partido conservador perdió los comicios de julio de 1945. El triunfo correspondió al Partido Laborista, que obtuvo 393 escaños contra los 210 de la fuerza liderada por Churchill.
En el contexto de este balance es que deben colocarse las últimas decisiones del Gobierno, como la de incorporar en el cálculo de recursos corrientes los US$ 4.334 millones que le corresponden a la Argentina en función de su cuota de participación en el FMI. La Administración de Fernández busca, así, tener más margen para ampliar la emisión con la idea de “poner plata en el bolsillo de la gente”.
Medidas como la suba del mínimo no imponible de ganancias, el aumento del salario mínimo, la jubilación anticipada para personas desempleadas, la quita de retenciones a las exportaciones de servicios, entre otras, apuntan en ese sentido.
Ante la ausencia de financiamiento externo o bien que provenga de mejoras en la performance económica del país, las medidas anunciadas -se prevé- serán inflacionarias. En este clima de incertidumbre, lo único que tenemos claro es que la suba de precios se acelerará.
Frente a una previsión inflacionaria como la que se deduce de las acciones oficiales, las posiciones conservadoras conllevan necesariamente una pérdida de capital, por lo que recomendamos instrumentos a tasa variable.
Para tener una idea, hoy, un plazo fijo UVA ofrece un retorno de inflación más 1%, mientras un bono a corto plazo rinde inflación más 5% o 7% (TX22 o TX23). Quienes no estén familiarizados con estos instrumentos simplemente pueden consultar por un fondo común de inversión que ajuste por inflación. Los mismos están disponibles en la gran mayoría de los bancos o brokers de confianza.
El principal temor de los agentes económicos pasa por una mayor radicalización de la Coalición Gobernante con un giro más intervencionista, algo no bien visto por el sector privado. Es decir, no se trata de 7 semanas hasta las elecciones, sino que todavía restan 2 años de Gobierno.
El miedo se refleja principalmente en la cotización de la divisa extranjera. Tanto el dólar informal como el contado con liquidación se encuentran hoy operando por arriba de los $190. Este dólar “libre” se encuentra $17 sobre el dólar “intervenido” por el BCRA. Posiciones cortas no deberían apostar por dolarizar sus ahorros. Es común que, con el susto, un inversor salga a pagar “caro” un dólar que después tendrá que vender en diciembre ya sea para pagar aguinaldos o vacaciones.
Lo que no siempre se percibe es que, en términos macroeconómicos, los márgenes de maniobra se estrechan. Con un contexto internacional poco favorable, en estas condiciones, Argentina no tiene otra alternativa que acordar una reprogramación de vencimientos con el Fondo Monetario Internacional sobre la base de mostrar un plan reclamado por todos.
Para que el Gobierno pueda revertir tanta adversidad deberá trabajar en la gobernabilidad de cara a lo que pueda pasar después de noviembre.
Si bien en el corto plazo la volatilidad continuará, la esperanza de un cambio puede ser una buena señal de largo plazo para los activos argentinos, principalmente las acciones que, de a poco, van mostrando una tímida recuperación.
Después de todo, mientras mayor sea el riesgo asumido, mayor será la rentabilidad esperada. Podemos visualizar un 2001. O apostar a una recuperación como la que vino a partir de 2003.
* La autora es directora Ejecutiva de Amauta Inversiones Financieras.