Desde el inicio de la pandemia, los consumidores comenzaron a aumentar fuertemente sus compras de computadores y otros productos electrónicos, lo que se constituyó en una pesadilla para otras industrias como la automotriz.
El trabajo a distancia y la educación virtual hicieron que trepara a niveles inimaginados la demanda de PCs, tablets, celulares y monitores, por ejemplo. Los semiconductores empezaron a escasear y se produjeron cuellos de botella en su producción con faltantes en los grandes centros. Apple no pudo fabricar los Iphone que el mercado le demandaba: su CEO, Tim Cook, señaló semanas atrás a la agencia Reuters que la demanda de semiconductores estaba “muy ajustada”.
En febrero, General Motors suspendió operaciones en Estados Unidos, México y Canadá. Esta cuestión le podría generar US$ 2.000 millones menos de utilidad este año, según afirmó su CEO, Mary Barra. La semana pasada, por su parte, Volvo anunció que el faltante mundial de semiconductores obligaba a frenar la producción de camiones.
De esta manera, la industria automotriz argentina debe lidiar con un fenómeno mundial derivado del COVID-19. Inicialmente, una suspensión de la producción de una planta en nuestro país se asocia a la reticencia del gobierno en autorizar importaciones o giro de dólares o bien en cuestiones gremiales. En esta oportunidad, esto no fue la raíz del problema: se trató de los faltantes mundiales de semiconductores, algo que puede extenderse por seis meses más como mínimo.